El Ejército de Estados Unidos ha ampliado su rol en la frontera sur con México, desplegando radares de combate de última generación, originalmente financiados para reforzar la defensa aérea de Ucrania frente a los ataques rusos, con el objetivo de “cazar” y neutralizar drones presuntamente operados por cárteles del narcotráfico.

El Departamento de Defensa (DoD) ha instalado cuatro sistemas radar —dos AN/MPQ-64 Sentinel y dos AN/TPQ-53 Quick Reaction Capability Radar— a lo largo de 2,000 millas (3,220 km) de línea fronteriza, en zonas consideradas de mayor tráfico ilegal de armas y drogas. Los radares, montados sobre plataformas móviles, ofrecen cobertura tridimensional (rango, rumbo y elevación) y están adaptados para detectar pequeños sistemas aéreos no tripulados (sUAS), incluso aquellos que vuelan a baja altitud o emiten señales débiles para eludir antirradar convencionales.

Un pelotón de la Décima División de Montaña —formado por entre 28 y 34 soldados— opera estos radares desde puntos estratégicos en Texas y Nuevo México, incluidos tramos desérticos, montañosos (hasta 1,500 metros sobre el nivel del mar) y áreas urbanas como El Paso y San Diego.

El mayor Sean Thomas, subcoordinador de apoyo de fuego de la división y oficial superior de operaciones de efectos de la Fuerza de Tarea Conjunta–Frontera Sur (JTF-SB), explica que el pelotón desarrolla un “análisis de patrón de vida” para identificar rutas recurrentes, altitud y velocidades de vuelo, y así prever futuras incursiones.

Según cifras del Mando Norte de Estados Unidos, se registran más de 1,000 incursiones de drones al mes, y en 2023 un solo sector reportó más de 10,000 violaciones del espacio aéreo fronterizo. Algunas aeronaves no tripuladas han sido modificadas para transportar explosivos o armas de fuego, elevando la amenaza para agentes de la Patrulla Fronteriza y policías locales.

“Diariamente se reportan entre 30 y 50 avistamientos de drones, pero nuestra labor va más allá de la simple detección; analizamos cómo el terreno —montañas, vegetación densa, zonas urbanas— afecta la cobertura radar y buscamos mejorar continuamente la precisión de nuestras alertas”, dijo Thomas.

Los radares AN/TPQ-53, adquiridos por Estados Unidos en paquetes de ayuda militar a Ucrania por 372 millones de dólares en 2023, fueron empleados en combate para localizar morteros y cohetes. Ahora, en la frontera, han sido calibrados para el seguimiento de objetivos aéreos de bajo perfil. Por su parte, el sistema Sentinel, con más de 300 unidades desplegadas en todo el mundo por fuerzas aliadas, alerta en tiempo real a unidades de defensa aérea de amenazas inminentes.

Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) reporta que “grupos con base en México” emplean drones para espiar a agentes y para dirimir disputas entre cárteles con proyectiles explosivos. “CBP colabora estrechamente con el DoD para maximizar la conciencia del dominio aéreo y proteger la integridad de nuestro personal”, señaló un portavoz de la agencia.

A principios de abril, el Gobierno federal estableció una “Zona de Defensa Nacional” de 170 millas (274 km) en tierras federales de Nuevo México, bajo control militar.

Se colocaron 150 letreros de advertencia en un tramo de 18 millas (29 km) cerca de Clint, Texas, indicando que toda persona que ingrese será detenida por tropas. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, advirtió que la medida busca cerrar corredores frecuentados por contrabandistas y reforzar el perímetro con “tolerancia cero”.

Sin embargo, algunos expertos cuestionan la proporcionalidad y el impacto civil de esta escalada. Brian Finucane, asesor del programa estadounidense del International Crisis Group, advierte que “no hay constancia de ataques de drones a tropas en la frontera que justifiquen el uso de estos sistemas de combate”. Finucane interpreta la maniobra como parte de una estrategia mayor del Gobierno para “enmarcar la inmigración como una emergencia de seguridad nacional”.

El despliegue militar en la frontera se enmarca en una misión más amplia: unos 8,500 soldados de Estados Unidos brindan apoyo logístico, transporte, mantenimiento vehicular, análisis de inteligencia y reconocimiento aéreo a CBP y otras agencias civiles. Aunque ningún radar está vinculado a misiles o sistemas de intercepción directa, el entrenamiento de las tropas incluye prácticas de detección y seguimiento de amenazas reales.

“Esta tecnología nos permite adelantarnos a la amenaza y proteger tanto a los agentes como a la población local, sin necesidad de recurrir al uso de fuerza letal”, insistió Thomas.

Mientras la frontera se convierte en laboratorio de guerra electrónica y antiaérea, las autoridades federales y estatales evalúan los resultados de los primeros seis meses de operación. Datos preliminares señalan una reducción del 25% en incursiones detectadas por rutas habituales y un aumento del 40% en la capacidad de respuesta de unidades locales ante alertas tempranas.

La introducción de tecnologías bélicas en la primera línea de la lucha contra el narcotráfico marca un hito en la estrategia fronteriza de Washington, cuyo éxito dependerá de la coordinación civil-militar y del equilibrio entre seguridad y derechos civiles.

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