Después de 21 meses de esperar una oportunidad para cruzar a Estados Unidos, el cierre de la frontera para los solicitantes de asilo y las redadas masivas del gobierno de Donald Trump mantienen a más de 40 personas migrantes en el albergue Pan de Vida.
“Para mí está muy difícil, yo sé que nomás sólo Dios sabe lo que va a llegar; a veces uno se siente muy triste, porque como a veces uno trae el sueño y así de la nada todo se le acaba, pero nunca hay que perder la fe y la esperanza, primero Dios todo se soluciona y primero Dios tengamos otra oportunidad”, compartió ayer Eduardo, un salvadoreño quien hace 21 meses vive en esta frontera.
Con su mamá en Centroamérica y sus dos hermanas en Estados Unidos, “Lalo” se ha convertido en “el hijo adoptado” del director del albergue ubicado en el norponiente, Ismael Martínez, en donde lo apoya en distintas activades del lugar mientras consigue un trabajo en la ciudad.
“Lalo ya es nuestro hijo adoptado, es el que nos ayuda aquí… la mayoría de los que están aquí ya tienen más de un año, algunos (extranjeros) ya hasta se casaron con (migrantes) mexicanas porque ya perdieron la esperanza, y los mexicanos están esperando a ver qué van a hacer con su vida, si trabajar aquí o regresarse a sus estados, pero creo que se van a quedar aquí, por que allá está poquito más feíto en la economía y la inseguridad”, informó Martínez.
Dijo que la mayoría salen a trabajar durante el día y luego regresan al albergue que consta de “casitas”, en las que las propias personas se organizan para cocinar con los grupos de personas con los que viven, provenientes de El Salvador, Honduras, Guatemala y México.
“Aquí, a veces le ayudo yo con los reportes, a organizar lo de la casa, a trabajar cualquier cosa de tubería o a reparar algún daño de la casa”, dijo el salvadoreño, quien en cuatro días cumplirá 30 años de edad.
En su país trabajaba en un taller de pintura, lavando carros y en el campo, pero debido a los problemas por los que salió, y sobre los cuales prefirió no abundar, dice que no regresará.
Y mientras que sus dos hermanas permanecen en Estados Unidos, tras haber ingresado por medio de la aplicación digital CBP One, él prefiere esperar en Ciudad Juárez un nuevo programa para cruzar la frontera de manera regular o el fin del gobierno de Donald Trump.
Una de sus hermanas está en Indiana, y la otra en Los Ángeles, quien le dice que “está un poco difícil, por el trabajo”, pero que está haciendo lo posible por salir adelante.
“Mi mamá a veces sí se siente muy triste, porque después de estar juntos ya sin verme se siente muy triste. A veces me dice que le eche ganas, que no me desespere, ya estando acá más adelante ya tendré un trabajo”, compartió.
Después de casi tres años de migrar desde su país, Lalo recomendó a los migrantes que aún no han salido que si pueden esperar que esperen, o piensen en esperar un tiempo en México.
“Todo es difícil pa’cruzar, mejor que se esperen, estando en su hogar, en su país. Y primero Dios, más adelante que tengan la oportunidad pues ya pueden viajar, porque es difícil encontrar un trabajo acá en México… pero de que hay trabajo, pues yo creo que sí”, dijo quien debido a que no cuenta con una regulación migratoria en el país no ha podido trabajar fuera del albergue.