El mes pasado se presentó Cristian Castro en el Teatro del Pueblo de Santa Rita, en la ciudad de Chihuahua. Como acostumbra, el cantante llegó temprano al lugar, revisó detalles de todo tipo. Así suele hacerlo en todos sus conciertos. Es un profesional. Pero tuvo que decirlo el intérprete mexicano para que mucha gente reparara en el trasfondo de lo que podría ser la antítesis de la noción de “productividad”. Hablamos de un programa conducido por el conductor argentino Dante Gebel, en diciembre del 2020, que fue retomado en días recientes y cuyos extractos se viralizaron en las redes sociales. Cabe decir que al talentoso artista lo quieren los argentinos y suele aparecer en los más importantes espacios de la televisión de ese país.
La charla se fue por un camino que tal vez no estaba previsto. Ante la pregunta de rutina sobre lo que el entrevistado hace, el artista adujo una respuesta que se sale del canon de los que responden a esa cuestión. “Yo no tengo nada qué hacer”, espetó. Y el conductor, incisivo, como que no entendía. “¿Pero qué haces? ¿Cómo es tu nada?” “Yo no tengo nada qué hacer”…” “A la gente le gusta hacer algo a la fuerza. Y yo les quiero enseñar a no hacer nada. Y entonces, siempre que habló con una persona le digo: ahora te voy a enseñar a no hacer nada. Porque siempre quieren hacer algo las personas, ¿verdad?” Y el entrevistador seguía inquiriendo que le dijera cómo era su nada. “Nada. Nada. Solamente mira esto negro o mira para allá, no sé…”.
La entrevista, sin intención de los hablantes, se fue convirtiendo en un diálogo con toque filosófico. Cualquier otra persona, fuera personaje público o no, hubiera salido con el sermón de la productividad. Mostrar que se tiene un día ocupado hasta las chanclas, en el imaginario colectivo, engrandece demagógicamente al que lo afirma. Millones de personas, hoy en día, presumen que su día fue “productivo”. Vocablo que, por cierto, se ha relajado tanto que cualquier reunión burocrática para llenar las horas se torna “productiva” en las redes sociales al salir los enajenados que convergen en ella. Moverse sin ton ni son, recibir muchas llamadas al día, estar inmerso en el ruido insustancial, convertirse en soldado del escuadrón “24/7”, constituyen vanas representaciones de la frivolidad de lo que llaman, con frecuencia, “el éxito”.
Las notas que Cristian Castro dio en esa entrevista, por supuesto, han sido abordadas por distintas tendencias filosóficas. A los clásicos mismos, no les era ajena la discusión sobre el ocio. Hoy, sesudos estudios sobre la cuestión se tejen desde múltiples disciplinas: la filosofía misma, la sociología, la antropología, la psicología, etc. Sin embargo, que una figura mediática, como el extraordinario baladista mexicano, la aborde, la coloca en el ojo del huracán y hace pensar a miles de sus seguidores sobre las aristas del discurso sobre la contemplación y el ocio. Porque esta última noción tiene una connotación no solamente individual sino también, entre muchas otras, política. Para que el hombre pueda despegarse del frenesí de la actividad y la “productividad” se requieren las condiciones sociales y políticas que posibiliten tal escenario. No todo es cuestión de “vida interior” y, en ocasiones, las condiciones materiales son decisivas.
Pero siempre es grato a escuchar a alguien que, saliéndose del cliché de querer mostrarse como artífice del quehacer incisivo y enfermizo, muestra que pueden existir caminos de emancipación con relación al trajín cotidiano. Por lo demás, es interesante observar cómo este cantante mexicano que, siendo una muestra de talento cultivado y disciplina -así lo han comentado colegas, músicos y gente cercana a él- pinta su raya con relación a la tramposa tendencia, que podríamos denominar con pomposos academicismos, pero que hoy llamaremos, simplemente, “la ideología del 24/7”.