Humanamente, todas las personas tenemos necesidades, pero las hay unas más que otras. Usted lo sabe.
Para mejor comprender, Abraham Maslow en su “Teoría de la motivación humana” lo explica gráficamente a través de su conocida Pirámide de Maslow; en ella establece una jerarquía de las necesidades que tenemos las personas colocándolas en cinco niveles: en el primer nivel o base de la pirámide ubica las más elementales a necesidades fisiológicas o básicas para la supervivencia tales como alimentarse, hidratarse, reproducirse, tener un lugar para vivir y hasta descansar; en un segundo nivel refiera a la necesidad de seguridad como lo es cuidar de la integridad física, salud, empleo tener ingresos y acceso a recursos; en un tercer nivel de importancia sitúa a las necesidades sociales o de pertenencia, las del ámbito afectivo entre las que se habla del amor, la amistad, el compañerismo. En un cuarto nivel de importancia aparece la necesidad de autoestima y reconocimiento, es decir, el respeto, confianza y éxito y, en la cima de la pirámide donde se coloca lo menos importante, aparece la de autorrealización, que de acuerdo con Maslow solo se puede lograr si se han satisfecho todas las anteriores y son cosas como la moralidad, la creatividad y el desarrollo personal.
Tenemos entonces que estas jerarquías explican en muy buena medida la manera en que las personas actuamos siendo que en la medida que se satisfacen las necesidades básicas surgen nuevas aspiraciones, esto siempre y cuando las condiciones del entorno sean favorables; de ser así, se escala hacia los siguientes niveles hasta llegar al de mayor complejidad.
Ahora bien, si trasladáramos lo anterior al ámbito de la política pública no cabría ninguna duda de que lo primero a atender serían las necesidades de los ciudadanos precisamente en ese orden: vivienda, agua, salud, educación, empleo, transporte; después se estarían procurando espacios para encuentros sociales. Ya así, con un entorno adecuado, los individuos estarían en condiciones de alcanzar lo más complejo: la autoestima, la identidad y el desarrollo integral.
Pero cuando el debiera ser se contrasta con lo que es…
Con las lluvias de hace una semana tuvimos suficiente evidencia para comprobar que para nada estamos preparados para recibirlas. Añoramos y hasta pedimos que caiga agua del cielo porque la sequía nos quema… y cuando al fin llega lo que brota es angustia y desesperación para muchos, incomodidades para todos. En la madrugada de miércoles 25 de junio en menos de una hora llovió más que lo que había llovido en todo el año, sin embargo, no se compara con lo que llovió en junio de 2006. En aquel año no solo los habitantes del poniente fueron afectados pues la desgracia alcanzó también al suroriente de la ciudad.
Pero si los gobiernos pierden la memoria, la naturaleza no.
Como “remake” de una película ya vista, de nueva cuenta se escucharon voces desesperadas de quienes vieron en riesgo su vida y a su patrimonio esfumarse: el agua alcanzó hasta metro y medio al interior de sus casas y mientras rescataban algunas pertenencias veían cómo el lodo cubría otras más. Si los vehículos eran arrastrados ¿podrían ellos retar a la corriente?
Protección Civil declaró que los diques y represas no habían fallado puesto que no se fracturaron, se argumentó que dada la cantidad de agua su capacidad fue rebasada… el excedente fue el agua que se derramó y afectó a quienes viven en arroyos, calles y bajadas de agua naturales. Sabiendo que tener un lugar dónde vivir es una necesidad básica ¿qué tanta culpa tienen quienes se han asentado en esas zonas de riesgo? ¿Qué tanta quienes lo han permitido?
La verdad, lo dicen especialistas y lo saben también quienes ostentan el gobierno, es que las infraestructuras pluviales requieren mantenimiento. Saben que aunque leves las lluvias anteriores habrían acarreado tierra, sedimentos y basura que mermaron la capacidad de los diques y de la poca y endeble infraestructura que se mantiene en pie. ¿Cree usted que con las condiciones actuales los canales y drenes pluviales repletos de maleza y basura funcionan adecuadamente? No es secreto para nadie: está a simple vista. La infraestructura pudo haberse construido con fondos estatales o federales ¡Qué bueno! Para eso está el gobierno municipal, para gestionarlos, pero también, y ese es su deber, para darles mantenimiento cuando les son entregadas por esas instancias.
No sabemos cómo estén las conciencias de quienes ciertamente con recursos limitados prefieren destinarlos a organizar conciertos, festivales y hacer vastos donativos a museos creyendo que con eso ayudan a la diversificación de la economía… su deber, como gobierno, es satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos: vivienda, salud, seguridad, transporte… la lista ya la saben… el circo para después.