Ciudad Juárez y el resto del mundo qudaron atónitos. Hace días salió la escandalosa noticia de cuerpos humanos regados por doquier, apilados, aventados, vejados, peor que si fueran animales, lucraron con esos seres y sus parientes, familias engañadas en su pesar, 383 cuerpos esparcidos en una finca que se decía crematorio.
Es una situación escandalosa, como tanto cuerpo y nadie se dio cuenta de nada. Eso huele a una gran corrupción detrás de este lamentable suceso. Dicho crematorio tenía años trabajando en dudosas condiciones y ninguna queja. Lo más raro es que poseían papeles en regla y sin amonestación alguna. Deja demasiadas incógnitas, indudablemente hubo personas que dejaron hacer y pasar.
Ahora, la duda de cientos de familias que reclaman la verdad, conocer el paradero de su fiel difunto. Algunos afectados han señalado tener que revisar las cenizas, una persona narró que encontró un tornillo en la urna del que pensaron era su consanguíneo.
Solo los irresponsables de este indignante suceso saben qué tipo de cenizas les entregaron a los deudos, ya sea de otro ser, madera, desechos o sabrá Dios que tipo restos recibieron.
La revictimización en su máximo significado en este hecho. Los deudos ya habían pasado el duelo, trabajado en ello, cerrando la herida del hecho inevitable, hoy vuelven con esa aflicción, la cual tiene consecuencias psicológicas y de paso una impotencia al no saber que sigue de aquí. Como conseguir las cenizas que realmente sean las de su difunto.
Hasta ahora hay responsables, pero, indudablemente no es creíble que solo sean los dueños del aberrante establecimiento los culpables, si se desea quedar bien con la ciudadanía, pero sobre todo con los afectados es necesario llegar al meollo del asunto, y que exista un real escarmiento para quienes permitieron la continuidad de este repudiable suceso.
Donde quedará la confiabilidad de estos negocios dedicados a la cremación, cuantas veces habrán pasado este tipo de hechos, donde entregan las cenizas de otros seres, y los afligidos afines en su duelo por la pérdida, lo que menos piensan es que quizá su pariente no es el de la urna. De aquí en adelante habrá un parteaguas y la duda será necesaria.
Ahora solo queda la difícil tarea de identificar a los cuerpos que se encontraron, los difuntos están embalsamados y sus familias, deberán encontrar los distintivos en los cuerpos para reconocerlos y saber si fueron de los estafados por estas personas sin escrúpulos. En otros casos volver a los expedientes para relacionar lo consanguíneo, huellas dactilares, dentales y demás formas químicas de identificación de restos humanos.
Por miles los afligidos abarrotan la fiscalía, estos que ya habían pasado por su duelo, nuevamente se encuentran ante este tortuoso proceso de saber donde quedó su familiar, otra vez, a reconocerlos y esperar los resultados, para poder, ahora sí, darles cristiana sepultura, si es el caso.
Es indispensable la exigencia de justicia a toda costa, no debe existir impunidad alguna, sería pensar en nosotros mismos en un futuro, es necesario defender lo que vamos a querer pase en un más adelante, no muy lejano. Algunos ya se están desanimando a la cremación, mejor dicen, al estilo clásico. Con justa y temerosa razón lo externan. Esperamos que la justicia se haga presente por el bien de todos. A los difuntos, que ya no se pueden defender, por lo menos se deben honrar y respetar.