Ciudad de México.- Recién acaba de terminar el ciclo escolar 2024-2025, cerrando con un taller intensivo de los CTE, donde, una vez más, el magisterio demostró compromiso, dedicación, preparación y, sobre todo, calidad en sus procesos de enseñanza y aprendizaje. Este esfuerzo resulta aún más admirable al considerar que, en muchos centros escolares, el gobierno no ha garantizado las condiciones básicas para su operación. A pesar de la falta de infraestructura, servicios básicos, recursos didácticos o incluso seguridad en las escuelas, los docentes han sacado adelante su labor con profesionalismo, evidenciando que la verdadera transformación educativa no depende solo de discursos, sino de acciones que respalden su trabajo.

Han pasado ya siete años desde el inicio de la llamada transformación, pero lamentablemente a los Trabajadores de la Educación aún no llega, y los beneficios que hay son limitados. Si bien la Nueva Escuela Mexicana ha modificado planes y programas de estudio, las promesas de mejoras salariales y jubilaciones justas han quedado en el olvido. Solo en el último año del gobierno de AMLO y este primero de la actual presidenta se han visto incrementos salariales significativos, con un 8% y un 7% al sueldo base, respectivamente. Aunque estos aumentos son un avance o bien una medida para resarcir su incumplimiento a la promesa realizada en su campaña electoral, distan mucho de ser suficientes para compensar años de salarios rezagados, pensiones y jubilaciones que no alcanzan a veces para las necesidades básicas; por lo tanto, muchos docentes jubilados se ven en la necesidad de trabajar con interinatos o bien dedicándose a una actividad laboral ajena a su profesión, lo cual es muy injusto debido a que ya cumplieron sus años de servicio laborados. Lo mínimo que se merecen son salarios justos.

El magisterio aún guarda la esperanza en que la 4T cumpla lo prometido y trascienda el eslogan de «la esperanza de México» a una realidad con hechos. Urgen leyes que garanticen sueldos dignos y jubilaciones justas, acordes con la invaluable labor que realizan. No se trata de dádivas, sino de derechos. El magisterio merece un sistema que reconozca su esfuerzo no solo con palabras, sino con condiciones laborales que les permitan satisfacer sus necesidades económicas y le permitan enfocarse plenamente en su vocación y profesión, además de tener la posibilidad de una vida digna en la etapa de jubilación.

Es momento de que el magisterio reflexione, se organice y genere estrategias para exigir mejores condiciones laborales, de seguridad social y de jubilación. El magisterio no debe ser botín político de ningún líder sindical o partido político. La autonomía y la libertad de pensamiento deben ser principios que caractericen a los trabajadores de la Educación.

Cada docente tiene derecho a apoyar a quien considere pertinente, sin presiones sindicales o partidistas.

Al regresar al próximo ciclo escolar 2025-2026, debemos hacerlo con energía renovada, no solo para brindar educación de excelencia, sino para exigir, con unidad y firmeza, el respeto a nuestros derechos. La educación transforma, pero primero debe ser transformada desde sus cimientos, empezando por quienes la hacen posible.

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