En los últimos seis meses, Estados Unidos dejó atrás el orden comercial global que prevaleció durante décadas por algo drásticamente diferente y en gran medida sin precedentes.

Grandes economías como la Unión Europea (UE) y Japón aceptaron de manera repentina aranceles más altos a sus exportaciones, cediendo a las demandas del Presidente Donald Trump con el fin de evitar así guerras comerciales dañinas y lograr que los aranceles estadounidenses más elevados se reduzcan apenas un poco.

A medida que las principales economías ceden a firmar acuerdos que incluyen los aranceles más altos de la historia moderna, la visión del Presidente para el comercio global se está haciendo realidad rápidamente.

Esta nueva normalidad utiliza la economía estadounidense como palanca, y otros países aceptan aranceles del 15 al 20 por ciento para hacer negocios con Estados Unidos. Se impondrán aranceles aún más altos a las exportaciones de productos estratégicos, como el acero, o a ciertos países adversarios, como China.

El resultado parece haber demostrado que Trump tenía la razón sobre que sus amenazas arancelarias son una poderosa herramienta de negociación. Y la moderada reacción del mercado a los aranceles del 15 por ciento sobre Japón y la UE sugiere que el pánico que muchos anticipaban tras sus gravámenes anteriores, más extremos, podría no materializarse.

Nigel Green, director ejecutivo de deVere Group, una empresa de asesoría financiera global, calificó el acuerdo de la UE como «un reinicio, no una resolución».

«Hace un año, los mercados se habrían desplomado», dijo. «Hoy, simplemente agradecen que no fuera peor».

Si bien el plan del Presidente para el comercio global ahora parece una victoria política, su éxito económico es cuestionable. La Administración Trump se ha embarcado en un vasto experimento económico, con niveles arancelarios que no se veían en Estados Unidos desde principios del siglo 20.

Las tasas que Trump exige a otros países que acepten suelen ser utilizadas por economías pobres que intentan proteger industrias emergentes, no por potencias industriales como Estados Unidos.

Trump y sus simpatizantes difienden que el aumento de los aranceles incentivará a muchas más empresas a producir en Estados Unidos, lo que generará empleos en fábricas estadounidenses y tendrá un impacto mínimo en empresas y consumidores. El Presidente también insiste en que serán los gobiernos extranjeros, y no las empresas ni los consumidores estadounidenses, quienes pagarán los aranceles, a pesar de investigaciones que indican que los estadounidenses son los más afectados.

Pero muchos economistas siguen advirtiendo que los aranceles de Trump provocaran precios más altos tanto para las empresas importadoras como para los consumidores finales. Esperan que esto desacelere la economía y sea contraproducente, al menos en parte, para los esfuerzos del Presidente por reactivar la manufactura.

En las últimas semanas, fabricantes de automóviles como General Motors y Volkswagen han informado de impactos de más de mil millones de dólares a causa de los aranceles.

«Lo que muchos no advierten es que, incluso mientras se cierran estos acuerdos, la tasa arancelaria final probablemente alcance un pico cercano al 20 por ciento, lo que representa un aumento considerable respecto de menos del 3 por ciento», dijo Diane Swonk, economista jefe de KPMG.

Aunque se esperaba que el efecto económico de los aranceles fuera «instantáneo», afirmó Swonk, la implementación ha sido desigual, con muchas interrupciones, y está tardando en repercutir en las cadenas de suministro. Los estudios económicos sugieren que los efectos completos de los aranceles tardan entre seis y dieciocho meses en manifestarse. De hecho, la guerra comercial de Trump con China, que comenzó en 2018 durante su primer mandato, no impactó al sector manufacturero hasta el año siguiente.

Brad Setser, economista del Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que creía que los aranceles eran «lo suficientemente grandes como para desacelerar la economía» y «un cambio significativo en la política, uno que creo que la mayoría de los estadounidenses sentirán».

Sin embargo, advirtió que los aranceles probablemente no fueron lo suficientemente significativos como para llevar a la economía estadounidense a una recesión, y que los aumentos de precios para los consumidores serían «suficientemente grandes como para ser perceptibles, pero no una gran conmoción».

Es probable que los compradores de pequeños electrodomésticos, ropa y juguetes sufran un impacto para este otoño, dados los aranceles del 20 al 30 por ciento aplicados a muchos países asiáticos que fabrican estos productos, afirmó Setser.

«Es una política que en la mayoría de los modelos desaceleraría la economía y no detendría su crecimiento», dijo.

Algunos analistas indicaron que los recientes anuncios de acuerdos han sido positivos porque han evitado, al menos por ahora, la posibilidad de guerras comerciales con los principales socios comerciales, pero algunos dicen que los acuerdos tienen beneficios económicos limitados más allá de eso.

Los esfuerzos de Trump por rediseñar el mapa del comercio mundial aún no han concluido. Su administración aún no ha aclarado qué tasas arancelarias se aplicarán a docenas de países a partir del viernes, fecha límite para alcanzar acuerdos. Según datos de Goldman Sachs, los socios comerciales que representan el 56 por ciento de las importaciones estadounidenses -incluidos Canadá, México, Corea del Sur, Brasil e India- aún no han firmado acuerdos preliminares.

Los analistas también señalaron que era posible que los acuerdos alcanzados por Trump se desmoronaran rápidamente, dada su tendencia a lanzar nuevas amenazas arancelarias y renegociar acuerdos que incluso él mismo ha firmado. Las autoridades estadounidenses han señalado que esperan imponer nuevos aranceles a los semiconductores y productos farmacéuticos en las próximas dos o tres semanas, lo que podría desviar aún más el comercio y enfadar a algunos socios comerciales.

Como economía grande y diversificada, Estados Unidos generalmente depende menos del comercio que otros países. El comercio genera aproximadamente una cuarta parte de la actividad económica estadounidense, en comparación con más de dos tercios en México y Canadá. En Canadá, según los analistas, los aranceles estadounidenses podrían desencadenar una recesión que podría extenderse hasta 2025 a menos que se llegue a un acuerdo con Estados Unidos.

Sin embargo, los efectos de los aranceles aún se extienden a la economía estadounidense, al aumentar los costos para empresas y consumidores. Esto deja a las empresas con menos dinero para invertir en contratación, expansión e innovación, y frena el gasto del consumidor, el verdadero motor de la economía.

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