Desde que el presidente Donald Trump empezó a imponer aranceles a los productos procedentes de China durante su primer mandato, las empresas chinas se han apresurado a establecer almacenes y fábricas en el Sudeste Asiático, México y otros lugares para eludir los aranceles con envíos indirectos al mercado estadounidense a través de otros países.
Pero el jueves, Trump apuntó a todas las importaciones indirectas estadounidenses, a las que culpa de parte del déficit comercial estadounidense de 1,2 billones de dólares. El mandatario impuso aranceles del 40 por ciento a los llamados transbordos, que entrarán en vigor en una semana. Y un alto funcionario gubernamental que informó a los periodistas dijo que se estaba trabajando para ampliar considerablemente la definición de envíos indirectos.
Las nuevas normas abarcan los envíos indirectos procedentes de cualquier lugar, no solo de China. Pero China, con su enorme infraestructura de fábricas y su ambición manufacturera expansiva, ha sido el principal actor en el desarrollo de una red mundial para esos envíos. Los expertos en comercio se apresuraron a predecir que China sería la más afectada, y la más molesta.
“Las disposiciones comerciales son un intento poco disimulado de encerrar a China; el gobierno chino las considerará como tales, y esto se extenderá inevitablemente a las discusiones comerciales con Estados Unidos”, dijo Stephen Olson, exnegociador comercial estadounidense que ahora es investigador principal en el Instituto ISEAS-Yusof Ishak, un grupo de investigación de Singapur.
La orden ejecutiva de Trump del jueves creó una nueva categoría de importaciones: mercancías que se transbordan a través de otros países en lugar de proceder directamente del país de origen. Los aranceles del 40 por ciento sobre estas mercancías se sumarán a los aranceles que se habrían aplicado si las mercancías hubieran venido directamente del país donde se fabricaron originalmente.
La definición legal de transbordo es bastante limitada: una mercancía que no ha sufrido una “transformación sustancial” en el país a través del cual se ha enviado indirectamente. Los países del sudeste asiático, como Vietnam, niegan desde hace tiempo que permitan muchos transbordos, y han reforzado las inspecciones para impedirlos.
Sostienen que sus crecientes importaciones de componentes chinos se ensamblan en productos nuevos y diferentes que pueden etiquetarse adecuadamente como fabricados en sus países, y no como “fabricados en China”.
Además de los nuevos aranceles del 40 por ciento sobre los transbordos, el gobierno de Trump tiene previsto implementar las denominadas normas de origen para los envíos indirectos en “unas semanas”, según dijo el alto funcionario del gobierno.
Las normas de origen pretenden garantizar a los importadores que las mercancías se fabricaron realmente donde sus vendedores dicen que lo hicieron.
Para que sean eficaces, las normas de origen deben redactarse de forma estricta, como se hace para que las mercancías puedan acogerse a los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. Por ejemplo, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, que sustituyó al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, exige que hasta el 75 por ciento de los automóviles se fabriquen en América del Norte para que puedan cruzar las fronteras libres de impuestos.
Brad Setser, funcionario de los gobiernos de Obama y Biden, quien ahora es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que el establecimiento de normas de origen podría implicar una gran diferencia. “El cambio más significativo a largo plazo del aluvión arancelario de Trump puede ser la creación de normas de origen que definan el contenido chino”, dijo.
Pero otros expertos se mostraron menos convencidos de que el gobierno estadounidense vaya a establecer normas estrictas, sobre todo cuando se han iniciado conversaciones para una posible cumbre este otoño entre el presidente Trump y Xi Jinping, el máximo dirigente chino. El gobierno chino ha pedido la eliminación de los aranceles sobre sus exportaciones y ha endurecido aún más sus considerables restricciones a la compra de productos estadounidenses.
“No hay nada allí sobre el contenido de determinados países, y eso es útil porque significa que no se arriesgan a la ira de China en este momento”, dijo Deborah Elms, responsable de política comercial de la Fundación Hinrich de Singapur.
El primer acuerdo comercial específico alcanzado por Trump para abordar de manera directa el transbordo fue el que se firmó el 2 de julio con Vietnam. Incluía una disposición del 40 por ciento sobre los bienes enviados indirectamente desde China. La disposición se ha convertido en el proyecto de una nueva estrategia radical para limitar el papel de China en la cadena de suministro mundial.
Pero un mes después, Vietnam no ha confirmado públicamente la disposición sobre transbordos. Con la excepción de Indonesia, los aranceles al transbordo tampoco han aparecido en los anuncios de acuerdos posteriores con otros países del sudeste asiático.
En las últimas semanas, Trump también ha modulado su tono estridente respecto a China. Dio marcha atrás en una postura anterior de línea dura sobre la exportación de chips de inteligencia artificial a China. Poco después, dijo al presidente de Filipinas que no le importaba que el país se llevara bien con China porque Estados Unidos también tenía una buena relación con China.
Para los países del sudeste asiático que se apresuraron a aplacar a Trump desde que anunció por primera vez sus aranceles recíprocos, los vaivenes han creado tanto una sensación de incertidumbre como una dosis de cinismo sobre los nuevos acuerdos con Estados Unidos.
Al mismo tiempo, muchos países del Sudeste Asiático han explorado formas de tomar medidas enérgicas contra las empresas chinas que desvían las exportaciones a través de sus países sin realizar ningún procesamiento posterior. Los gobiernos de la región han racionalizado las prácticas aduaneras y han prometido acabar con las falsificaciones y el comercio ilegal. Han pensado seriamente en reducir la cantidad de contenido chino en los productos que ensamblan y exportan.
Para el gobierno malasio, que recibió un arancel del 19 por ciento, la idea de sacar a China de la cadena de suministro mundial siempre iba a ser una gran petición.
“¿Cómo decirlo? Todo el mundo puede tener una aspiración”, dijo Liew Chin Tong, viceministro de Comercio de Malasia, en una entrevista en Kuala Lumpur la semana pasada. “Pero cuando la aspiración se encuentra con la ejecución real, bueno, tendremos que esperar y ver”.
La ausencia del jueves de medidas específicas que nombren a China puede ser un reflejo de los esfuerzos del gobierno de Trump por llegar a un acuerdo con el mayor rival económico de Estados Unidos, dijo Priyanka Kishore, economista en Singapur. China demostró recientemente que podía activar sus propias palancas comerciales cuando detuvo la exportación de imanes de tierras raras cruciales para las industrias automovilística, de semiconductores y aeroespacial.
“Eso llamó la atención del gobierno de Trump sobre el hecho de que se trata de un país formidable: China se mostró realmente firme y, desde entonces, se ha suavizado algo el tema del transbordo”, dijo Kishore, quien es fundador de la consultora Asia Decoded.
Multinacionales como Walmart representan una parte considerable de las importaciones estadounidenses y disponen de información bastante detallada sobre cómo se fabrican sus productos. Pero algunos analistas se preguntan si el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas puede identificar si los paquetes proceden realmente de China.
“Es probable que el cumplimiento de la normativa sea difícil, e incluso si se reduce el desvío de mercancías, la desviación del comercio seguirá amortiguando el impacto de los aranceles estadounidenses en los resultados agregados de las exportaciones chinas”, dijo Capital Economics, una consultora de análisis económico, en una nota de investigación.