Mi madre anhela tener nietos. Estoy cerca de los 30 y nunca he querido tener hijos; mi pareja piensa igual. Ambos preferimos centrarnos en nuestras carreras, y también hay algunas enfermedades hereditarias en nuestra familia; nada grave, pero lo suficiente como para que preferiríamos no transmitirlas.
A pesar de saber todo esto, mi madre nos presiona constantemente. Cada vez que le explico mi postura, se angustia e insiste en que simplemente no entiendo la alegría que traería tener un hijo. Su salud física y mental es precaria, y estas conversaciones rápidamente derivan en una intensa angustia emocional. Cualquier intento de terapia ha sido descartado de plano.
Ahora dice que me eliminará de su testamento si no tengo un hijo. No hay mucho dinero en juego, pero me preocupa que, llegado el caso, también pueda cortar el contacto por completo. Mi hermano ya rompió con mi madre por sus problemas de salud mental. Quiero que mi madre siga en mi vida, pero no soporto la idea de que este problema domine el tiempo que nos queda juntos.
He empezado a considerar decirle que no puedo tener hijos por problemas de fertilidad. Sería mentir, y me incomoda usar como excusa algo con lo que tanta gente lucha de verdad. Aun así, su obsesión por los nietos está dañando gravemente nuestra relación. ¿Debería mentirle a mi madre para intentar salvar nuestra relación o seguir diciendo la verdad y ver cómo todo se desmorona? — Nombre reservado
Del Eticista:
Tu madre tiene derecho a dejar su patrimonio a quien quiera, pero usarlo como palanca de esta manera es simplemente incorrecto. No tienes la obligación de darle nietos, por mucho que los desee, y su negativa a aceptar tus decisiones es claramente un problema.
Pero yo resistiría la tentación de mentir. Esa no es una base sólida para ninguna relación. Si tu madre fuera realmente incapaz de procesar la realidad, un poco de engaño compasivo podría estar justificado. Pero esta no es la situación que describes.
Así que exploraría un enfoque diferente. Podrías invitarla a terapia o mediación, no para culpar a nadie, sino para demostrar que te importa su relación y que quieres encontrar una salida que no implique fingir. Es evidente que tu madre podría beneficiarse de una ayuda que no está dispuesta a aceptar, pero en su ausencia, una tercera persona neutral —un consejero o, si eres religioso, un clérigo— podría ayudar a evitar que la situación se descontrole. El simple hecho de tener a alguien más presente puede ser suficiente para mantener la conversación en el buen camino.
No puedes controlar la reacción de tu madre. Lo que sí puedes hacer es ser honesto sobre la vida que has elegido. No todas las historias familiares son como los padres esperan, pero al menos puedes ofrecerles claridad, y también a ti mismo.