En mayo, más de 100 empleados de Varda Space Industries se reunieron en la sede de la empresa aeroespacial del sur de California para ver en tiempo real una cápsula que se precipitaba hacia la Tierra a casi 29.000 kilómetros por hora.

Cada pocos minutos, una voz se proyectaba en los altavoces diciendo las coordenadas de los socios de Varda en Australia, donde se proyectaba que caería la cápsula. Las actualizaciones fueron recibidas con vítores porque los cálculos de Varda sobre el viaje resultaron ser correctos. La cápsula aterrizó “en el objetivo”, es decir, donde la empresa había previsto.

El ejercicio pretendía demostrar que Varda y sus socios podían rastrear con éxito un misil hipersónico, un cohete o un avión dron y calcular su trayectoria desde el espacio en cuestión de minutos, de modo que en teoría se pudiera interceptar el objeto. Las tecnologías para localizar objetos que se mueven tan rápido son muy codiciadas, y ningún ejército las tiene actualmente, según dijeron funcionarios de defensa.

“El estándar para el éxito es abrumador”, dijo Will Bruey, director ejecutivo de Varda, que trabajó en la prueba con la empresa de armas de inteligencia artificial Anduril y la empresa aeroespacial LeoLabs. “Lograrlo no solo requiere precisión técnica para mover el vehículo en órbita, sino también rastrearlo y reportar sobre él”.

Muchas compañías tecnológicas y empresas emergentes de tecnología de defensa han realizado recientemente simulacros similares para mostrar su destreza tecnológica porque aspiran al mismo objetivo: conseguir una parte del proyecto “Cúpula Dorada” del presidente Donald Trump, un hipotético sistema de defensa capaz de interceptar cohetes y misiles.

Durante su campaña del año pasado, Trump prometió construir un sistema estadounidense similar a la Cúpula de Hierro israelí, que protege al país contra ataques con misiles. En enero, Trump firmó una orden ejecutiva para crear el escudo defensivo. Ha dicho que la Cúpula Dorada costará 175.000 millones de dólares, y que es probable que se gasten decenas de miles de millones más, lo que la convierte en uno de los proyectos militares más ambiciosos de su gobierno.

“Tendremos el mejor sistema jamás construido”, dijo en un discurso en el Despacho Oval sobre el escudo de defensa en mayo.

Los expertos en defensa han dicho que el plan de Trump podría costar más de 1 billón de dólares, y han añadido que no está claro si incluso la tecnología más avanzada podría crear una barrera impenetrable alrededor de Estados Unidos.

Pero las empresas tecnológicas no están esperando. Muchas han acudido en masa a conferencias sobre defensa y han hecho ejercicios para mostrar desde sonares que vigilan las amenazas entrantes hasta láseres que disparan misiles desde el espacio. Es probable que las empresas elegidas para la Cúpula Dorada se conviertan en las nuevas piedras angulares de la defensa estadounidense, dijeron oficiales militares implicados en el proyecto.

Empresas tecnológicas más grandes, como Palantir, que construye sistemas avanzados de procesamiento de datos, y Anduril, que fabrica sistemas de armamento basados en IA, ya han mantenido conversaciones para participar, dijeron dos oficiales militares informados de las conversaciones. También han mantenido conversaciones con el gobierno empresas más pequeñas de tecnología de defensa, como Epirus, Ursa Major y Armada, dijeron.

“Hay más de 100 empresas con sensores, satélites u otros dispositivos que quieren vender a la Cúpula Dorada”, dijo Mark Montgomery, contralmirante retirado y director del Centro de Innovación Cibernética y Tecnológica de la Fundación para la Defensa de las Democracias, un grupo de expertos de Washington. “Esto es el salvaje Oeste, y se trata de una enorme oportunidad para quien sea seleccionado”.

La Casa Blanca y el Departamento de Defensa declinaron hacer comentarios sobre la Cúpula Dorada. Anduril también declinó hacer comentarios, y Palantir no respondió a una solicitud de comentarios.

La idea de una Cúpula Dorada no es nueva. En la década de 1980, el presidente Ronald Reagan intentó construir un sistema de defensa antimisiles conocido como Star Wars. El proyecto fracasó.

“Ronald Reagan lo quiso hace muchos años, pero no tenían la tecnología”, dijo Trump en mayo. “Pero es algo que vamos a tener. Vamos a tenerlo al más alto nivel”.

En esa reunión de mayo, Trump dijo que el proyecto se llamaría Cúpula Dorada y anunció que el general Michael Guetlein, subjefe de la Fuerza Espacial, dirigiría su desarrollo. Trump ha fijado un calendario ambicioso diciendo que quiere “tenerlo hecho en tres años”.

La Cúpula Dorada será mucho más amplia que la Cúpula de Hierro israelí. Mientras que la Cúpula de Hierro cubre un área del tamaño aproximado de Nueva Jersey, la Cúpula Dorada está destinada a hacer frente a una gama más amplia de amenazas —incluidos los misiles balísticos que vuelan al espacio antes de regresar a toda velocidad hacia la Tierra— para todo el territorio continental de Estados Unidos.

También es probable que la Cúpula Dorada tenga múltiples capas, incluida una para la defensa en tierra y otra para el espacio, dijeron funcionarios de defensa y expertos militares que han consultado sobre el proyecto. Reuters informó anteriormente de algunos detalles del programa.

Se espera que contratistas de defensa de larga trayectoria, como Lockheed Martin, Boeing y RTX (antes conocida como Raytheon), participen en el sistema terrestre y en otras partes del proyecto, dijeron dos funcionarios de defensa. Las empresas emergentes de tecnología de defensa entrarán en juego para las interceptaciones basadas en el espacio, que son altamente experimentales, dijeron.

“El interceptor espacial es, con diferencia, el elemento técnicamente más complejo”, dijo Charles Beames, coronel retirado y exdirector de sistemas espaciales del Pentágono, quien es presidente de York Space Systems, una empresa de tecnología de defensa. La Cúpula Dorada necesita los “puntos fuertes de las empresas espaciales y de defensa tradicionales con la innovación de las principales empresas actuales de tecnología de defensa”, dijo.

Interceptar un misil desde el espacio requiere sistemas que puedan rastrear con fiabilidad un objeto que se mueve a velocidades hipersónicas y predecir su trayectoria, así como decidir cuándo y cómo interceptar ese objeto y qué objetos interceptar, dijeron dos funcionarios de defensa.

Palantir ha debatido la construcción de una plataforma respaldada por IA para analizar las amenazas y controlar los distintos sistemas necesarios para seguir la trayectoria de un misil, mientras que Anduril ha debatido el uso de interceptores experimentales, como láseres, para derribar misiles, dijeron. Es probable que SpaceX, la empresa de cohetes de Elon Musk, ayude a construir infraestructuras y a poner satélites en órbita, añadieron.

SpaceX no respondió a la solicitud de comentarios.

También han entrado en juego empresas emergentes como Varda. La compañía se fundó en enero de 2021 para diseñar y hacer volar naves espaciales destinadas a fabricar productos farmacéuticos en el espacio. La empresa pone en órbita cápsulas reutilizables, que aprovechan la microgravedad para crear moléculas especializadas difíciles de producir en la Tierra. Varda ha recaudado más de 329 millones de dólares de empresas de capital riesgo como Founders Fund y Khosla Ventures.

Después de que Trump firmara su orden ejecutiva para un escudo antimisiles en enero, Bruey vio una oportunidad, dijo, de utilizar la tecnología de Varda para “apoyar las necesidades de seguridad nacional”.

Se reunió con ejecutivos de Anduril y LeoLabs, con los que tiene amistad, y les planteó la idea de trabajar juntos. Sus tecnologías combinadas podrían rastrear un objeto que se moviera a velocidades hipersónicas hasta la Tierra, como podría moverse un misil, dijo.

Las empresas se reunieron en mayo para la prueba. Varda proporcionó la cápsula, que se puso en órbita mediante una asociación con SpaceX. Los ingenieros de Varda se coordinaron con LeoLabs y Anduril para seguir la reentrada de la cápsula, prediciendo la trayectoria que seguiría y utilizando la tecnología de LeoLab para documentar el viaje en tiempo real.

“Queríamos apoyarnos y demostrar cómo la tecnología existente podía aplicarse a nuevas misiones”, dijo Tony Frazier, director ejecutivo de LeoLabs.

En la sede de Varda, durante la prueba, los empleados miraban las pantallas de una sala de control similar a la de la NASA que seguía la trayectoria de la cápsula. La cápsula, que ya llevaba unas semanas en órbita, inició su descenso a la Tierra a las 6:37 p. m. Justo después de las 6:55 p. m., estallaron los aplausos al desplegarse el paracaídas de la cápsula.

Doce minutos después, se confirmó que la cápsula había aterrizado en una zona remota de Australia. La demostración fue declarada un éxito.

“Nadie olvidará este día”, dijo Bruey. “Ya hemos empezado a planificar la próxima demostración de lo que podemos hacer”.

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