Contra las cuerdas

La Presidenta de México Claudia Sheinbaum está contra las cuerdas. Por un lado, el Presidente Donald Trump vuelve a amenazar con imponer aranceles sobre el comercio entre México y Estados Unidos. Estos aranceles serían extremadamente dañinos para la economía mexicana que depende del acceso a la inversión y los mercados de consumo de Estados Unidos.

El objetivo número uno de la Presidenta por supuesto es salvar el Tratado de Libre Comercio. La economía de México no ha tenido un buen desempeño, creció muy poco bajo la Administración de López Obrador y en el último trimestre del 2024, incluso decreció. Ese es el objetivo de la Presidenta, salvar la economía.

¿Qué tiene que hacer? Conceder ciertos elementos al Presidente Donald Trump, entre ellos extraditar a los narcotraficantes y detener el fentanilo, que es una prioridad del Presidente de Estados Unidos.

Por supuesto que mandar 29 presos, narcotraficantes, buscados por el FBI es fácil. Ya estaban en custodia del Gobierno de México.

La verdadera prueba es si la Presidenta Sheinbaum va a implementar un programa de detención de narcotraficantes, de delincuentes por todo el País; una estrategia, una operación clara para poder seguir mandado a los Estados Unidos.

Ahí es donde se va a topar con resistencia. No nada más quizás mayor violencia, como la vimos en las operaciones de la Administración de Felipe Calderón por parte del crimen organizado, sino también obviamente resistencia política.

¿Por qué? Porque se habla de un contubernio entre el crimen organizado y la coalición gobernante encabezada por Morena; ahí es donde la Presidenta va a tener que cortar con muchos de los políticos de Morena, comenzar a buscar deponer a ciertos Gobernadores, Alcaldes e incluso que estén coludidos con el narcotráfico y empezar a mandarlos a Estados Unidos.

Eso le va a crear un problema político, sin duda. Por supuesto como dicen el fruto, ya maduro y fácil de mandar a los Estados Unidos, son los delincuentes ya en custodia del Gobierno mexicano.

Empezar a trastocar los intereses de Morena con el crimen organizado, con toda la relación que hay en política entre el crimen organizado y la coalición gobernante desde la Administración de López Obrador, pues ya es otra cosa. Ahí es donde la Presidenta va a ver los límites de su poder, pero por otro lado le dan una oportunidad de empezar a limpiar la casa; de empezar a decirle a su propia coalición que este tipo de contubernios no es posible y empezar a confrontar este gran problema de corrupción que hay en México y de crimen organizado.

Para la Oposición: buenas noticias. Muchas, muchos, de los personajes de la Oposición pensaban que el peso-contrapeso para Morena y su coalición iba a venir de Washington sobre todo en una segunda administración de Donald Trump, pues tienen razón, no solamente le abren un campo de maniobra a la Presidenta, sino que hoy es Trump el que está forzando al Gobierno mexicano a limpiar casa, a comenzar a confrontar el criminal organizado, y a empezar a romper con políticos corruptos en contubernio con el crimen organizado.

Una ventaja, un posible campo de maniobra para la Presidenta, no va a ser fácil. Va a tener que empezar a cortar cabezas dentro de su propia casa, su propia coalición, pero lo tiene que hacer para poder salvar la economía de México y el Tratado. Es una situación muy compleja, la Presidenta está contra las cuerdas pero también es, como toda crisis, una oportunidad.

Caro Quintero: la entrega como moneda de cambio

La entrega a Estados Unidos de 29 personas acusadas de delitos relacionados con el narcotráfico, entre quienes se encuentra Rafael Caro Quintero, cuya captura y entrega marcan el cierre de una persecución que las autoridades estadounidenses han mantenido durante cuatro décadas, se posiciona como una de las mayores extradiciones en la historia de México y un gesto clave en la relación de seguridad bilateral.

La Administración de Donald Trump, que ha intensificado la presión sobre México con amenazas de imponer aranceles, exige acciones más contundentes contra el tráfico de drogas, particularmente el fentanilo, y el control de los flujos migratorios. Todo esto ocurre en un contexto global donde las posturas nacionalistas, aislacionistas y de baja tolerancia al otro están ganando terreno.

La tan esperada entrega de Rafael Caro Quintero, tras casi 40 años de intentos fallidos, no solo tiene implicaciones legales e históricas, sino que también se erige como un símbolo en la agenda de seguridad bilateral. Representa una concesión clave del Gobierno de Claudia Sheinbaum en la lucha contra el narcotráfico, al tiempo que refuerza la cooperación con las agencias de inteligencia estadounidenses, particularmente la DEA.

Caro Quintero fue el fugitivo más buscado por la DEA durante décadas, con una recompensa de hasta 20 millones de dólares por información que facilitara su captura. Cuando fue reaprehendido en México en 2022, Estados Unidos solicitó de inmediato su extradición. «No hay lugar donde esconderse para quien secuestra, tortura y asesina a agentes de la ley estadounidenses. Estamos profundamente agradecidos a las autoridades mexicanas por la captura y arresto de Rafael Caro Quintero», declaró entonces el Fiscal General de EU, Merrick Garland.

El interés de Washington en su captura está ligado a uno de los episodios más oscuros de la relación México-Estados Unidos: el asesinato del agente de la DEA Enrique «Kiki» Camarena en 1985. Comprender el peso de esta entrega exige revisar tanto la participación de Caro Quintero en ese crimen como las reacciones estadounidenses, que en su momento consideraron el homicidio una afrenta directa.

Como muchos otros capos del narcotráfico, Caro Quintero nació en Badiraguato, Sinaloa, en una familia de escasos recursos. Tras la muerte de su padre, incursionó en el tráfico de mariguana en el llamado Triángulo Dorado, una región clave para la producción de drogas en México. En poco tiempo ascendió en el mundo criminal y, a sus 30 años, ya era socio de Miguel Ángel Félix Gallardo, el «Jefe de Jefes» del narcotráfico en los años 80.

Fundador del Cártel de Guadalajara y principal productor de mariguana del País, Caro Quintero amasó una fortuna estimada en 500 millones de dólares. Su poder lo enfrentó con el Gobierno mexicano, que en 1984 destruyó más de 10 mil toneladas de mariguana en su rancho «El Búfalo».

En represalia, meses después, el agente de la DEA Enrique Camarena fue secuestrado, torturado y asesinado, un acto que marcó un antes y un después en la cooperación bilateral en materia de seguridad.

El asesinato de Camarena se convirtió en un símbolo de la guerra contra las drogas en Estados Unidos. La DEA, impulsada por la indignación y la sed de justicia, hizo de la captura de Caro Quintero una obsesión. Aunque fue arrestado en 1985 y sentenciado en México, un fallo judicial le permitió salir en 2013. Su liberación provocó una crisis diplomática con Estados Unidos, que consideró la decisión como un acto de impunidad.

En 2022, la Marina mexicana lo reaprehendió, pero su extradición se vio frenada por una estrategia legal que ahora, con la presión de la Administración Trump, finalmente se resolvió a favor de Washington.

Más allá de lo legal, la entrega de Caro Quintero tiene un peso simbólico innegable.

Representa un acto de justicia para las víctimas del narcotráfico y una reivindicación histórica para la familia Camarena. Prueba de ello es que, al llegar a Nueva York, el exagente de la DEA que recibió a Caro Quintero le colocó las mismas esposas que pertenecieron a Enrique Camarena, cerrando así un ciclo de memoria y justicia.

La Administración de Trump celebró la entrega como un logro en su política de mano dura contra los cárteles. «Como ha dejado claro el Presidente Trump, los cárteles son grupos terroristas y este Departamento de Justicia está dedicado a destruirlos», afirmó la Fiscal General Pamela Bondi. Por su parte, el director del FBI, Kash Patel, reforzó el mensaje: «La era de dañar a estadounidenses y andar libre ha terminado». La DEA también enfatizó el significado de este momento: «Este día envía un mensaje claro a cada líder de los cárteles: no importa cuánto tiempo tome, la justicia los encontrará», declaró su administrador interino, Derek Maltz.

Este episodio no solo marca el fin de una persecución de décadas, sino que también evidencia la capacidad de negociación entre México y Estados Unidos. La entrega de Caro Quintero no ocurrió en un vacío: se inscribe en un delicado juego político donde la Administración de Sheinbaum busca evitar la imposición de aranceles y mantener una relación estable con su socio comercial más importante. En este sentido, más que una simple entrega de un narcotraficante, este acto se posiciona como una pieza clave en las tensiones y estrategias de la relación bilateral.

La cooperación en seguridad sigue siendo un punto de presión en las negociaciones entre ambos países. Si bien esta extradición refuerza la imagen de México como un aliado confiable, también deja en claro que Washington sigue marcando la agenda en la lucha contra el narcotráfico. En medio de un escenario global convulso, este episodio demuestra que la política, la seguridad y la justicia son, muchas veces, una misma moneda de cambio; veremos si esto es suficiente para aplazar de nuevo la entrada en vigor de los aranceles cuya imposición amenazó Trump entrarían en vigor el próximo martes.

Tony Payán es Director Ejecutivo del Centro para Estados Unidos y México del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice, y Rodrigo Aguilar Benignos es CEO de Wiljan Consulting. Miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos.

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