La Coordinación de Salud Mental y Adicciones, de la Dirección de Prestaciones Médicas (DPM) del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), exhortó a la derechohabiencia para que acuda a su Unidad de Medicina Familiar (UMF), para la atención oportuna del Trastorno del Espectro Autista (TEA).
En caso de que la persona presente dificultad en la comunicación, en la interacción social, patrones repetitivos y restringidos de comportamiento, e intereses o actividades debe llevarlo a su UMF.
El IMSS cuenta con un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud como Médicos Pediatras, Neurólogos pediatras, Psiquiatras Infantiles y Psicólogos Clínicos especializados en la detección y atención oportuna del TEA.
Esta detección puede darse desde la consulta en la UMF a través de la observación directa del comportamiento, entrevistas con la familia y la aplicación de pruebas estandarizadas para evaluar el desarrollo, comunicación e interacción social.
El doctor Leonel Jaramillo Villanueva, jefe de Servicio de Salud Mental de la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional (CMN) Siglo XXI, señaló que el tratamiento brindado por el IMSS se adapta a las necesidades específicas de cada paciente.
“Cuando existen dificultades en el lenguaje se brinda terapia especializada en esa área; si hay problemas en las habilidades sociales, se recurre a terapia conductual en psicología. En otros casos, como en niños con problemas de la motricidad, se requiere apoyo de rehabilitación física” explicó el médico psiquiatra.
Puede comenzar a manifestarse desde los primeros meses de vida. No obstante, lo más habitual es que los signos se detecten entre los 18 meses y los 3 años. En casos donde los síntomas son más sutiles, estos pueden no ser reconocidos sino hasta más adelante, durante la niñez, la adolescencia o incluso en la edad adulta, señaló.
Algunas de las principales manifestaciones del TEA incluyen dificultades para comunicarse e interactuar con otras personas, para cambiar rutinas, así como comportamientos repetitivos y tendencia a tener intereses muy específicos. Algunas personas pueden evitar el contacto visual, no responder a su nombre o mostrar una sensibilidad inusual a sonidos, luces o texturas.
Aunque es una condición del neurodesarrollo que no tiene cura, con una atención oportuna la persona puede desarrollar habilidades sociales que le permitan tener una buena calidad de vida, así como prevenir la aparición de ansiedad, depresión, problemas del sueño y baja autoestima.
Algunas personas adultas con TEA logran desarrollar autonomía, estudiar, trabajar y mantener una vida independiente; sin embargo, otras pueden requerir acompañamiento continuo y apoyo específico para desenvolverse en las actividades cotidianas.