-Sobrevivió el Crucifijo a “El Neto” y la Santa Muerte
-Tres dardos clavados por el Papa en Juárez
-Los quince minutos de Francisco en el Cereso
-Trump presiona y dólar se devalúa
Ocurrieron múltiples incidentes al interior del Cereso estatal 3 tras la histórica visita del Papa Francisco a Juárez, pero nada movió ni un centímetro el Crucifijo de cristal que trajo de Roma y colocó en la capilla del penal.
Hizo ahí parada Su Santidad el 17 de febrero del 2016 como parte de la visita a esta frontera que venía apenas recuperando oxígeno tras la etapa de violencia, convulsión social, económica y ejecuciones sufridas entre 2007 y 2011.
Del 2016 a la presente fecha han ocurrido en el reclusorio intentos de motines, “jueves negros” para la población civil, asesinatos y hasta el pleno control delictivo que derivó en la sangrienta fuga masiva ocurrida en las primeras horas del nuevo año 2023.
Era el dueño del Cereso 3, Ernesto “El Neto” Piñón de la Cruz y su entonces imbatible grupo delictivo por él creado Los Mexicles, que mandaba por encima de los tradicionales Línea, Empresa, Chapos, Artistas Asesinos y cuantas facciones hay adentro y afuera del reclusorio.
Nada movió al Crucifijo de cristal de su lugar en la capilla construida específicamente para ser inaugurada por el líder mundial de los católicos, Francisco. Esa pequeña iglesia fue erigida donde antes había un pequeño altar de los internos a la Niña Blanca, a la Santa Muerte.
En la capilla todavía puede ser vista, además del Crucifijo, la placa alusiva al evento, “en recuerdo de la visita pastoral… Donde elevó sus oraciones por quienes se encuentran internos en los centros de reinserción social durante su visita al Cereso estatal número tres”. (Presentamos fotos tanto del Crucfijo, de la Placa y de la Capilla en versión digital de La Columna como prueba de que ahí permanecen aún hasta ayer).
La placa firmada por el entonces gobernador, César Duarte; y el entonces fiscal General, también que hoy en paz descanse igual que Francisco, Jorge González Nicolás.
Ha pasado graves turbulencias el Cereso aún con el Crucifijo de cristal en su interior pero al fin ha logrado dos años ya de relativa calma.
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Quince minutos duró el discurso del Papa Francisco con los reos de ese centro penitenciario.
Fue la última actividad de Su Santidad, antes de retirarse del país, en aquella gira que lo llevó a Palacio Nacional, Chiapas y finalmente esta frontera.
“No quería irme sin saludarlos y celebrar con ustedes el jubileo de la misericordia”, les dijo en el interior del Cereso, para resaltar la confianza que Jesús “nos impulse la misericordia que abraza a todos”.
“Celebrar el jubileo de la misericordia es recordar el camino para romper círculo de violencia y delincuencia”, les dijo.
Tuvo severas palabras para el sistema penitenciario, con décadas perdidas, pensando que todo se resuelve aislando, encarcelando.
En ese sentido, expresó el Papa en aquella breve presencia, la sociedad olvida la verdadera preocupación, lo importante que es la vida de las personas.
“Pareciera que las cárceles buscan incapacitar a las personas de seguir cometiendo delitos más que promover procesos de reinserción que permitan atender procesos sociales, psicológicos y familiares… es un llamado a intervenir atendiendo causas estructurales y culturales de la inseguridad que afectan todo el entramado social”.
No te preguntes -les dijo- por qué estás aquí, sino para qué estás aquí.
Tampoco dejó ir ilesos a los presos. Les pidió ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión, “trabajen para que esta sociedad que usa y tira a gente, no siga cobrando víctimas”.
Recibió el Santo Padre, dos obsequios de los internos, una vasija de Paquimé y un bastón en madera con el cristo crucificado.
Calaron hondo las palabras del Papa entre los internos, pero igual en la sociedad copartícipe de las circunstancias.
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Dejó el Papa Francisco, fallecido apenas después de celebrar su último Domingo de Resurrección, tres dardos clavados en esta frontera desde su visita el 17 de febrero de 2016; son tres realidades todavía vigentes sobre las que bien vale la pena reflexionar.
Su deceso da oportunidad para ello porque fue la frontera uno de los puntos que marcó con su viaje apostólico a México, en el que minimizó los ceremoniales oficiales y optó por acudir a puntos de conflicto en la capital del país, Ecatepec, San Cristóbal de las Casas, Tuxtla Gutiérrez, Morelia y esta ciudad chihuahuense.
Desde aquí, el sucesor de Pedro dio muestras de sus orígenes en el ala más crítica de la iglesia, la de los jesuitas, orden considerada pensante, la que antepone el razonamiento y el análisis al dogma católico, pero no se sale de este, sino que busca la forma de justificarlo con la razón.
Comentamos arriba su visita al Cereso 3, a donde arribó después de aterrizar en el aeropuerto Abraham González,
el Sumo Pontífice dijo que no podía irse de México sin visitar a sus presos, pero llenó su mensaje de alegorías sobre las prisiones en que vive el mundo entero.
“Las cárceles son un síntoma de cómo estamos en sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y de omisiones que han provocado una cultura del descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que, poco a poco, ha ido abandonando a sus hijos”, afirmó frente a los directivos de los penales, autoridades municipales, estatales y federales y representantes del sistema de justicia.
Poco después, en el Encuentro con el Mundo del Trabajo, dio una repasada a la doctrina social de la iglesia y la trajo a la realidad del modelo económico. Frente a los empresarios y organizaciones laborales, hizo severas críticas al sistema en el que los seres humanos son vistos solo como herramientas de producción.
“La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales, provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar, y descartar… Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días… el capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas”, advirtió.
Luego, en la misa en El Punto -cuando Donald Trump era candidato a un primer periodo de gobierno y amenazaba con el muro- visualizó desde entonces la crisis migratoria-humanitaria que si aquel entonces era grave, en los años siguientes fue peor.
El evangelio según San Lucas sobre la ciudad y la sociedad que se desmorona, le puso la mesa para la analogía con una frontera devastada, llamada a levantarse y renacer, tarea inacabada y cada vez más compleja.
La estructura oficial de entonces, en todos sus niveles, buscó uniformar el mensaje y controlar todos los escenarios a Francisco, además de generar una percepción de que el obispo de Roma avalaba aquel renacer de la frontera que entonces se promocionaba.
Pero el Papa, rebelde y disruptivo, abrió fuego en todos los frentes. Si bien rió con todos, bendijo a todos, trató bien a todos, sus tres mensajes esenciales no fueron nada agradables a los gobiernos ni a la clase privilegiada que gobierna Juárez.
Esas realidades que advirtió en su momento prevalecen, casi iguales o peores en algún sentido, pero su peregrinación por México no fue en balde; al contrario, es la muestra de que la eternidad es el límite en las luchas por los grandes cambios.
Descanse en paz Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco.
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Tanto va el agua al cántaro que al final se rompe, reza el dicho que muy bien aplica para la situación que ha generado Donald Trump.
Es el caso del dólar, que está terminando por romperse y amenaza con expandir una crisis de consecuencias incalculables.
Ayer, el indicador de la divisa en cuestión, bajó hasta un 98.3, provocando una ola de apreciaciones de monedas alrededor del mundo. La caída es la mayor de los últimos tres años.
La devaluación del dólar es consecuencia de la pérdida de confianza en la economía norteamericana. Esto lo ha generado el propio Trump.
El punto central, sin embargo, no son los aranceles, sino la intención de intervenir en el Banco de la Reserva Federal.