La convocatoria “Mujer Rural 2025”, promovida por la Secretaría de Desarrollo Rural de Chihuahua, representa una iniciativa loable que busca reconocer el trabajo de mujeres dedicadas a las actividades agropecuarias, artesanales y productivas. Se contemplan 40 categorías que abarcan desde la producción agrícola, apícola o ganadera, hasta oficios menos tradicionales como gastronomía rural, cosmética artesanal o medicina tradicional. Este esfuerzo va más allá de un premio: se trata de visibilizar una diversidad de aportes que muchas veces permanecen ignorados por la urbanidad y por políticas que suelen priorizar a los grandes productores, dejando en la sombra a quienes, desde lo local, sostienen el tejido comunitario.

El reconocimiento que otorga esta convocatoria es, en esencia, un acto de justicia social. Por un lado, revaloriza el trabajo de las mujeres rurales, históricamente invisibilizado, y por otro, amplía la noción de productividad al integrar actividades que combinan saberes ancestrales, oficios comunitarios y economías domésticas. En esa medida, también rompe estereotipos, pues demuestra que el desarrollo rural no se limita a la mecanización agrícola ni a la figura masculina del hombre labrando la tierra, sino que involucra una amplia red de conocimientos y esfuerzos femeninos.

Uno de los aspectos más potentes de esta convocatoria es que fomenta la visibilidad de historias de vida: trayectorias personales, obstáculos enfrentados y consejos para otras mujeres que desean seguir sus pasos. Este ejercicio de narrar no solo empodera a las participantes al darles voz, sino que ofrece ejemplos concretos para que otras mujeres rurales se reconozcan, validen su esfuerzo e inspiren su propio camino.

Además, la ceremonia de premiación, que reunirá a más de mil quinientas mujeres rurales del estado, se convierte en un espacio de encuentro y de fortalecimiento comunitario, donde se generan redes de apoyo y se comparten experiencias valiosas. Sin embargo, es necesario subrayar que este tipo de iniciativas, aunque positivas, no bastan por sí solas para transformar las condiciones estructurales que enfrentan las mujeres en el campo. El reconocimiento no garantiza acceso a recursos, servicios básicos, infraestructura ni financiamiento. Aún persisten desigualdades de género, sobrecargas de trabajo, discriminación y acceso limitado a la tierra o a mercados justos. De igual forma, la verdadera inclusión solo será posible si se aseguran condiciones para que participen también aquellas mujeres en situación de aislamiento, indígenas, hablantes de lenguas originarias o con escasa conectividad.

“Mujer Rural 2025” es un paso importante en la dirección correcta porque reconoce, visibiliza y honra el esfuerzo de las mujeres rurales chihuahuenses, pero el verdadero éxito de la convocatoria dependerá de que no se quede en una celebración simbólica. Su impacto real se medirá en la medida en que sirva para impulsar políticas públicas más amplias, mejorar el acceso a financiamiento, capacitación e infraestructura, y abrir espacios de desarrollo equitativo. Reconocer a la mujer rural es fundamental, pero transformar sus condiciones de vida es la meta que debe seguir cualquier política pública comprometida con la justicia social y con un desarrollo verdaderamente inclusivo.

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