Con base en cientos de estudios en ciudades mexicanas, una de las mayores preocupaciones de los urbanistas son los efectos -perversos- que trae consigo el crecimiento disperso: lo caro que resulta brindar servicios municipales como seguridad, recolección de basura y mantenimiento a las calles, parques y alumbrado, además de dotar de equipamiento como el educativo y de salud, además de cuestiones de tipo social como segregación, exclusión y marginación y otras más por demás conocidas que no son otra cosa más que caldo de cultivo de sentimientos y conductas que complican la vida y comunidad urbanas, desapego e inseguridad.

Por eso, y por lo que hemos vivido, es que la ola reciente de proyectos inmobiliarios en altura que se están construyendo a primera instancia parecen ser una buena noticia que vendría a aminorar una serie de problemas que nos aquejan, pero, porque más que rumores el crecimiento vertical es ya una realidad en nuestra ciudad, no está de más preguntarnos cuáles y de que tipo serán los que se desencadenarán, porque no es que se busque el lado negativo de los hechos, sino porque sabiendo que como lo es en cualquier sistema, y la ciudad lo es, cualquier elemento que se modifique en él, para bien o para mal, altera a todo el resto en mayor o menor medida.

Lo cierto es que si de competitividad hablamos, como se usa hacerlo en esta ciudad, el tener crecimiento vertical es bien visto y en eso, dentro de las mediciones que el Instituto Mexicano para la Competitividad, obvio no ganamos puntos. Para tener una idea, en cuanto a Gobiernos Eficientes y Eficaces, en el rubro de Nuevas Viviendas Verticales correspondiente a 2022 teníamos un indicador extremadamente bajo, cero, para ser exactos, que nos colocaba en el lugar 54 de 56 ciudades evaluadas que contrastaba con el 91.5 y segundo lugar nacional en términos de viviendas nuevas intraurbanas, con un crecimiento de la mancha urbana también muy bajo, 0.3 y lugar 40, lo cual se explica porque el grueso de la construcción de vivienda fue de tipo medio y medio residencial en predios ya consolidados. En cuanto a la densidad, nos indica que somos una ciudad plana pues ocupamos el lugar 54, lo cual en términos reales según el IMIP en el 2020 era de 43.34 personas por hectárea, en contraste con el 57.77 del año 2000 ¿Ve usted cómo los números nos dicen cosas y dan la razón de que el crecimiento disperso como el que se dio en el suroriente no es bueno para nadie? Bueno, excepto para quienes hicieron negocio con ese modelo de urbanización que, si bien se dio en aquella zona, a todos afecta incluyéndolos a ellos.

Ya con números y remembranzas vuelvo a preguntar ¿y ahora qué sigue? Porque las pláticas entre vecinos de las torres se elevan en el paisaje urbano no son tan optimistas como lo quieren hacer ver quienes las promueven. ¿El agua que desde hoy sale con poca presión en mi casa será suficiente cuando se ocupen todos esos departamentos? ¿Tanto comercio y departamentos me afectará con más apagones? Y la clásica: si ahora mismo el tráfico ya no se aguanta ¿qué pasará en la zona con la carga de cientos de vehículos más? Pregunte a los habitantes de la zona de sendero que en un principio vivieron muy a gusto, pero conforme se han ido sumando más fraccionamientos estos temas se han convertido en una pesadilla porque aunque fue crecimiento “planeado”, en ningún rubro se estimó la demanda de servicios e infraestructura a la que se llegaría… solo se tenía suelo “por desarrollar”, que por cierto era reserva ecológica; los “desarrolladores” solo resolvieron “su pedacito” sin importar lo que su actuar ocasionó

Todos estos y más cuestionamientos pueden considerarse válidos, porque no se ve que se estén realizando trabajos para ampliar infraestructura de ningún tipo: ¿usted ve que se estén construyendo plantas para ampliar el suministro de energía eléctrica? ¿O perforando pozos y ampliando diámetros de tuberías? ¿O trabajando en hacer más fluido el tráfico en dónde saben desde, ya que habrá más conflicto? Y otros nos preguntamos, ¿van a tener su propia planta tratadora de aguas?

Quienes están promoviendo las torres departamentales están pasando por alto o, a lo mucho, están tomando el porcentaje de donación que marca el reglamento, cuando la verdad es que la densificación que van a provocar conducirá a un déficit aún mayor de áreas verdes y espacio público, que nunca podrá ser sustituido por los gimnasios y albercas que esos edificios ofrecen, que no son eternos, por lo que llegará el día que les tendrán que dar mantenimiento por su cuenta. Y también… solo resuelven su pedacito, su lote, pero ¿qué le dan a la ciudad?

¿Estamos preparados? ¿La normatividad se ha adecuado para darles cabida en la ciudad? ¿O nos van a tomar desprevenidos para hacer más grande el caos?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *