Los Ángeles– A un lado de la Placita Olvera, uno de los centros de reunión de la comunidad latina de Los Ángeles, encontré dos camiones de carga con los restos de los autos quemados durante las recientes protestas. Apenas quedaban pedazos de las llantas y de los asientos. Todo era gris y cenizas. Eran autos sin chofer –robotaxis– de la empresa Waymo que suspendió sus servicios en el Centro de la ciudad luego de perder cinco vehículos. Esos autos fueron presa fácil, ya que se detienen automáticamente si hay una persona frente a ellos.

¿Quiénes son los responsables de la quema de autos y de los ataques a la Policía? Hasta el momento hay cuatro arrestados, incluyendo a un indocumentado mexicano –con antecedentes criminales– que supuestamente tiró un coctel molotov a los agentes durante las protestas, según reportó The Washington Times. Pero lo que sí está claro es que las organizaciones proinmigrantes y los que participaron en las marchas de los últimos días no tienen la culpa de los actos vandálicos.

La diferencia es muy importante. Esas imágenes son usadas por el presidente Trump y por sus seguidores para sugerir que muchos de los inmigrantes son invasores violentos dispuestos a dañar a Estados Unidos. La realidad es muy distinta: la gran mayoría de los inmigrantes y de los manifestantes son pacíficos, no son criminales, pagan impuestos y contribuyen a la economía del país, pero sencillamente no están de acuerdo con las deportaciones ni con la separación de familias que promueve el Gobierno de Washington. Por eso protestan.

Le pregunté sobre esto en una entrevista a la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass. ¿Quiénes son los que iniciaron los actos violentos en Los Ángeles, quemando autos, atacando a la Policía y llenando de grafiti edificios públicos y propiedad privada en el Centro de la ciudad? “Creemos que vienen de las redes sociales”, me dijo la alcaldesa en el centro de operaciones de emergencia de la ciudad. “Pero no sabemos quiénes son… lo que sí sabemos es que no están vandalizando la ciudad porque quieren ayudar a los inmigrantes; si les interesaran los inmigrantes no harían algo que atrajera las Fuerzas Armadas de Trump”. ¿Qué van a hacer los 700 infantes de marina, enviados por el presidente, si entran a la ciudad? “No tengo ni la menor idea de lo que van a hacer”, me contestó. “No necesitamos a los militares”.

La alcaldesa estaba preocupada por la imagen que el mundo tiene de Los Ángeles. “El 99 por ciento de la ciudad está en calma”, me dijo, aunque eso no aparece en las redes sociales ni en los canales de televisión a nivel internacional. En la mente de la alcaldesa estaba la preparación de la ciudad –y su imagen– para los partidos del Mundial el próximo año y para la celebración de las Olimpiadas en el 2028.

El Gobierno de México y sus consulados tampoco son responsables de la violencia en las calles de Los Ángeles. La secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, acusó equivocadamente a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, de incitar a la violencia. “Y por eso la condeno”, dijo Noem, en un evento en la Oficina Oval, frente a Trump. Pero la presidenta jamás incitó a la violencia en las calles de Los Ángeles. Al contrario. “Condenamos la violencia y llamamos a la comunidad mexicana a actuar de manera pacífica”, dijo Sheinbaum. Y luego añadió que la quema de patrullas parecía más “un acto de provocación que de resistencia”.

¿De dónde sacó esa mala información la secretaria Noem? Quién sabe. Pero una de las personas que debía estar mejor informada en todo el mundo no lo estaba y más bien parecía que quería buscarse un nuevo pleito con México. Trump, a quien le gusta presumir de ser “el gran negociador”, no sabe cómo salir de esta. Podría proponer una legalización de indocumentados, pero tanta generosidad no está en su ADN.

La violencia nunca es una alternativa viable. Eso lo aprendimos tanto de Gandhi y Nelson Mandela como de Martin Luther King y César Chávez. Y tampoco es aceptable en las calles de Los Ángeles. Pero eso no significa que hay que quedarse callados ante los abusos de poder durante las deportaciones y las separaciones de familias.

Los Ángeles ya le dijo que no a Trump. Ahora vamos a ver qué hace.

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