«Los problemas ambientales, como todos los demás, pueden resolverse siempre y cuando se tenga el conocimiento adecuado».
Steven Pinker
Cancún.- El expresidente López Obrador enfrentó el sargazo como hizo con otros problemas: primero lo negó, después culpó a los gobiernos anteriores y luego afirmó que lo había resuelto. Sin embargo, el sargazo sigue aquí.
En la mañana del 24 de junio de 2019 en Cancún declaró: «El sargazo no es un problema». Su gran preocupación era que se contratara a empresas privadas para combatirlo. «El Estado va a tener ya su propio equipo, va a tener su propio personal, que va a ser de la Marina. Entonces, ya vamos a poderlo afrontar como un problema de Estado, no como un problema de negocio, porque era lo que se venía haciendo».
Insistió: «Lo del sargazo es un asunto menor. Lo voy a ejemplificar. En la ciudad de México se recogen diariamente 13 mil toneladas de basura y el sargazo significa recoger 340 mil toneladas». Después corrigió: «Estamos hablando del 3 por ciento: 341 kilos de sargazo, 13 mil toneladas de basura, 341 kilogramos diarios de sargazo. Claro, este problema heredado, como otros, se ha magnificado para cuestionar al nuevo gobierno, pero no hay motivo de preocupación». Las contradicciones en las cifras subrayaban su desconocimiento del tema. No es lo mismo 340 mil toneladas que 341 kilogramos, mientras que el 3 por ciento de 13 mil toneladas son 390 toneladas.
El 28 de mayo de 2020 Andrés Manuel regresó sobre el tema: «El año pasado se resolvió y lo mismo ahora.. Ya se tienen seis embarcaciones que se fabricaron en ese tiempo para recoger el sargazo». El 17 de marzo de 2023 quiso desmentir una nota de Reforma y declaró: «Afortunadamente no hay sargazo. Las playas están limpias y es un paraíso el Caribe con su mar azul turquesa». El 8 de agosto de 2024 reiteró: «Nosotros ya resolvimos este problema, que cuando llegamos tenía muy preocupados a muchos hoteleros de Cancún y de toda la Riviera Maya».
La verdad es que el problema no está resuelto. Los hoteles siguen haciendo enormes esfuerzos para paliarlo, colocando, por ejemplo, barreras físicas para evitar que el sargazo llegue a sus playas. En el hotel en el que escribo hay una barrera, pero también un equipo de seis personas y un trascabo que limpian la playa en las mañanas. Fuera de los límites del hotel, el sargazo se acumula. Por doquier el agua transparente se vuelve parda y maloliente; la arena debajo del mar se siente limosa, babosa.
Brigitta I. van Tussenbroek, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, en la unidad de Puerto Morelos, Quintana Roo, señala que la masa de sargazo en el Atlántico ha alcanzado ya las 37.5 millones de toneladas métricas, casi el doble que el récord de 2018, cuando los satélites detectaron entre 20 y 22 millones de toneladas. Se espera que en todo 2025 lleguen al Caribe mexicano 100 mil toneladas. Es «un desastre total, no hay otra manera de describirlo», dice sobre las consecuencias en los ecosistemas de la costa mexicana.
El sargazo cumple una función ambiental valiosa en alta mar, pero en las playas se pudre y tiene consecuencias negativas. La culpa no es de AMLO, sino del calentamiento global y del incremento de nutrientes en el mar por el vertido de fertilizantes de las tierras de cultivo. El expresidente, sin embargo, primero se negó a reconocer el problema y después quiso resolverlo con el trabajo aislado de una Marina ya agobiada con sus labores como policía y administradora de aduanas. El esfuerzo ha fracasado. El sargazo sigue aquí.
Tren Maya
La destrucción por el Tren Maya continúa. Semarnat ha autorizado un nuevo desmonte de selva para una terminal de carga en Cancún. José Urbina, buzo y ambientalista, escribió: «Quien alaba el tren en la selva alaba una campaña proselitista e inmobiliaria, no un sistema de transporte, porque el tren falla, pero la devastación triunfó, costara lo que costara».
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