El presidente Donald Trump recibió un aplauso estruendoso durante su segundo discurso de investidura en enero, cuando prometió “poner fin inmediatamente a toda censura gubernamental y devolver la libertad de expresión a Estados Unidos”.
Era el estribillo popular sobre la libertad de expresión de su larga marcha fuera del desierto político y de sus ataques durante su primer mandato contra la “cultura de la cancelación”, que había calificado de “la definición misma del totalitarismo”. Su mensaje tuvo especial resonancia entre sus partidarios. Después de todo, las principales empresas de redes sociales lo desterraron a él y a otros de sus servicios en los días y semanas posteriores a los disturbios del 6 de enero de 2021.
Sin embargo, ahora está llevando a cabo la ofensiva gubernamental más punitiva contra las principales instituciones mediáticas estadounidenses de los tiempos modernos, utilizando lo que parecen ser todas las herramientas a su disposición para erradicar la información y los comentarios con los que no está de acuerdo.
La decisión de ABC del miércoles de suspender “indefinidamente” el programa nocturno de entrevistas de Jimmy Kimmel, por los comentarios que el presentador hizo sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk, ilustra la eficacia del gobierno hasta ahora. Lejos de censurar el silenciamiento de un comediante, Trump celebró lo que calificó de “cancelación” declarándolo “Gran Noticia para Estados Unidos” en Truth Social. Más tarde dijo que las cadenas cuyos presentadores lo critican deberían perder sus derechos de emisión.
La decisión se produce después de que CBS y ABC llegaran a acuerdos legales multimillonarios en demandas interpuestas por Trump que los expertos jurídicos habían considerado arriesgadas; después de que CBS News aceptara cambiar la forma en que presenta las entrevistas políticas bajo la presión del gobierno, y después de que Paramount Skydance, la empresa matriz de CBS recientemente fusionada, aceptara nombrar a un “ómbudsman” para atender las quejas sobre su cobertura. (La empresa nombró para el puesto a un veterano de la política conservadora).
“En conjunto, los ataques a todas nuestras instituciones mediáticas no tienen ciertamente precedentes en la historia moderna de Estados Unidos”, dijo Victor Pickard, profesor de política de los medios de comunicación en la Universidad de Pensilvania. “No se me ocurre ningún paralelismo”.
La suspensión de Kimmel fue especialmente sorprendente, dijo Pickard, porque se produjo de manera muy rápida después de que el presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por su sigla en inglés), Brendan Carr, designado por Trump, sugiriera en términos inequívocos que podría considerar la posibilidad de sancionar a las emisoras locales que emitieran los programas de Kimmel.
Carr estaba entre quienes habían acusado a Kimmel de mentir sobre las creencias políticas del asesino de Kirk, Tyler Robinson. Kimmel, en su programa del lunes, dijo que los partidarios de Trump estaban “intentando con desesperación” pintar a Robinson “como cualquier cosa que no fuera uno de ellos”. (Las autoridades policiales dijeron que Robinson, de Utah, había dado recientemente un giro a la izquierda en sus opiniones).
Hablando con el presentador de un pódcast de derecha Benny Johnson, Carr dijo que la FCC iba a tener que buscar “soluciones”, y señaló que las “emisoras autorizadas” que emiten la programación de la ABC tenían que oponerse a la cadena matriz.
Al hacer recaer la responsabilidad en las emisoras de la ABC, Carr pareció tomar prestada una página del libro de jugadas del gobierno de Richard Nixon. Este había sido pionero en la práctica de plantear posibles acciones contra las licencias de las emisoras para presionar a las principales cadenas para que siguieran la línea del gobierno.
Las cadenas dependen de emisoras y grupos de emisoras independientes para emitir sus programas a escala nacional.
Nixon veía a los directores de esas emisoras, sobre todo en las zonas gobernadas por los republicanos, como aliados potenciales contra sus cadenas afiliadas de Nueva York. Se vio consumido por el escándalo Watergate antes de que el plan diera muchos frutos, pero había dado con algo.
Unos 30 años después, fue la presión de las afiliadas la que ayudó a forzar la última gran cancelación de un programa nocturno a raíz de un alboroto político. En 2002, ABC puso fin al programa de Bill Maher, Politically Incorrect, tras las críticas de la Casa Blanca por los comentarios que Maher había hecho en relación con los atentados del 11 de septiembre.
La diferencia esta vez fue que los comentarios de Carr se referían explícitamente al hecho de que las emisoras están autorizadas por el gobierno. Y fueron seguidos rápidamente por el anuncio de un importante grupo de emisoras afiliadas a la ABC, Nexstar, de que interrumpiría de forma independiente el programa de Kimmel. ABC anunció después que lo haría a escala nacional, “indefinidamente”, aunque no dijo por qué. Nexstar está llevando a cabo una fusión de emisoras que requerirá la aprobación de la FCC. (Sinclair, otro de los principales propietarios de emisoras locales, dijo entonces que también interrumpiría el programa de Kimmel).
En su intervención en el programa Fox News de Sean Hannity tras la cancelación, Carr se centró en las licencias de las emisoras, señalando que se espera que los titulares de licencias de radiodifusión operen en aras del “interés público, la conveniencia y la necesidad”.
La ortodoxia conservadora llevaba tiempo desaprobando estos dictados gubernamentales sobre los contenidos, lo que contribuyó a ponerle fin a la “doctrina de la imparcialidad” —que, entre otras cosas, obligaba a las emisoras a presentar todos los puntos de vista de las cuestiones controvertidas— en la era Reagan, y consiguió llevar una sensibilidad más de tipo laissez-faire, sin intervención del Estado, a la FCC.
Carr señaló que su agencia había “renunciado a hacer cumplir esa obligación de interés público”, pero le dijo a Hannity que eso estaba cambiando. “En la FCC vamos a hacer cumplir la obligación de interés público”, dijo. “Si hay emisoras a las que no les guste, pueden entregar su licencia”.
Carr había sido un ardiente crítico del gobierno de Biden cuando este intentó presionar a las plataformas de redes sociales por la circulación de desinformación electoral y de salud.
“Hemos vivido un aumento de la censura”, dijo Carr en un discurso pronunciado en la primavera de 2024. “Cada vez que aumenta el control gubernamental, necesariamente disminuye la libertad de expresión, porque la libertad de expresión es el contrapeso; la libertad de expresión es el freno al control gubernamental”.
Por otra parte, Trump hizo el mismo cambio. Incluso ahora, él y su gobierno arremeten contra cualquier atisbo de la llamada moderación de contenidos en las redes sociales —que, por ejemplo, tendió a afectarlo a él y a sus partidarios cuando dijeron falsamente que las elecciones de 2020 habían sido robadas—, mientras prosiguen sus esfuerzos por castigar a periodistas, comediantes y comentaristas que le desagradan a Trump.
Incluso antes del asesinato de Kirk, Trump estaba ganando fuerza en su campaña contra las empresas de medios de comunicación tradicionales. Ahora, ha cobrado aún más impulso.
En una demanda que Trump presentó contra The New York Times esta semana, el presidente señaló los acuerdos de ABC y CBS como reivindicación de que sus demandas eran “muy meritorias”.
El vicepresidente JD Vance dijo que quien celebró la muerte de Kirk podría estar protegido por motivos de libertad de expresión, pero no debería estar protegido de ser despedido o, en el caso de los profesores universitarios, de perder la financiación federal. La fiscal general Pam Bondi le dijo a un presentador de pódcast: “Los perseguiremos absolutamente, iremos por ustedes, si le dirigen a alguien discursos de odio”.
Más tarde modificó sus comentarios para decir que no perseguiría los discursos, sino las incitaciones a la violencia.
Trump no habló con tantos matices el martes cuando Jonathan Karl, corresponsal de noticias de la cadena de Kimmel, lo presionó para que diera un comentario sobre los dichos de Bondi y las implicaciones para la libertad de expresión.
“Probablemente irá por gente como tú, porque me tratas muy injustamente”, dijo Trump. “Tienes mucho odio en tu corazón. Quizá vayan a por ABC”.
El jueves, Trump llamó “chiflado” a Kimmel y dijo que creía que los reguladores deberían revocar las licencias de emisión a los presentadores nocturnos que lo critican.
“Eso dependerá de Brendan Carr”, dijo.