Sacar de la pobreza a 13 millones de mexicanos es resultado de una serie de medidas que la Cuarta Transformación ha implementado en los ámbitos social y económico; uno de ellos es el manejo inflacionario. Este punto es fundamental para la visión gubernamental, ya que parte del hecho de que proteger la economía familiar es, ante todo, proteger a los más pobres de la amenaza inflacionaria que convierte la comida en un privilegio.
En el pasado mes de agosto, el INEGI reportó una inflación de 3.57 %, lo que ubica este indicador dentro del rango establecido por el Banco de México de 3 %, con una variación máxima de hasta un punto porcentual. Considerando que las economías de los países están íntimamente relacionadas, el desempeño de México es mejor que el de otras naciones de la región con economías similares: Argentina, 33.6 %; Brasil, 5.23 %; Chile, 4.3 %; o Colombia, 4.9 %.
Estos resultados solo pueden convertirse en una realidad cuando se trabaja de manera coordinada entre diferentes instancias. Para ello ha sido importante que el gobierno federal mantenga el respeto a la independencia de Banxico y a su política monetaria, así como el establecimiento de un modelo híbrido que combine prudencia financiera con la vocación de anteponer las medidas en favor de los más pobres a través de los programas sociales. Todo esto es posible gracias a la contención del déficit dentro de márgenes adecuados y al enfoque del gasto público en una clara disciplina fiscal.
Pero no debemos confundir las métricas con el objetivo. Permítanme puntualizar esta idea relacionada con la inflación: mantenerla dentro de los parámetros establecidos por Banxico tiene su origen en la estabilidad de los precios de los alimentos básicos, en la energía como prioridad del gobierno y, sobre todo, en hacer política de Estado la preferencia por los más pobres. Esto ha generado un impacto positivo en el poder adquisitivo y en la reducción de la incertidumbre para hogares y empresas.
El manejo inflacionario no es el único instrumento que ha beneficiado a la sociedad mexicana. El fortalecimiento del peso, como reflejo de la confianza en la economía nacional, es un tema central para empresarios e inversionistas. Esto ha convertido a México en un destino atractivo tanto para nuevas empresas nacionales y extranjeras como para la ampliación de inversiones internacionales ya existentes. Se trata de un reconocimiento tácito de la confianza de organismos y compañías internacionales en la política económica y social del segundo piso de la Cuarta Transformación.
Por supuesto, como gobierno, no podemos conformarnos con estos resultados. Por el contrario, es necesario que, tanto a nivel federal como en todos los estados, se mantenga vigente esta política de economía social. Es indispensable consolidar un crecimiento sostenido basado en la productividad y en la estabilidad, pero también avanzar en la diversificación económica que vaya más allá de las exportaciones y de la atracción de inversiones privadas, para lo cual es crucial que el gobierno invierta en infraestructura.
La estabilidad es el cimiento necesario para construir un modelo social más equitativo y solidario, pero también lo es la diversificación económica que dé como resultado más destinos de exportación y, con ello, un crecimiento sostenido.
Desde las primeras candidaturas de Andrés Manuel López Obrador hasta su llegada a la Presidencia de México en 2018, y ahora con el ascenso de la doctora Claudia Sheinbaum, la oposición ha intentado construir una narrativa de miedo con frases como “vamos a ir a la ruina económica”. Hoy, con siete años del régimen de la Cuarta Transformación, ha quedado demostrado que la realidad termina por aplastar los presagios atemorizantes de los opositores.