Ciudad Juárez.- O ve a su padre enfermo o ve a su hija. La división fronteriza no le permite ambas libertades a Imelda Marín, quien durante siete años, cuando vivía en Estados Unidos, acudió a la mitad del río Bravo, en la parte de Juárez-El Paso, para visitar a su progenitor gracias al evento “Abrazos no Muros”.

Agravado él, y ella sin poder arreglar su situación migratoria, en diciembre decidió volver a esta ciudad y, ayer, esperaba participar en la edición 2025 del encuentro momentáneo de familias divididas, pero ahora desde el lado mexicano, de donde caminaría a la línea internacional para abrazar a la mayor de sus tres hijos, de 25 años y que se quedó allá también sin los documentos exigidos para su estancia.

“Esperaba (verla). Pero ya con esta situación de la militarización, de que nos cancelaron el evento, ya se tenía todo preparado y pues ya no se pudo”, dijo Marín, de 47 años.

“Entonces, pues ahorita nada más estamos aquí reunidos para la protesta y pues es un día triste, también porque es el Día de las Madres a la vez”, agregó.

Como ella, alrededor de medio centenar de personas se reunieron ayer en el bordo del río Bravo, en el norponiente de la ciudad, en el acto de reclamo con el que reemplazaron el encuentro programado para que este año coincidiera con el Día de las Madres pero que fue cancelado después de la orden ejecutiva del 1 de mayo, con la que el gobierno de Donald Trump declaró este segmento de la frontera como zona militar.

Algunas mujeres traían una rosa roja y, como la mayoría de los asistentes, playeras amarillas con el título del encuentro -Hugs not Walls- y la fecha del 10 de mayo de 2025.

La organizadora Red Fronteriza por los Derechos Humanos (BNHR, sus siglas en inglés) replicó la protesta en el lado norte del río y, como en Juárez, en el bordo -a la altura de Bernardo Norzagaray y casi intersección con Arroyo de las Víboras-, colocó marionetas de unos cuatro metros de altura que ondearon las manos en forma de saludo y en representación de la separación familiar.

Desde la parte sur, las del otro lado apenas si se distinguían detrás de la muralla fronteriza y los rollos de malla con púas que bordean el caudal.

“Es triste, porque no se van a poder abrazar y, al igual, es un acto de protesta por esta mala administración, podríamos decir de esa manera, porque todos nuestros permisos ya estaban listos y, con la orden ejecutiva, de poner a la Guardia Nacional en la frontera, pues ya no lo pudimos realizar de esa manera”, dijo ayer Margarita Arvizu, integrante de BNHR.

Otra madre de familia que vive en Juárez y esperaba ver a su hija es Irma García López, de 59 años y quien había podido abrazarla desde este lado en otros tres años de los nueve que la emigrante lleva en El Paso.

“Era muy bonito. Fue dos veces aquí y otra vez allá por la Casa de Adobe, y fue muy hermoso todo, pero ahora ya las cosas no fueron igual, porque ya no nos dejaron darnos el abrazo y pues ya estamos más separados, ellos allá, ellos nos miran de allá y nosotros de aquí, pues ya no fue lo que esperábamos”, dijo García.

Pequeña de estatura, sus ojos ligeramente rasgados se anegaron al contar que, cuando supo que se cancelaría el encuentro, “me puse a llorar porque ya no iba yo poderle dar el abrazo a mi hija. Yo estaba feliz de abrazarla y tenerla uno, aunque sea un segundo en mi brazo, pero no fue. No se cumplió”.

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