David Romo vive solo en una vivienda de la colonia Sara Lugo. Su hogar está en una parte baja, donde cada lluvia se convierte en amenaza.
Pero lo que para muchos es una escena visible y evitable, para él es una emboscada silenciosa.
David padece debilidad visual a causa de un daño ocular producido por el glaucoma. Apenas distingue sombras, no ve con claridad, no ve el agua llegar.
“Como no corre el agua para nada, todo se me estanca y se me mete siempre”, cuenta con resignación. Lo dice mientras señala -más por memoria que por visión- hacia donde el agua se acumula en su baño, el mismo que se ha convertido en un foco de humedad permanente desde hace años.
Durante las lluvias del miércoles y jueves, el nivel subió tanto que tuvo que sacar agua a cubetazos. Lo hizo solo, tanteando el espacio, guiado por el tacto y el oído.
El daño que lo dejó con discapacidad visual se manifestó desde 2003. Desde entonces, ha tenido que adaptarse a un mundo borroso donde lo que sucede en su entorno depende muchas veces de lo que le cuentan sus vecinos o su hija, quien de vez en cuando lo visita.
“Si no me hablan, no sabría que están ahí”, dice con calma. “Sólo alcanzo a distinguir sombras, pero no bien como ustedes”.
Su situación económica le ha impedido rellenar su terreno con tierra, una solución básica para evitar que el agua entre.
Calculó que un viaje de dompe cuesta unos 800 pesos, monto que no puede cubrir. Ha pedido ayuda, pero no ha logrado avances.
Mientras tanto, el drenaje colapsado le devuelve el agua por el sanitario y la regadera. “Aquí está de bajada, por eso se viene todo para mi baño”, explica.
David tiene 39 años. Cumplirá 40 el próximo 10 de julio. Lo menciona con una sonrisa breve, como si ese detalle no pesara frente a la preocupación diaria de cómo sortear la siguiente tormenta.
En su casa no hay lujos ni comodidades, sólo un hombre que camina despacio, que escucha más de lo que ve y que, pese a todo, sigue ahí, entre paredes húmedas, esperando que la próxima lluvia no le llegue tan de sorpresa. (