Arturo M. G. era de origen peruano, pero murió en Ciudad Juárez el 7 de abril de 2022, por lo que cuando su esposa recibió sus cenizas decidió enviar la mitad a Sudamérica y colocar el resto en su recámara para dormir junto a ellas, hasta que tres años después descubrió que el dueño de la funeraria que incineró su cuerpo es el propietario del crematorio Plenitud, en donde fueron encontrados 386 cuerpos apilados.
“Desde que empezó todo yo creo que he bajado unas 10 libras, no duermo, tengo pesadillas todas las noches, se me sube la presión. Este dolor que siento no se lo deseo a nadie, porque es tres veces, cinco veces más que cuando me dijeron que ya falleció… es mucha la incertidumbre. Y, la vergüenza, ¿cómo le voy a decir a su familia que esas cenizas que tienen me las regresen porque no son, que en México me engañaron?”, reclamó la juarense Olga Sáenz.
Recordó que ellos se conocieron en el año 1993 en San Francisco, California, él era mercadólogo y ella lo motivó para venir a trabajar a Ciudad Juárez, en donde murió a los 51 años de edad a causa de un derrame cerebral en el Hospital General, en donde la abordó un trabajador de la funeraria Paraíso, quien le pidió que ya no sufriera y le aseguró que él haría todos los trámites funerarios de su esposo.
“Tengo muchas razones para pensar que mi esposo esta ahí, yo pienso que es de los primeros, de los que están a mero abajo de todo el bulto”, dijo quien además permaneció un mes en espera de las cenizas de su esposo.
Entonces se llamaba funeraria Paraíso, la cual cambió de nombre a funeraria Amor Eterno, por lo que cuando ella vio en las noticias los nombres de las funerarias involucradas con el crematorio Plenitud no sospechó, hasta que vio que en los documentos que le entregaron aparece el nombre de Luis A. Arellano Cuarón, como gerente general de Paraíso.
“Yo le di mucha carrilla a este señor que me hizo el trámite, él lo recogió en el hospital, al día siguiente ya me lo tenía en la funeraria, bien embalsamado, muy bonito arreglado. El problema fue cuando me tenía que entregar las cenizas, duró un mes, y porque yo le hablaba, yo le marcaba al WhatsApp, yo fui a la funeraria como tres veces, ahí hice guardia”, hasta que 30 días después le dijo que su esposo ya estaba en el crematorio y le envió dos fotografías antes de meterlo al horno.
Cuando le entregaron las dos urnas, decidió colocar una en su recámara, las cenizas del amor de su vida, y enviar la otra urna a los hermanos de su esposo, a Lima, Perú.
“Es ahí donde tengo, como decía mi esposo, las tripas de corbata. No sé cómo decirle a la familia de mi esposo, que está en Perú, que la urna que ellos tienen no son cenizas, que es material de construcción, ¿cómo les digo a mis cuñados que esa urna no contiene las cenizas del hermano de ellos, que aquí en México hicieron eso?”, cuestionó después de haberlas enviado a 5 mil 788 kilómetros de distancia.
Ayer, Olga formó parte de las familias que protestaron en la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coespris), a donde acudió también una familia de origen argentino, cuya madre y padre murieron en esta frontera y fueron supuestamente incinerados en el crematorio Plenitud.
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