En las tierras bajas pantanosas de la costa del Golfo de México, Pemex bombea agua a alta presión, productos químicos y arena al suelo para fracturar rocas impregnadas de gas natural, tan duras que no ceden a la perforación tradicional.

En la mayor parte del mundo, esta técnica se conoce como fracking. Pero en México, donde la práctica sigue siendo muy controvertida, Pemex le da un nombre diferente: «estimulación de depósitos geológicos complejos».

Sea cual sea su nombre, Pemex lo ha estado practicando discretamente en Veracruz, Nuevo León y otros estados de México durante al menos una década.

Ahora, los ejecutivos de Pemex evalúan cómo extender su uso a los yacimientos de shale, en su mayoría sin explotar, del país, con el objetivo de reactivar la producción y a la petrolera estatal en dificultades, a la vez que se desconecta al país del gas estadounidense.

«Lo que conocemos como fracking es muy diferente hoy en día; no vamos a hacerlo», declaró el director de Pemex, Víctor Rodríguez, a los legisladores en agosto.

Pemex y el gobierno mexicano, que intentó prohibir constitucionalmente la práctica durante el gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador, se han negado a reconocer que la empresa practica el fracking, en parte debido a la intensa oposición de grupos ambientalistas y comunitarios en los últimos años.

«No lo llaman por su nombre porque saben que no sería bien recibido políticamente», dijo Alejandra Jiménez, activista de la Alianza Mexicana Contra el Fracking.

Todo apunta a que el gobierno va a intensificar el fracking y, en definitiva, es una continuación de lo que ya viene haciendo.

Un plan de negocios integral publicado recientemente busca, entre otras cosas, explotar los aproximadamente 545 billones de pies cúbicos de recursos de gas shale técnicamente recuperables de México, la sexta reserva más grande del mundo. Más del 60% de ese tesoro, junto con unos 6 mil 300 millones de barriles de petróleo de esquisto, se encuentran en la Cuenca de Burgos, una extensión del yacimiento Eagle Ford de Texas, justo al otro lado de la frontera entre Estados Unidos y México.

La formación Agua Nueva de México, al igual que el campo Eagle Ford de Texas, es una capa de roca que contiene materia orgánica del Cretácico tardío y que tiene el potencial de proporcionar hasta 2 mil 500 millones de pies cúbicos de gas al día, según Wood Mackenzie.

Esa formación por sí sola podría ayudar a Pemex a alcanzar su objetivo de aumentar la producción de gas en casi un tercio para 2030. La compañía estima que puede aumentar la producción diaria de gas en 500 millones de pies cúbicos, además de 300 mil barriles de petróleo, provenientes de depósitos no convencionales, según el documento.

Aumentar la producción nacional de gas es crucial para México, ya que busca reducir su dependencia de los suministros de Texas. México importó 7 mil 300 millones de pies cúbicos de gas diariamente a través de ductos desde Estados Unidos en mayo, una cifra récord.

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