Nueva York— Ismael Zambada García, alias El Mayo, uno de los arquitectos del Cártel de Sinaloa y durante décadas el fugitivo más esquivo del narcotráfico mexicano, se declaró culpable el lunes en una Corte federal de Brooklyn de participar en una empresa criminal continua y de conspiración de crimen organizado.
La admisión, pronunciada con voz calma y a través de un intérprete, selló un destino que parecía improbable: el capo de 75 años pasará el resto de su vida en una prisión de Estados Unidos.
La fiscal general Pamela Bondi no escatimó palabras: “Este hombre morirá en una prisión federal de Estados Unidos, que es donde pertenece”, dijo en conferencia de prensa.
Para la administración Trump, añadió, la declaración representa “una victoria histórica” en la lucha contra los cárteles, a los que describió como “organizaciones terroristas extranjeras” responsables de muerte y adicción a ambos lados de la frontera.
La caída del capo más discreto
Durante décadas, Zambada operó en las sombras, en contraste con Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, su socio y contraparte más mediática. Mientras Guzmán concedía entrevistas clandestinas y protagonizaba fugas espectaculares, El Mayo construía la estructura que permitió al Cártel de Sinaloa mover cocaína, heroína, metanfetaminas y más recientemente fentanilo hacia Estados Unidos.
“Empecé en 1969, cuando tenía 19 años y sembré mariguana por primera vez”, dijo en su alocución. “Reconozco el gran daño que las drogas ilegales han causado a la gente de Estados Unidos, México y otras partes. Asumo la responsabilidad de mi papel en todo ello y pido perdón a quienes han sufrido o se han visto afectados por mis acciones”.
Vestido con uniforme de recluso azul y naranja, con cabello y barba blancos, el capo relató cómo ordenó asesinatos de rivales, sobornó a funcionarios de alto nivel y supervisó el traslado de toneladas de cocaína desde Colombia a México y de ahí a suelo estadounidense. “También murieron muchos inocentes”, admitió.
En su comparecencia del lunes ante el juez Brian Cogan en el Tribunal Federal de Distrito de Brooklyn, Zambada García giraba ligeramente en su silla mientras escuchaba el proceso a través de un intérprete de español, según narra The New York Times.
Se declaró culpable de un cargo de participación en una empresa criminal continuada y de un cargo de conspiración para extorsionar.
Añadió que reconocía “el gran daño” que las drogas ilegales han hecho a las personas en Estados Unidos, México y otros lugares.
De socio a prisionero
La captura de Zambada en julio de 2024 fue tan sorpresiva como su confesión. No cayó en un operativo militar, sino en un extraño episodio en el que Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo, lo engañó con la promesa de revisar terrenos y lo subió a una avioneta privada. El vuelo aterrizó en Santa Teresa, Nuevo México, donde agentes federales lo arrestaron de inmediato.
La traición desató una guerra interna en Sinaloa entre los leales a El Mayo –conocidos como Los Mayos– y los partidarios de Los Chapitos. En Culiacán, cuerpos aparecieron colgados en puentes, negocios cerraron temprano por miedo y las escuelas suspendieron clases en medio de tiroteos repentinos.
El juicio y lo que viene
El juez Cogan, quien también sentenció a cadena perpetua a El Chapo en 2019, será el encargado de dictar la pena el próximo 13 de enero. El acuerdo con la Fiscalía descarta la pena de muerte, usualmente excluida en procesos con acusados extranjeros, y tampoco exige cooperación adicional de Zambada.
Frank Pérez, abogado del capo, pidió a los sinaloenses “ejercer contención”. “Nada se gana con la sangre; sólo se profundizan las heridas y se prolonga el sufrimiento”, declaró.
Zambada García no está obligado a cooperar con las autoridades según los términos de su acuerdo de culpabilidad, y no se enfrentará a la pena de muerte. Normalmente, los acusados extranjeros no se enfrentan a la pena capital, como consecuencia de los tratados de extradición. Pero la captura de Zambada García quedó fuera de la negociación diplomática.
Un legado de violencia y adicción
Según los fiscales, entre 1980 y 2024 el Cártel de Sinaloa bajo la dirección de Zambada introdujo más de 1.5 millones de kilos de cocaína a Estados Unidos. A esto se suman cargamentos de heroína, metanfetaminas y fentanilo que alimentaron crisis de adicción y violencia.
“Este terrorista extranjero cometió crímenes horribles contra el pueblo estadounidense”, dijo Bondi. “Hoy la justicia alcanzó a un hombre que vivía como rey, y ahora vivirá como criminal el resto de su vida”.
La declaración de culpabilidad, celebrada también por el director del FBI Kash Patel como un triunfo de las agencias de seguridad, deja al descubierto el derrumbe del último de los grandes fundadores del Cártel de Sinaloa. En el ocaso de su vida, El Mayo Zambada aceptó lo que nunca había concedido: que su imperio se levantó sobre sangre y drogas, y que su final estaba escrito en una celda estadounidense.