Dios actúa de forma misteriosa, incluso a través de chatbots… o al menos eso es lo que mucha gente piensa.

En las aplicaciones religiosas, decenas de millones de personas les confiesan sus secretos a chatbots espirituales: sus pequeñas vanidades y sus preocupaciones más profundas, su tendencia a la glotonería y sus impulsos más oscuros. Entrenados con textos religiosos, los bots hacen las veces de sacerdotes, imanes o rabinos listos para ofrecer consuelo y orientación en todo momento. En algunas plataformas, incluso afirman que canalizan a Dios.

La industria de la “tecnología de la fe” está en pleno auge, impulsada por chatbots disponibles en aplicaciones religiosas que van en rápido ascenso a los primeros puestos de la App Store de Apple. Bible Chat, una aplicación cristiana, tiene más de 30 millones de descargas. Hallow, una aplicación católica, superó a Netflix, Instagram y TikTok en el puesto número 1 de la tienda en un momento del año pasado. En China, la gente utiliza DeepSeek para intentar descubrir su fortuna. Las aplicaciones están atrayendo decenas de millones de dólares en inversiones, y la gente paga hasta 70 dólares al año en suscripciones. Ahora, aplicaciones como Pray.com, que tiene unos 25 millones de descargas, también han lanzado chatbots.

Los fundadores de la aplicación dijeron que consideran la tecnología como una capellanía digital, una herramienta que está ayudando a millones de personas, tanto dentro como fuera de la fe, a expresarse espiritualmente. Varios líderes religiosos indicaron que hasta ahora apoyan que la gente utilice los chatbots, siempre y cuando complementen la labor de las comunidades religiosas y no pretendan sustituirla.

“Hay toda una generación de personas que nunca han ido a una iglesia o sinagoga”, señaló Jonathan Romain, rabino que encabeza el movimiento judío reformista británico. “Las aplicaciones espirituales son el camino que los lleva a la fe”.

Otros no están tan seguros. “El cascarrabias que hay en mí está convencido de que es algo bueno contarle a una persona tus batallas con una idea o con un problema”, compartió Mike Schmitz, sacerdote católico y podcastero. “No creo que eso pueda sustituirse”. Además, le preocupa la privacidad de los datos. “Me pregunto si no existe un peligro mayor en revelarle todo lo que hay en tu corazón a un chatbot”, planteó. “¿En algún momento será accesible para otras personas?”.

Sin embargo, hay gente que les revela sus preocupaciones más profundas a los chatbots. Heidi Campbell, profesora de Texas A&M interesada en temas de tecnología y religión, relató que su primera experiencia con un chatbot espiritual fue hace unos años, en la plataforma de juegos Twitch, que tiene un chatbot llamado A.I. Jesus. Observó que algunos jugadores hacían preguntas como: “Oye Jesús, ¿cuál es tu equipo de fútbol favorito?”. Otros optaban por preguntas más personales, sobre la muerte, la naturaleza del tiempo o su depresión.

Con el auge de ChatGPT, estos chatbots ahora son un negocio que está en auge. En cierto modo, abordan un problema de acceso. Durante milenios, la gente ha anhelado orientación espiritual y ha tenido que viajar, a veces grandes distancias, para contactar a los líderes espirituales. Los chatbots, en cambio, siempre están al alcance del usuario.

“No quieres molestar a tu pastor a las 3 de la mañana”, explicó Krista Rogers, de 61 años, de Xenia, Ohio. Mencionó que le encanta la aplicación bíblica YouVersion, pero que también recurre a ChatGPT para hacerle preguntas espirituales.

Otras aplicaciones y sitios web más pequeños han entrenado a los chatbots para que respondan como si fueran un dios, un enfoque que algunos fundadores de aplicaciones y usuarios de internet critican por considerarlo sacrílego. El sitio web ChatwithGod les permite a los usuarios seleccionar su religión y lo que buscan, ya sea consuelo, confesión o inspiración, para proporcionarles respuestas a medida. “La pregunta más habitual que recibimos, y por mucho, es: ¿En realidad estoy hablando con Dios?”, afirmó Patrick Lashinsky, director general de ChatwithGod, quien le facilitó a The New York Times decenas de preguntas y conversaciones de usuarios anónimos de la plataforma.

El enfoque de ChatwithGod es una excepción. Las aplicaciones más populares solo funcionan como un asistente espiritual que dirige a la gente a doctrinas y pasajes bíblicos que pueden responder sus preguntas.

“La gente acude a nosotros con todo tipo de retos: problemas de salud mental, bienestar, problemas emocionales, problemas de trabajo, problemas de dinero”, expuso Laurentiu Balasa, cofundador de Bible Chat.

Delphine Collins, de 43 años, profesora de preescolar en Detroit, consulta a los chatbots cuando se siente abrumada. “En mi vecindario, cuando las cosas no van bien o cuando oigo cosas tristes en las noticias, acudo a la aplicación Bible Chat”, comentó.

Después de que una mujer de su comunidad murió apuñalada mientras trabajaba en un McDonald’s, Collins le pidió al chatbot una “oración de sanación”.

El bot le ofreció un salmo y respondió: “Puesto que buscas sanación, acudamos a la palabra de Dios, que es fuente de consuelo y fortaleza. Las Escrituras nos recuerdan el poder de Dios para sanar y restaurar”. Dijo que la había ayudado.

Los chatbots satisfacen una necesidad, pero plantean profundos cuestionamientos teológicos.

Suponen un cambio radical respecto a la forma en que muchas tradiciones religiosas piensan sobre la culpa y la responsabilidad. Las empresas entrenan a los chatbots con textos religiosos y consultan a teólogos en cuanto a sus salvaguardas. Sin embargo, los chatbots se basan en modelos fundacionales, como ChatGPT y Gemini, que están diseñados con el propósito de validar a los usuarios.

“Generalmente buscan afirmar. Suelen ser aduladores”, indicó Ryan Beck, director de tecnología de Pray.com. A él no le parece que eso sea un problema. Beck estuvo en la cárcel tras involucrarse con bandas y drogas ilegales en Los Ángeles. Después de encontrar la fe, se propuso lograr que los demás tuvieran acceso a alguna forma de culto. “¿Quién no necesita un poco de afirmación en su vida?”.

Los chatbots no son seminaristas, pero su enfoque está configurando la forma en que la gente reflexiona sobre preguntas religiosas ancestrales o temas como el pecado, la confesión y la muerte.

Karen Fugelo, que trabaja en una escuela secundaria de Pensilvania, dijo que v todos los días abre sus aplicaciones religiosas antes de levantarse de la cama. Recientemente, ha estado preocupada por su madre, que es anciana y “está llegando al final del viaje de su vida”, según escribió Fugelo en un correo electrónico. En Hallow, le pregunta al chatbot “cómo prepararme a mí misma y a mi madre para cuando vaya con Dios”.

Se trata de territorio delicado en lo teológico, porque los chatbots “nos dicen lo que queremos oír”, explicó Campbell, la profesora de tecnología y religión. “No utilizan ningún discernimiento espiritual, sino datos y patrones”.

No obstante, precisamente la naturaleza afirmativa de los chatbots puede ser la razón por la que les gustan a mucha gente. Collins comentó que había encontrado más apoyo en la aplicación Bible Chat que en su iglesia. Relató que su congregación la juzgó cuando compartió sus problemas de salud. “La gente dejó de hablarme”, recordó. “Fue horrible”.

Los fundadores sostienen que sus aplicaciones solo buscan complementar las actividades de culto y comunitarias en persona. “No debe sustituir la conexión humana. No tiene alma desde la perspectiva de la Iglesia”, señaló Alex Jones, fundador de Hallow.

Espera que la aplicación inspire a la gente a buscar comunidades religiosas. Muchas aplicaciones, incluida Hallow, ayudan explícitamente a la gente a encontrar comunidades locales a las que pueda asistir.

En Estados Unidos, donde unos 40 millones de personas han dejado de ir a la iglesia en las últimas décadas, las aplicaciones pueden reducir la barrera para que se reincorporen a la vida espiritual. Le permiten a la gente expresar su curiosidad en cuanto a temas existenciales y teológicos sin la incomodidad o la vergüenza de una reunión en persona.

“Ya no van a la iglesia como antes”, aseveró Beck. “Pero no es que les interese menos encontrar alimento espiritual. Es solo que lo hacen de otro modo”.

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