Casas Grandes— A unos 330 kilómetros de Ciudad Juárez, dentro la comunidad de Juan Mata Ortiz, en Casas Grandes, la cerámica es más que un oficio: es una forma de vida. En sus casas, habilitadas como talleres, los pobladores mantienen vivo el legado del artista Juan Quezada y su alfarería, referente mundial.
Héctor “Yeto” Gallegos y su esposa, Laura Bugarini, ceramistas de segunda generación, llevan más de 30 años dedicados a esta labor. Para ellos, continuar la tradición de sus ancestros significa paciencia y pasión, pues cada pieza que crean refleja no sólo la herencia, sino también la historia de este poblado.
Desde la elección del barro hasta la pieza final, cada etapa requiere precisión. Tras formar la obra, se deja secar por aproximadamente una semana. Luego sigue un lijado en varios niveles, un pulido cuidadoso y la pintura detallada, antes de pasar al fuego, que finalmente otorga vida al producto.
Cada obra es única
Héctor hace hasta cuatro piezas al mes, mientras Laura de una a dos, por su minuciosidad. Algunas piezas especiales, para concursos o pedidos exclusivos, pueden tardar tres o cuatro meses. Cada obra es única, con detalles que reflejan esmero y la identidad cultural de Juan Mata Ortiz.
“A nosotros nos tocó dedicarnos a lo que nuestros padres hacían, pero viene una historia detrás: el legado del artista Juan Quezada. Todos empezamos de abajo, tratando de hacer el trabajo de la mejor calidad, así te vas haciendo un currículum y tu trabajo se va cotizando”, enunció Bugarini.
En la comunidad, el trabajo se reparte. Algunos preparan el barro, otros las piezas y otros las pintan. Aunque la pareja conoce todo el proceso, opta por comprar el barro ya procesado. Esto les permite mantener la tradición y la eficiencia, mientras preservan la calidad que distingue a sus obras.
Amor por el arte
El aprendizaje de los artistas es constante. Cada generación aprende observando y practicando, siguiendo los pasos de los maestros. La mayoría comienza desde abajo, perfeccionando su técnica, pues la cerámica no sólo exige talento, también requiere paciencia, disciplina y amor por el arte.
Norteamericanos son la mayoría de compradores, pero cada vez más turistas nacionales los visitan. Los precios van desde los cinco hasta los 20 mil dólares por piezas de alta calidad. Plataformas digitales han abierto nuevas oportunidades, acercando la cerámica a coleccionistas y galerías del mundo.
“Ya los años que uno tiene va uno haciendo sus clientes: coleccionistas, galerías, museos, pero ahora gracias a Dios nos ha ido bien con las plataformas digitales. De una forma u otra vas llegando a las personas, nosotros tenemos clientes que siempre están pidiéndonos trabajo”, dijo Gallegos.
La familia Gallegos Bugarini ha logrado que sus piezas se exhiban en los museos y las galerías de Nueva York, Chicago, Los Ángeles, San Diego y otras ciudades importantes de Estados Unidos. Con cada exposición, la alfarería local gana reconocimiento internacional y fortalece a Chihuahua.
El sendero de la perseverancia
Vivir de la cerámica no es sencillo, reconocen. Comenzar desde abajo y construir una trayectoria sólida requiere años de esfuerzo, paciencia y constancia. Ambos agradecen que sus antepasados les dejaron cierto camino trazado que han sabido seguir a través del sendero de la perseverancia.
Juan Mata Ortiz no sólo es famoso por su historia, sino por su gente, que se organiza alrededor de la cerámica, compartiendo entre sí los conocimientos, ayudando a que la tradición persista, ya que la alfarería es parte de la vida diaria. Les otorga proyección internacional y una forma de subsistir.
Cada pieza lleva consigo meses de trabajo, pasión y dedicación. Los colores, formas y texturas reflejan la historia de una comunidad que ha vuelto la cerámica su razón de ser. Para el matrimonio y otros pobladores, crear es un acto de amor hacia su pueblo y hacia el legado de Juan Quezada.
“Se siente muy bonito que después de tanto tiempo llegue la recompensa. El poder representar a nuestro pueblo, a nuestra gente. Hemos tenido la suerte de que, como somos de segunda generación, de alguna manera nuestros padres ya nos dejaron cierto camino”, agregó la artesana.
Puente cultural
La cerámica de Mata Ortiz es un puente cultural que conecta a Chihuahua con el mundo. Cada obra es un testimonio del talento, esfuerzo y creatividad de sus artesanos, y un recordatorio de que el arte puede ser también un motor de identidad, desarrollo y orgullo para toda una comunidad.
Visitantes de distintas partes del país y del extranjero recorren los talleres, aprenden sobre el proceso y compran piezas directamente de los artesanos. Esta interacción fortalece la economía y permite que los visitantes se lleven consigo un pedazo auténtico de la cultura chihuahuense.
El valor de cada pieza también radica en la historia que contiene. Cada línea, color y detalle tiene un significado, uniendo pasado y presente. Para Héctor y Laura, el proceso es un ritual que comparten con sus hijos, explicándoles que la paciencia y el cuidado son tan importantes como la técnica.
Las familias colaboran entre sí compartiendo conocimientos, recursos y técnicas.
Fortalecen lazos entre generaciones
Esto no sólo asegura que la tradición se mantenga viva, sino que también fortalece los lazos entre generaciones, creando un sentido de pertenencia y orgullo cultural que trasciende la producción artesanal.
Y es que la cerámica de Juan Mata Ortiz es identidad, economía y cultura. Cada pieza es testimonio de la perseverancia de sus creadores, un legado que conecta a Chihuahua con el mundo, y un recordatorio de que en los pequeños pueblos pueden surgir obras que trascienden fronteras.