Afuera estaba oscuro cuando la adolescente descalza atravesó corriendo la puerta de la casa de Susan Lacey en Blackwood, Nueva Jersey, y soltó un torrente de palabras.

Dijo que había estado encerrada en una jaula para perros durante un año, esposada a un retrete, sin poder comer, sin ir al colegio, pero que podía sacar a los perros y que su padrastro a veces la tocaba, pero que podía escuchar música y que comía de una cubeta, pero que su hermana pequeña no tenía que hacerlo y que ella era realmente, en verdad, Freddie Mercury, de Queen. Soltó una risita.

Lacey la sentó en el sofá y le dijo que respirara.

Tomó un momento para que Lacey lograra reconocerla: era la hija de su vecina, y aunque la chica vivía a pocos metros, rara vez se la veía fuera de casa, y había recibido educación en casa durante los últimos siete años. Tenía 18 años, el pelo rapado y desigual, y olía mal.

Lacey le calentó una banderilla o corn dog mientras las palabras seguían brotando. La mezcla de horrores y disparates sobre música pop que la chica relataba hizo que Lacey y su hijo adulto, que estaba de visita, se preguntaran si lo que decía era cierto.

Entonces la adolescente levantó la mano hacia la boca para dar un mordisco al corn dog. Tenía marcas en las muñecas.

¿Había intentado hacerse daño? preguntó Lacey. No, respondió la chica. Durante el año que pasó encerrada en la jaula, dijo, a menudo le habían esposado las manos a la espalda. Las esposas le habían dejado cicatrices.

Ahora los fiscales dicen que creen las afirmaciones de la adolescente sobre su cautiverio y los abusos. Los fiscales del condado de Camden han presentado más de 30 cargos penales combinados contra la madre de la adolescente, Brenda Spencer, de 38 años, y el padrastro, Branndon Mosley, de 41 años, entre los que se incluyen agresión agravada, coacción delictuosa, secuestro y delitos con armas. Mosley también se enfrenta a numerosos cargos de agresión sexual. Ambos podrían enfrentarse hasta a cadena perpetua si son declarados culpables de algunos de los cargos más graves.

Vestidos con monos de presidiario —azul marino para él, rojo para ella—, los dos aparecieron sentados en silencio en sus comparecencias consecutivas en el Palacio de Justicia del condado de Camden a finales del mes pasado, mientras los fiscales presentaban un inquietante conjunto de pruebas sobre la terrible experiencia que vivió la adolescente durante un año. Entre ellas figuraba la confesión de su padrastro a la policía, en la que detallaba la forma en que la pareja la había encerrado en una jaula para perros, su descripción de las esposas de plata que habían utilizado y cómo le había afeitado la cabeza como castigo. Cuando le preguntaron por las acusaciones de abusos sexuales, el padrastro dijo a la policía que solía beber mucho.

“Él no recordaba haberla agredido sexualmente”, dijo ante el tribunal Kelly Testa, fiscala adjunta del condado de Camden, “pero dijo que era posible”.

Spencer ha negado todas las acusaciones de su hija, según la policía. Su otra hija, de 13 años, dijo a la policía que no había sufrido abusos. La pareja permanece en prisión, a la espera de juicio.

Que una niña pudiera desaparecer, y que sus abusos pasaran desapercibidos durante tanto tiempo, podría tener implicaciones más allá de este caso. Los fiscales culpan, en parte, a las laxas normas que rigen la educación en casa —Nueva Jersey es uno de los muchos estados con escasa supervisión una vez que el niño abandona la escuela tradicional— de perpetuar su sufrimiento.

“Son actos horribles, absolutamente abominables”, dijo Grace C. MacAulay, fiscala del condado de Camden, en una entrevista tras la audiencia del mes pasado. “Lo que hicieron va más allá de lo atroz, y realmente es un acto que sería análogo a lo que alguien sufriría como prisionero de guerra: una verdadera tortura”.

Un ojo morado

Durante muchos años, la única ocasión que tuvieron los vecinos de ver a la niña era cuando se escabullía a la puerta de al lado para recoger las entregas de comida para perros de Amazon entregadas por error en la puerta de Lacey. Desde sexto grado, había recibido educación en casa.

“Cuando impides que la niña esté en público, desaparecen tus testigos”, dijo MacAulay.

Por aquel entonces, hace siete años, Lacey dijo que una mañana vio a la hermana menor de la niña esperando el autobús escolar, con un ojo morado. Pocos días después, tenía otro. Le dijo a Lacey que se había chocado con el televisor.

Cuando Lacey se enfrentó a la madre, esta dio una explicación distinta: que su hija se había chocado contra una puerta. Lacey llamó a la escuela primaria para expresar su preocupación. Dijo que más tarde alguien del Departamento de Niños y Familias de Nueva Jersey la entrevistó por teléfono, pero nunca supo qué ocurrió después. Un portavoz del departamento dijo que no hace comentarios sobre los casos, aludiendo a las leyes de privacidad.

Poco después, a la hermana menor, que entonces estaba en segundo grado, también la sacaron de la escuela pública; según los fiscales, fue porque los padres temían que contara a alguien que su hermana mayor “vivía en una jaula para perros”.

Nueva Jersey es uno de una decena de estados que no exigen a los padres que informen oficialmente a ninguna entidad gubernamental de su intención de escolarizar a un niño en casa. Los padres siguen estando obligados a proporcionar una educación equivalente a la de la escuela; no hacerlo puede castigarse con un delito de alteración del orden público. Pero nadie del estado lo monitorea.

Spencer dijo a la policía que había renunciado a educar a su hija mayor al cabo de una semana. En un interrogatorio policial, la hermana menor de la niña no fue capaz de recordar que se le hubiera dado alguna lección.

“Temo que casos como este sean cada vez más frecuentes”, dijo MacAulay, porque las personas maltratadoras “verán lo fácil que es ocultar estos delitos”.

En marzo, la policía detuvo a una mujer de Connecticut que, según dijeron, había recluido a su hijastro en su casa durante 20 años, después de haberlo pasado a la educación en casa a los 12 años. El hijastro, que entonces tenía 32 años, escapó tras prender fuego a su habitación para ser rescatado por los bomberos. Connecticut tampoco tiene requisitos de registro para los menores que son educados en casa.

Los fiscales de Nueva Jersey que instruyen el caso contra los padres de la adolescente dijeron que les había sorprendido saber la poca atención que se presta a la educación en casa.

“No tenía ningún sentido”, dijo Testa, fiscala adjunta, en una entrevista. “¿Quién supervisa esto para asegurarse de que se brinda? Nadie lo hace. Nadie”.

thatcrazydanemom

Las únicas veces que llamaron a la policía a la casa de Mosley y Spencer, en el 304 de Ridge Avenue, fue por quejas sobre los ladridos excesivos de la jauría de perros de la familia: cuatro gran daneses, un husky siberiano y dos mezclas de caniche.

Hacía poco que Spencer se había aficionado al adiestramiento canino. Los criadores le enviaban o vendían cachorros de danés de pura raza para que los adiestrara y los exhibiera en competiciones, dijo Penny J. Wallace, una conocida del circuito de exhibición. Spencer documentaba sus victorias en su cuenta de TikTok, thatcrazydanemom, un nombre de usuario que podría traducirse como “esa mamá loca de daneses”.

Mosley era conductor de tren de la línea regional de la Autoridad de Transporte del Sureste de Pensilvania, y la empresa ferroviaria lo había reconocido recientemente por heroísmo al apagar un incendio en un tren.

Los perros siempre estaban tranquilos cuando llegaban los agentes de policía en respuesta a las quejas, dijo David Harkins, jefe del Departamento de Policía del municipio de Gloucester, por lo que nunca entraron en la casa.

Wallace dijo que la pareja le había dicho en una exposición canina que habían sido novios en la secundaria. Pero Spencer, que es blanca, y Mosley, que es negro, dijeron que fueron separados de adolescentes porque sus familias no aprobaban su relación interracial, y que luego volvieron a encontrarse ya de adultos.

Cuando Mosley se reencontró con Spencer, en 2014, ella tenía dos hijas y estaba divorciada del padre de las niñas. El muro de Facebook de Mosley está lleno de mensajes sobre las dificultades de las parejas interraciales.

Wallace dijo que la hermana menor de la adolescente y Mosley casi siempre acompañaban a Spencer a las exposiciones caninas, a veces dos veces por semana. Spencer había mencionado a la adolescente solo para quejarse de que intentaba escaparse a menudo.

Curiosamente, el Facebook de Mosley también está lleno de publicaciones que afirman que la pareja tuvo otros tres hijos juntos: dos hijas gemelas de 5 años y un hijo pequeño. Los fiscales dijeron que estos niños parecen ser ficticios.

Tras la detención de la pareja el mes pasado, la policía y las autoridades de protección de la vida silvestre confiscaron decenas de animales en la casa, incluidas 24 chinchillas que, según dijeron, Spencer criaba ilegalmente para poner a la venta, cuatro serpientes, un lagarto dragón barbudo y varias aves exóticas. Los animales tenían su propia habitación, y a menudo la adolescente era relegada allí durante días seguidos para limpiar las jaulas, dijo la policía. Tenía que hacer sus necesidades en una cubeta, y dijo que una alarma le impedía intentar escapar. La policía dijo que había encontrado un sistema de cámaras de circuito cerrado en la puerta.

Los horrores continuaban más allá de esa habitación, según las declaraciones que la adolescente hizo a la policía y a su vecina.

A veces, la encerraban en un cuarto de baño durante días, con los tobillos sujetos a una cadena enroscada en la parte posterior del retrete, y la alimentaban con espaguetis servidos en un balde de palomitas de la marca Johnson’s. Contó a su vecina que a la hermana menor la trataban “como a una princesa” y le permitían comer en la mesa con la familia.

Una vez, mientras estaba encerrada en el cuarto de baño, su padrastro la agredió sexualmente a cambio de comida, dijo. Más tarde se lo contó a su madre, quien no lo denunció, dijeron los fiscales. En su entrevista con la policía, Spencer negó que le hubieran hablado de la agresión.

Los familiares no respondieron a las solicitudes de comentarios. La madre y el padre de Mosley, que llevaban gorras que los identificaban como veteranos, se negaron a hablar con una periodista en la audiencia judicial celebrada el mes pasado.

El padre biológico de las niñas, Lawrence Young, no parece estar implicado en sus vidas; en 2018 fue condenado a ocho años de prisión por agredir sexualmente a una menor de 13 años.

Los fiscales del condado de Camden dijeron que la víctima había sido la hija mayor.

Libertad

El 8 de mayo, la noche en que la niña escapó, debía limpiar los excrementos de perro del sótano, una de sus tareas diarias. En lugar de ello, se puso a caminar en círculos, cantando. Cuando su madre se enfrentó a ella, se dirigió a la puerta principal. Su padrastro la amenazó con “romperle una pierna”, según declaró a la policía. Su madre dijo dos palabras: “Adiós, zorra”.

Huyó, descalza, hasta la puerta de Lacey, donde tantas veces había recuperado los paquetes de comida para perros. El hijo de su vecina, Michael Lacey, limpiador de piscinas de 36 años, le prestó los zapatos de su hija, y pasó las horas siguientes llamando a albergues para personas sin hogar y mujeres en crisis, intentando encontrar a alguien que la ayudara, dijo en una entrevista. Todos dijeron que estaban llenos.

Entonces llamó a la policía, que se reunió con él y la joven en una tienda Wawa cercana. Pero, según Harkins, ella no reveló los abusos cuando hablaron con ella allí, y solo dijo que se había peleado con sus padres. Los agentes se marcharon.

Aquella primera noche de libertad, la adolescente durmió en el Honda Accord de Lacey. Temeroso de que sus vecinos vinieran a buscarla a casa de su madre, la encerró por su propia seguridad y puso la alarma del coche, dijo. Le dio su teléfono para que pusiera música.

Al día siguiente la llevó al hospital Jefferson Stratford, donde ella empezó a describir lo que le había ocurrido.

Un día después, la policía ejecutó una orden de cateo en su casa. La madre y el padrastro fueron detenidos el 11 de mayo. La policía dijo que las niñas se encuentran ahora “en lugares seguros”, pero no quiso dar más detalles.

“Cuando supe que todo lo que me estaba contando era cierto, me derrumbé”, dijo el hijo de Lacey más tarde. Pero mientras la niña iba sentada en el coche de él camino del hospital, se mostraba muy animada a medida que su casa quedaba atrás.

“Estaba contenta”, recordó Lacey. “Decía: ‘No voy a volver allí’”.

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