Berlín.- Sobrevivir y avanzar.
Esa frase, favorita de los equipos deportivos en los grandes torneos, resume el método adoptado por Europa para las negociaciones comerciales que acaba de concluir con el gobierno del presidente Donald Trump.
Para Europa, sobrevivir en el primer año del segundo mandato del presidente Trump significa llegar a un acuerdo en torno a un tratado comercial que casi con toda seguridad no ayudará a la economía del continente, pero que no es tan malo como podría haber sido.
Avanzar significa mantener a Trump involucrado con las cuestiones de política exterior que han preocupado a muchos líderes europeos este verano más que sus propias luchas económicas internas. Entre esas cuestiones se encuentran el destino del programa nuclear iraní, el conflicto y la crisis humanitaria en Gaza y, lo que es más importante, la actual guerra de Ucrania contra la invasión rusa.
“No se trata solo del comercio: se trata de la seguridad, se trata de Ucrania, se trata de la actual volatilidad geopolítica”, dijo Maros Sefcovic, Comisario de Comercio de la Unión Europea, en una reunión informativa celebrada el lunes en Bruselas. Dijo que no podía entrar en los detalles de todo lo que se discutió en la sala con Trump el domingo, “pero puedo asegurar que no se trataba solo del comercio”.
El acuerdo comercial está enfocado en un arancel del 15 por ciento sobre la mayoría de los bienes impuesto por Estados Unidos a las importaciones procedentes de la Unión Europea. Refleja una especie de aversión al riesgo por parte de líderes como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; Friedrich Merz, canciller de Alemania, y Emmanuel Macron, presidente de Francia.
Esos líderes no estaban dispuestos a arriesgarse a una escalada de una guerra comercial que podría haber perjudicado a las empresas europeas más de lo que ya lo han hecho los aranceles de Trump. Y no estaban dispuestos a correr el riesgo de profundizar una ruptura diplomática con Estados Unidos, el país que los europeos han considerado repetidamente como un agente de paz crucial.
“Aportará estabilidad”, dijo Von der Leyen el domingo en una rueda de prensa con Trump en Escocia. “Traerá previsibilidad. Eso es muy importante para nuestros negocios en ambos lados del Atlántico”.
Europa podría haber luchado contra Trump durante más tiempo, con la esperanza de obtener mejores condiciones. Los miembros de la Unión Europea ya habían acordado una serie de aranceles de represalia sobre unos 100.000 millones de dólares en exportaciones estadounidenses a Europa, que podrían haber activado si Trump hubiera cumplido su amenaza de gravar las exportaciones europeas con un impuesto del 30 por ciento a partir del 1 de agosto. Trump ya había retrasado plazos similares con anterioridad.
En los últimos días, las declaraciones de funcionarios alemanes, franceses y de otros países insinuaron que los miembros del bloque se estaban uniendo en la cuestión de si realmente tomarían represalias y cuándo.
Tenían motivos para hacerlo. A la Unión Europea le vendría bien más crecimiento económico. Los economistas ajenos al gobierno de Trump han advertido en general que los aranceles perjudican el crecimiento en lugar de impulsarlo. (En sus modelos, los aranceles sobre las importaciones también perjudican al crecimiento estadounidense). Los líderes europeos suelen estar de acuerdo con esos economistas.
“Estos aranceles, independientemente de su nivel a largo plazo, nos perjudican a todos”, dijo Merz a la prensa este mes, antes de que se alcanzara el acuerdo. “No solo a nosotros, los europeos, sino que, en mi firme convicción, también perjudican a la economía estadounidense a largo plazo”.
Pero un momento después, Merz sonaba resignado a un gran aumento arancelario, independientemente del acuerdo que se alcanzara.
“El presidente Trump insiste repetidamente en que le encantan los aranceles”, dijo. “Esto significa que tendremos que aceptar que el gobierno estadounidense actuará de esta manera, al menos mientras persista el déficit comercial desde su perspectiva”.
En un comunicado de prensa el domingo, Merz aplaudió el acuerdo, pero añadió, casi con nostalgia: “Sin duda habría recibido con alegría una mayor facilitación del comercio transatlántico”.
Ni el canciller y ni sus homólogos de toda Europa han expresado tal resignación cuando se trata de Trump y Ucrania. En llamadas telefónicas y mensajes de texto, en viajes a la Casa Blanca y en cumbres en Canadá y Países Bajos, lo han presionado para que se deshaga de su amistad con el presidente Vladimir Putin de Rusia y respalde a Kiev en su esfuerzo bélico.
Los europeos han halagado a Trump. Lo han exhortado. Y se han negado a abandonar su gran esperanza de que el apoyo estadounidense a Ucrania pudiera obligar a Putin a entablar conversaciones de paz y poner fin al conflicto.
El acuerdo del domingo reduce las posibilidades de que las tensiones comerciales compliquen ese u otros llamamientos de política exterior a Trump. Pero no las elimina. Los casos de Canadá y México ejemplifican por qué. Renegociaron su acuerdo comercial con Estados Unidos en el primer mandato de Trump, solo para encontrarse ahora de nuevo en conversaciones.
Los investigadores de Pantheon Macroeconomics, una empresa de investigación enfocada en la economía mundial, lanzaron un consejo esta semana: “Advertimos encarecidamente que no se tomen los acuerdos anunciados como la última palabra”, aludiendo a impugnaciones judiciales y otras incertidumbres.
Muchos funcionarios europeos dicen en privado que lo mismo puede decirse de las promesas de Trump de apoyar a Ucrania o de su compromiso con la defensa de los aliados de la OTAN en caso de que sean atacados. Saben que las posturas del mandatario pueden cambiar. Su estado de ánimo puede cambiar. Los términos de sus acuerdos siempre están sujetos a renegociación.
Así es sobrevivir y avanzar con Trump. Cada día trae otro juego.