Desde el funeral del papa Francisco, los cardenales han estado celebrando reuniones a puerta cerrada en el Vaticano, donde los líderes de la Iglesia, incluidos los considerados papabili, dan breves declaraciones sobre los principales problemas que enfrenta la Iglesia.

Las reuniones dan a los cardenales la oportunidad de evaluar las prioridades, las agendas y el carisma. También son un foro para posibles apagones.

La primera regla de la campaña papal es que no hay campaña papal. En otras palabras, el autoengrandecimiento y la politiquería transparente son tabú en las campañas no electorales. Como les gusta decir a los expertos del Vaticano: Quien entra en el cónclave como papa sale cardenal.

Sin embargo, no siempre. En 2005, el cardenal Joseph Ratzinger, entonces decano del Colegio Cardenalicio, pronunció una homilía fúnebre para el papa Juan Pablo II. Entró en el cónclave con ímpetu y salió al balcón como Benedicto XVI.

Francisco no tenía esa plataforma en horario estelar para un discurso improvisado. En cambio, impresionó a sus colegas cardenales con su humildad y la incisividad de sus comentarios en las reuniones previas al cónclave.

El reto para los actuales candidatos potenciales ha sido ser tan hábil como Francisco para ganar apoyo, sin que parezca buscarlo.

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