La violencia a las mujeres en el trabajo no se piense solamente como encontrar golpes, o sufrir acoso sexual, va más allá, en un desdén sistemático, estructural y económico, es no visibilizar las presencias femeninas, es difamar o ser omisos en defender los derechos fundamentales. Los argumentos violentos son varios. ¡Por loca! ¡Por tonta! ¡Por fácil! ¡Por difícil! Debemos construir ahora una retórica de los argumentos que inician en la congruencia, como lo son no convertirnos en figuras de conveniencia, no ser accesible a lo que no es correcto, no ser objetos de adorno o de canje y menos figuras sumisas a la trasgresión, defender derechos. En pocas palabras, vernos en los otros y en las otras. La reivindicación aún está lejos, nuestra consigna ha sido históricamente que ¡va a caer! Cuando nos referimos al patriarcado. Y ahora que llegamos todas, sería el momento preciso. ¿O no?

En Ciudad Juárez existimos alrededor de 800 mil mujeres, y que según las estadísticas, a lo largo de nuestra vida, siete de cada diez de nosotras, viviremos algún tipo de violencia o de acoso. Entiéndase que las mujeres adultas mayores, con discapacidad o embarazadas, serán tal vez las más vulnerables, pero existe también un gran porcentaje sub registrado que es la violencia en los espacios de trabajo. Aquí en nuestro Juárez, cada día, según los registros de afiliación al IMSS, sabemos que hay casi 250 mil mujeres trabajadoras afiliadas, que son poco más del 45 por ciento de la fuerza total laboral.

En el año 2020, la Secretaria del Trabajo, una mujer joven la Lic. Luisa María Alcalde refería que en México, un 26.6 por ciento de las mujeres laboralmente activas son víctimas de violencia laboral y que 19.3 por ciento sufrían acoso sexual en mayor o menor grado. Poco tiempo después, en el año 2022, nuestro país firmaría una ratificación del Convenio 190, que venía de acuerdos con la Organización Internacional del Trabajo, sobre la Eliminación de la Violencia y el acoso en el Mundo del Trabajo, esto debido a demandas de las Redes de mujeres sindicalistas, como una urgencia al alto índice de casos encontrados.

Las amenazas a la falta de igualdad de oportunidades, afectaciones a la salud física y mental incluso sexual, los entornos sociales, familiares, a nuestras economías y lo más importante, la dignidad de las personas, nuestra dignidad.

En este Convenio entonces, no solo hay un compromiso del Estado Mexicano a combatir prácticas nocivas, pero también compromete a todos los espacios de trabajo a establecer sus protocolos de atención, documentación, denuncia, incluso que las resoluciones de los mismos casos sea manifestada de manera pública, porque sabemos que la confianza en estos mecanismos es muy baja y poco solicitada.

Desde el acceso a los puestos de trabajo, hasta la terminación de una relación laboral, pasando por el día a día, pudiésemos documentar un sin fin de violencias, y sé que algunos lectores dirán que la violencia está en todo lugar y no es exclusiva de mujeres, incluso que somos las mismas mujeres las que violentamos a otras, entonces hay que preguntarnos si el sistema de trabajo avala o permite estas violencias, como lo eran esos casos donde para contratarse era condición entregar prueba de embarazo negativa, donde no hay seguridad social y se siguen haciendo perpetuando condiciones laborales esclavistas, donde no hay flexibilidad para que los hijos sean seguramente entregados en sus áreas de resguardo llámense guarderías, estancias, la misma familia, escuelas. Donde para acceder a sus trabajos se enfrentan diariamente a calles peligrosas o de acoso sexual en los trasportes, habrá que revisar que no se promueva el favoritismo o el acoso en las líneas de producción de las maquilas, que se promuevan los ascensos laborales no solo en obligaciones sino en salario, habrá que revisar que los sindicatos no sean cuevas de lobos que amedrentan trabajadoras y que al terminar una relación laboral se haga de una manera digna y con justa retribución, incluso con una investigación de los motivos y si existió en algún momento violencia laboral por razón de género.

Entendamos que culturalmente para una mujer es sumamente difícil decir no, cuando un jefe pide un extra en el trabajo, en horario, en actividades, en funciones, y aún más difícil solicitar retribución económica por ello. Las jerarquías misóginas perpetúan además cualquier clase de acoso, en la normalización de estas conductas. Sucede no solo en la milicia, en la medicina o en la política, sucede en las empresas, en las escuelas, en los gobiernos. Tristemente, algunas mujeres, las menos por cierto, acceden a subir en el escalafón, cuando son parte de estos sistemas, como cómplices o como mudas espectadoras, mientras el mismo sistema aparentemente les va favoreciendo.

Sufrir violencia es enfrentarse a mirar los ojos en un espejo, es aceptar que fuiste golpeada de una u otra forma, es hablar del tema, es buscar ayuda y justicia, y es ser resiliente para que toda esa basura, no se queden en tu casa, que es tu cuerpo y tu alma.

Ahora que llegamos todas, busquemos que realmente se caiga este modelo de daños hacia las mujeres en sus espacios de trabajo, pedimos hace muchos años trabajar, pero no para ser violentadas, sino para desarrollarnos. Le pido encarecidamente a nuestra máxima representante en el poder la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo que no se olvide del Convenio 190, ni de tantas mujeres que una o muchas veces no hemos alcanzado derechos, justicia ni paz.

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