El acordeón es un instrumento musical que se compone de dos cajas de madera, un fuelle, teclas y otros aditamentos. Fue creado por el austriaco Cyrill Demian en la primera mitad del siglo XIX. Es un instrumento típico de varios géneros musicales, incluido el vallenato y la cumbia en Colombia, el tango en Argentina, algunos ritmos de Europa del Este, y por supuesto, la música norteña en México.

En días recientes, el exsenador de la República Damián Zepeda dijo en un medio de comunicación que, desde niño, siempre había creído que el Rey del Acordeón era Ramón Ayala. Sin embargo, consideraba que en el presente proceso electoral judicial, había descubierto que Morena era en realidad el verdadero rey del acordeón. Los comentarios de Zepeda vienen a propósito de la enorme cargada que Morena y sus cómplices han emprendido para favorecer a los candidatos judiciales que son afines al régimen corrupto que nos ‘gobierna’.

Como el enamorado de la música norteña que soy, estimo que Ramón Ayala (junto con Julieta Venegas, Celso Piña y muchos otros virtuosos del acordeón) palidecerían al ver la cantidad de acordeones judiciales que han circulado en días recientes, justamente con el objetivo de inducir el voto.

En la escuela, es una tradición mexicana que los niños que hacen trampa en los exámenes, anotan la información que estiman que puede venir en el mismo, y doblan la hoja de tal modo que parece un acordeón. Lo sacan durante las evaluaciones para vaciar su contenido en el examen respectivo y pasar desapercibidos.

El acordeón ‘escolar’ refleja la pereza, la trampa, la ventaja, el descaro, y el cinismo con el que algunos estudiantes mexicanos (y seguramente de otras partes en el mundo) se conducen al momento de cursar algún grado escolar.

Ahora, esa pereza, trampa, ventaja, descaro y cinismo (que muchos han practicado desde la primaria) se traslada a las elecciones judiciales por parte de funcionarios y candidatos corruptos, que participan en la farsa judicial que tiene lugar justamente el día de hoy.

En innumerables ocasiones he opinado en este mismo espacio que la reforma judicial es un retroceso. Ningún sustento doctrinal o académico respalda que a los jueces los elija el pueblo. Decía Emilio Rabasa (quien también palidecería de ver el circo que se celebra el día de hoy en México) que la elección popular es para llevar al poder no a los mejores, sino a quienes mejor representen la voluntad de las mayorías; igualmente decía que los jueces no pueden, sin prostituir la justicia, ser representantes de nadie.

Esto es muy lógico. El Poder Judicial tiene por objeto ser un contrapeso al poder. Su naturaleza es el control de la constitucionalidad y legalidad del régimen. Es decir, su origen es justamente ser un contrapeso a la avasalladora fuerza del Congreso y del Ejecutivo. Por eso debe estar desprovisto de interés popular, que es justamente el que se refleja en la rama legislativa y en la rama ejecutiva.

En pocas palabras, quien puede defender al ciudadano de los abusos del gobierno, es justamente el Poder Judicial. Eso cambiará a partir de hoy, cuando ningún juez protegerá a una persona acusada falsamente, si el gobierno lo quiere refundir en la cárcel; tampoco servirá para sacar a un inquilino moroso, o para defender a un inquilino cumplido. Todo se convertirá en un tema político. El ciudadano es el que pierde más.

La reforma judicial ha venido a mostrar los peores vicios del sistema político mexicano. Desde la integración de la actual legislatura, hasta la elección que tiene lugar hoy, en México ya nada funciona. Este gobierno terminó por destruir todo lo que se había construido durante décadas. Hay quienes se asombran y critican las épocas del partido hegemónico, sin darse cuenta que justamente a eso hemos vuelto. México tuvo cerca de treinta años de construcción democrática, hasta que llegó una caterva de resentidos al poder y lo destruyó todo.

Se supone que el Poder Judicial debe ser un poder que frene a los otros poderes. Sin embargo, hemos visto la operación de Estado, donde Gobernadores y funcionarios partidistas inciden en el proceso para tener ascendencia sobre los juzgadores que llegarán a partir de septiembre. Es decir, una concentración absoluta del poder. Aquellos que se supone deberán frenar al poder, son los mismos que tendrán una deuda con quienes lo detentan y los ayudaron a llegar. ¿Esa es justicia? ¿Es democracia?

La reforma fue perversa. El órgano electoral solicitó una partida presupuestal para poder llevar a cabo el proceso, garantizando los principios de imparcialidad, objetividad, certeza, y todos aquellos que rigen el proceso electoral. El oficialismo decidió no darles los recursos que solicitaban. Obviamente, el gobierno no buscaba imparcialidad, objetividad, ni certeza. Buscaba controlar el proceso.

El oficialismo determinó no dotar de recursos, sabotear el proceso, y hacer de la elección judicial un verdadero albañal. Llegaron los candidatos que el poder quiso que llegaran, por eso usaron su famosa ‘tómbola’, como si estuviéramos en una feria de pueblo. Instalarán las casillas en los lugares que ellos determinaron. Los votos los contará el órgano electoral a escondidas, sin la participación de representantes de los candidatos (sería imposible, dada la enorme cantidad de candidatos). Los resultados tardarán hasta doce días en llegar. Es decir, en doce días harán cochinero y medio en las mesas de negociación para acomodar a los propios.

Para ejercer el voto, el ciudadano deberá conocer los diversos perfiles que se postulan. No más para la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se postulan más de 64 candidatos. ¿Usted considera, estimado lector, que algún ciudadano se tomará la molestia de leer las propuestas y perfiles de todos los candidatos judiciales? Evidentemente no.

Aunado a lo anterior, deberá aprenderse el color de la boleta (para el cargo judicial) y el número del candidato. Eso hizo Morena, convirtió a los juzgadores en TikTokers, y a los candidatos en un número. Y todo este circo se celebrará mientras las cúpulas de Morena se reparten los espacios judiciales como se reparten cartas en una mano de poker. Quien crea que verdaderamente es el pueblo el que elegirá juzgadores, simplemente no entiende de política.

Por ello, Morena y sus cómplices (incluido el Gobernador de Nuevo León, Samuel García) están repartiendo ‘acordeones’ que le dicen a la gente cómo debe de votar en la elección judicial. Obviamente, los candidatos ahí incluidos son afines al oficialismo.

Tomé la decisión de no ir a votar en este proceso viciado, corrupto, ridículo y absurdo. Como profesor de Derecho Constitucional, me ofende enormemente que los juzgadores vayan a ser electos mediante la elección popular (misma que fue precedida por una tómbola, como en una kermés). No pienso participar en este cochinero que destruye los cimientos de la república. De hecho, creo que ya no queda república, pero no avalaré esta farsa.

Apelo a que los números de participación sean extremadamente bajos. No me gusta reconocerlo, pero seremos la burla del mundo por este proceso. Seguramente estos terroristas de la democracia rellenarán urnas y dirán que todo fue un gran éxito. No pienso ser cómplice de este circo absurdo.

En lo personal conozco mucha gente que está aspirando a un cargo de elección judicial. Para aquellos que tienen carrera judicial, les deseo el mayor de los éxitos hoy. Entiendo que verdaderamente esta es su vocación y que el oficialismo los puso en un predicamento complejo. Los invito (en caso de llegar al poder) a no dejarse someter por los corruptos de Morena, y que impartan justicia verdadera, no justicia política.

A los demás que aspiran a un cargo judicial sin tener experiencia judicial previa, les pregunto, ¿por qué no intentaron antes hacer carrera judicial? ¿Le temían a los exámenes de oposición? La actual coyuntura dio lugar a muchísimos oportunistas que pretenden ahora juzgar a partir de un proceso lleno de vicios.

A partir de hoy, el gobierno destruye el último cimiento de la República. Dios nos agarre confesados ante la hecatombe que se aproxima.

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