Migrar es una de las decisiones más complicadas que cualquier persona pueda tomar en su vida. Dejar atrás a la familia y la tierra que los vio nacer para ir a un país con cultura y costumbres distintas, sin tener la certeza de regresar, es algo que casi nadie hace por gusto.
México siempre ha sido un país solidario con los migrantes. Lo fue a inicios del siglo XX con la diáspora libanesa. Igualmente, lo fue con la comunidad judía que inmigró a México antes y después de la Segunda Guerra Mundial. México fue generoso con los exiliados españoles que huían de la Guerra Civil en la década de los treintas. También ha recibido cubanos, chilenos, y argentinos que huían de las dictaduras militares de sus respectivos países. A todos ellos se les recibió con los brazos abiertos. Muchos de ellos decidieron que México fuera su casa para siempre.
Por su parte, el destino de los migrantes mexicanos ha sido prácticamente uno: Estados Unidos. La vecindad y la historia han provocado que Estados Unidos sea el destino que muchos migrantes eligen al momento de abandonar el país. En el mismo sentido, México es el país al que más estadounidenses migran.
Si bien México no es un país de inmigrantes (como lo es Argentina, Brasil, o incluso Estados Unidos) cuando se habla de migración (especialmente en Estados Unidos) siempre se piensa en México. En Estados Unidos, cerca del 11% de la población tiene origen mexicano. Por otro lado, se dice que de los cerca de 11 millones de indocumentados que hay en Estados Unidos, la mitad serían mexicanos.
Es decir, los mexicanos son el grupo migrante predominante en Estados Unidos, especialmente en los Estados del sur. Todas esas personas (legales e ilegales) tuvieron que salir de México porque aquí no tenían oportunidades económicas. Es decir, la mayor parte de estos grupos son personas que migran porque no encuentran trabajo. La asimetría entre las economías de México y Estados Unidos, así como la proximidad geográfica son los principales componentes de este fenómeno social.
Los mexicanos siguen siendo mexicanos a pesar de encontrarse en otros países. Es deber del gobierno mexicano velar por sus intereses. Sin embargo, la postura de los últimos gobiernos de México resulta bastante hipócrita cuando se trata de nuestros connacionales en Estados Unidos. Voy a exponer por qué.
Para empezar, desde que tengo memoria, el gobierno norteamericano ha hablado de encontrar una solución al ‘problema migratorio’. En su momento, George W. Bush dijo que tenían que encontrar una solución integral a todo el problema, no soluciones temporales (‘The whole enchilada’ dijo Bush). En el caso de Barack Obama, es hasta el momento el Presidente que más personas ha deportado en su mandato, sin que hubiera buscado alguna solución distinta al DACA (similar al Dream Act). Por su parte, la retórica de Trump ha sido antiinmigrante desde la primera vez que fue candidato a la Presidencia.
Los años pasan y Estados Unidos sigue sin encontrar una solución a este problema. Desde la amnistía de Reagan (que legalizó la estancia de millones de personas) el gobierno norteamericano no ha podido tomar una decisión para solucionar este ‘problema’. Creo que debemos empezar por preguntarnos cuál es este ‘problema’ para poder encontrar una solución. Se antoja complicado deportar a once millones de personas de Estados Unidos y una amnistía tampoco es algo viable pues traería un enorme costo político para quienes la impulsaran.
La hipocresía del gobierno mexicano es que siempre pide una solución para sus ciudadanos en Estados Unidos inmiscuyéndose en asuntos internos de los vecinos. Es una postura hipócrita porque encontrar esa solución es una decisión soberana de Estados Unidos. Así como los gobiernos de la 4T se envuelven en la bandera de la falsa soberanía para cualquier tema, y así como piden respeto a la soberanía de México, no deberían decirle a otro gobierno cómo actuar.
En vez de estarse metiendo en temas internos de otros países, el gobierno mexicano debería ocuparse de generar las condiciones políticas en México para que nadie tenga que migrar (y para los que ya migraron, pudieran siquiera considerar el retorno). Es decir, el gobierno mexicano quiere que un gobierno extranjero se encargue de darle solución y cobijo a los ciudadanos que ese mismo gobierno mexicano expulsó de forma indirecta por la pésima conducción de la política interior.
Sheinbaum (como lo hacía AMLO) celebra cada vez que puede que uno de los principales ingresos en el país sea el envío de remesas de nuestros connacionales en Estados Unidos. Esto es absurdo. Celebrar eso es efectivamente reconocer que en México no hay condiciones económicas, ni trabajo para todos, y que la gente se tiene que ir a otro país para mantener a su familia. El ufanarse de esto es endosarle la responsabilidad a un gobierno extranjero de algo que le compete al gobierno mexicano, y que refleja su enorme fracaso en materia económica. Es deber del gobierno mexicano generar condiciones que generen empleos. Sin embargo, los empleos llegan con la inversión, y la inversión llega con la seguridad jurídica y pública, justamente las dos tareas en las que el actual gobierno se encuentra más atrasado.
En días recientes, la relación bilateral entre México y Estados Unidos se ha tensado todavía más. A la imposición de aranceles, la seguridad fronteriza, y el combate a las organizaciones criminales, se viene a sumar la decisión del gobierno americano de llevar a cabo detenciones de indocumentados en California y la eventual aprobación de un impuesto a las remesas.
La Presidenta Sheinbaum convocó a las manifestaciones de mexicanos en California, y el oficialismo envió a una comitiva legislativa a Washington a cabildear que no se establezca ningún impuesto a las remesas que envían los mexicanos a sus familias.
¿Estoy de acuerdo con las deportaciones o con el nuevo impuesto a las remesas? Evidentemente no. Nada que afecte a un mexicano en Estados Unidos puede ser celebrado por otro mexicano. Sin embargo, debemos entender que estas cuestiones (en caso de cristalizarse) serían un ejercicio legítimo y soberano del gobierno de Estados Unidos.
Los gobiernos de la 4T se llenan la boca hablando de ‘soberanía’. En ejercicio de esa falsa soberanía, el gobierno mexicano no permitió que el gobierno norteamericano dispersara la mosca estéril en territorio mexicano para evitar la proliferación del gusano barrenador, una emergencia sanitaria que está a punto de hacer colapsar la ganadería mexicana, especialmente la chihuahuense. La dispersión de esta mosca se ha llevado a cabo por décadas, pero los ineptos que hoy nos gobiernan tuvieron una invasión de falso patriotismo, aunque eso implique perder una fuente de ingresos para México como lo es la exportación de ganado. Es decir, a mayor crisis económica, mayor emigración.
Si el gobierno mexicano no permitió acciones sanitarias como estas (cuyo único beneficiario es México), ¿qué les hace pensar que tienen la legitimidad de decirle a Estados Unidos qué impuestos establecer y qué hacer con los migrantes que están en su territorio?
Lo único que ha hecho el gobierno mexicano por los migrantes es darle el derecho al voto (situación en la que estoy en desacuerdo) y garantizarle espacios legislativos dentro de las listas de candidatos de los partidos políticos (situación en la que también estoy en desacuerdo).
Resulta paradójico que el gobierno que provocó la emigración de millones de mexicanos le pida al gobierno de Estados Unidos que se encargue de ese asunto. Imagine usted, estimado lector, que una madre le deja encargado su bebé a la vecina. Después esa madre no quiere volver por el niño, pero sí le quiere decir a la vecina qué darle de comer, y hasta se atreve a criticar la forma de la vecina de atender al infante. La solución es simple, si no le gusta, que vaya por el niño.
El gobierno de México no quiere recibir de regreso a los migrantes, pero sí quiere decirle a Estados Unidos cómo debe atenderlos y qué impuestos debe cobrarles. Es bastante paradójico e incongruente.