En política exterior hay una vieja teoría que usó Richard Nixon y que Donald Trump ha revivido con orgullo: “The Madman Theory”, la teoría del loco.
Consiste en hacerle creer al mundo que uno está tan dispuesto a todo —tan volátil, tan impredecible— que más vale no provocarlo.
Así justificó Nixon bombardeos brutales en Vietnam y así está justificando Trump, hoy, una nueva guerra económica contra sus socios.
Este 11 de julio de 2025, el presidente de Estados Unidos anunció aranceles del 30 % a todas las importaciones provenientes de México.
No fue una advertencia, fue una orden ejecutiva y con ella, Trump no solo levanta un muro económico: levanta un mensaje de ruptura global.
El nuevo muro: no se ve, pero ya se siente. No hay cemento ni acero, no hay Guardia Nacional patrullando, pero el impacto es mucho más profundo: está en las exportaciones bloqueadas, en los precios que se inflan, en las cadenas de suministro que colapsan y lo más peligroso: en el silencio de los gobiernos que no saben cómo responder.
Trump no busca solo proteger empleos, busca reordenar el comercio mundial desde el miedo.
¿Qué está causando esta guerra arancelaria?
En Estados Unidos: aumento de precios en bienes básicos como alimentos, ropa, autopartes, maquinaria. Se estima un costo promedio de 2,800 dólares anuales por hogar estadounidense, según el Peterson Institute.
Empresas como Ford, Caterpillar y Amazon ya reportan presiones en sus costos operativos por los aranceles a productos y partes fabricadas en México. La inflación se recalienta justo cuando la Reserva Federal buscaba bajarla.
Y el empleo manufacturero, paradójicamente, no ha repuntado: muchos empleos “protegidos” simplemente no regresan… solo se encarece la vida.
En México: impacto directo en exportaciones por más de 30 mil millones de dólares anuales, riesgo de perder hasta medio millón de empleos formales, especialmente en frontera.
Empresas pequeñas están deteniendo producción, cancelando envíos y renegociando contratos de último minuto.
Regiones enteras como Coahuila, Baja California y nuestro estado, Chihuahua, enfrentan un freno al nearshoring que tanto se promovió y lo más grave: el Estado mexicano sigue sin una estrategia contundente, técnica y diplomática.
Y en el mundo, la señal es clara: Estados Unidos está dispuesto a romper las reglas multilaterales del comercio global si eso fortalece su narrativa interna… Europa, Japón y América Latina observan con cautela.
La OMC queda debilitada. El T-MEC es burlado y el mensaje que circula entre inversores y gobiernos es uno solo: el riesgo político en EU es real.
¿Y México?, México parece seguir apostando a que la tormenta pase sola, mientras nos golpean con aranceles, respondemos con comunicados diplomáticos.
Mientras se fractura el acuerdo comercial más importante del continente, no hay presencia firme ni en Washington ni en Ginebra y mientras se pierden empleos, proyectos y confianza, seguimos atados al discurso de que “no hay de qué preocuparse”, pero hay de qué preocuparse…. y mucho.
¿Qué tendría que estar haciendo México?
Activar ya los mecanismos del T-MEC, aunque incomode, impugnar formalmente ante la OMC, con evidencia y respaldo técnico. Blindar fiscalmente al aparato exportador nacional, en especial las PYMES. Acelerar la apertura hacia nuevos mercados en Sudamérica, Asia y África.
Enviar una señal política firme: México no es satélite, ni socio menor. Es la duodécima potencia exportadora del mundo Y merece respeto.
Si no actuamos, perderemos más que dinero, lo que está en riesgo no es solo balanza comercial, es nuestra soberanía industrial, nuestra reputación internacional y nuestra capacidad de resistir como país independiente, con voz propia.
El nuevo muro no se ve, pero ya está haciendo daño si no tenemos el valor de enfrentarlo, no será Trump quien lo haya construido, seremos nosotros quienes lo permitimos.
Hay momentos en los que la diplomacia no basta, momentos en los que hay que hablar fuerte, actuar rápido y defender lo que es nuestro…. este es uno de ellos.