Este viernes 18 de julio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hizo historia al firmar la ley GENIUS (Government-Enabled Network for Issuing and Using Stablecoins), que legaliza el uso de stablecoins —monedas digitales respaldadas por activos— dentro del sistema financiero estadounidense.

La nueva legislación no solo reconoce oficialmente a estas monedas como instrumentos válidos de pago, sino que también allana el camino para establecer la infraestructura digital necesaria, garantizar estándares de interoperabilidad, y definir un marco regulatorio que permita su integración segura y eficaz en el sistema financiero global.

Piense en stablecoin como un dólar guardado en una bóveda bancaria en Nueva York… que usted puede mover desde su celular con una app, sin que el billete se mueva físicamente, pero con total respaldo 24/7 365, en términos muy simples.

Con esta medida, Estados Unidos da un paso decisivo hacia la digitalización de su moneda, abriendo la puerta a un ecosistema monetario donde el «dólar digital» puede competir con proyectos similares de otras potencias, como el yuan digital de China o el euro digital promovido por el Banco Central Europeo.

Esta ley, marca un parteaguas en la historia económica del mundo, no solo de Estados Unidos, al permitir el uso de las monedas digitales stablecoins para comprar deuda del gobierno de ese país y mantener la hegemonía del dólar como moneda de reserva mundial.

Quizá muchos medios ni siquiera dieron cuenta de la noticia, sin embargo, este hecho tiene profundas implicaciones en el modelo económico ya no digamos de Estados Unidos, sino del mundo.

La legalización de las stablecoins en Estados Unidos bajo la Ley GENIUS representa un cambio estructural en el funcionamiento de los mercados financieros.

A partir de esta legislación, inversionistas institucionales y particulares podrán adquirir activos financieros —incluyendo bonos del Tesoro estadounidense— directamente con stablecoins respaldadas en dólares. Esto elimina la fricción asociada a transferencias internacionales tradicionales, reduce costos y acelera la velocidad de liquidación, haciendo que el sistema sea más accesible y competitivo.

En particular, el mercado de deuda pública estadounidense podría experimentar una ampliación de su base inversora, al permitir que gobiernos, fondos soberanos, bancos centrales y grandes corporativos en todo el mundo compren bonos del Tesoro utilizando dólares digitales emitidos por entidades autorizadas.

Esto fortalece la demanda global por instrumentos en dólares y consolida, paradójicamente, el papel del dólar en un mundo cada vez más digitalizado y multipolar.

Desde el punto de vista de la inversión privada, los activos digitales tokenizados, como acciones, ETFs o fondos de inversión, podrán comprarse directamente con stablecoins aprobadas por la red GENIUS, lo que abre la puerta a una integración más directa entre las finanzas descentralizadas (DeFi) y los mercados tradicionales (TradFi).

Este puente podría reducir el dominio de intermediarios bancarios, facilitar la inversión minorista global en activos estadounidenses y promover una mayor transparencia.

Además, al estar construida sobre una infraestructura de blockchain regulada, la nueva arquitectura permitirá auditoría en tiempo real, trazabilidad de flujos de capital, y mayor supervisión del lavado de dinero y financiamiento ilícito. Sin embargo, también plantea preguntas sobre la privacidad financiera y el rol que jugarán tanto la Reserva Federal como actores privados en la emisión y custodia de estas monedas digitales.

En suma, la implementación del dólar digital vía stablecoins no solo transforma la forma en que se intercambia valor, sino también cómo se ahorra, se invierte y se ejerce el poder monetario a escala global. Estados Unidos se posiciona así para seguir siendo el núcleo del sistema financiero internacional, ahora no solo por su economía y sus instituciones, sino también por su liderazgo en infraestructura financiera digital.

Cualquier persona podrá adquirir stablecoins a través de plataformas reguladas: bancos, casas de bolsa digitales, apps financieras o exchanges autorizados. Funcionará como comprar dólares, pero en formato digital. Estarán respaldadas 1:1 por reservas en efectivo, bonos del Tesoro o instrumentos de alta liquidez.

Las stablecoins serán interoperables con cuentas bancarias, wallets y plataformas de inversión. Es decir, se podrá transferir dólares desde una cuenta tradicional hacia una wallet digital (y viceversa), sin fricciones.

Se podrá invertir directamente en activos financieros estadounidenses usando stablecoins. Por ejemplo:

a) Comprar bonos del Tesoro (T-bills) en plataformas que acepten stablecoins.

b) Acceder a fondos de inversión tokenizados (ETFs digitales).

c) Participar en DeFi regulado: préstamos, staking, yield farming, con respaldo legal y supervisión federal.

Además, se podrá invertir en bienes raíces tokenizados, acciones fraccionadas u otros activos digitalizados que acepten pagos en stablecoins.

Estarán reguladas y auditadas. La ley exige transparencia total: cada emisor deberá reportar reservas, mantener custodia segura y operar bajo licencia financiera. Esto busca eliminar el riesgo que se ha visto en algunos colapsos previos de criptomonedas no reguladas.

Inversores internacionales podrán acceder al sistema financiero estadounidense sin pasar por bancos intermediarios. Esto es clave: un usuario en América Latina, Asia o África podría usar una wallet con dólares digitales regulados y comprar bonos norteamericanos, sin necesidad de tener una cuenta en JPMorgan o Citi, siempre que cumpla con controles KYC (conozca a su cliente) y AML (antilavado).

Las inversiones podrán programarse, automatizarse y liquidarse en tiempo real. Al estar basadas en blockchain, las transacciones serán instantáneas y transparentes, con posibilidad de smart contracts que ejecuten pagos de intereses, dividendos, o reembolsos automáticamente.

Finalmente debe considerarse que la stablecoin esté registrada y regulada.

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