Durante el primer cuatrimestre de 2025, 16, 646 chihuahuenses acudieron a unidades de salud por trastornos mentales, posicionando al estado como el sexto a nivel nacional con más personas atendidas por esta causa. La ansiedad fue el motivo principal, con 9,151 casos, seguida por la depresión con 2, 313, siendo las personas entre 30 y 49 años quienes más demandaron atención. Además, se reportaron más de 1, 500 casos en adolescentes por conductas disruptivas, así como 1 006 diagnósticos de bipolaridad, 374 de trastornos psicóticos, 373 con discapacidad intelectual, 326 casos de autismo y 206 por trastorno de estrés postraumático. Estas cifras reflejan no solo una necesidad creciente de servicios de salud mental, sino también el impacto que tienen estas condiciones en todas las edades.
La Encuesta Estatal de Salud Mental 2023, realizada por la Red Interinstitucional Chihuahuense, reveló que 22.9 % de los adultos presentan síntomas de ansiedad, y 22.2 % de depresión, porcentajes notablemente más altos que los promedios globales estimados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sitúa la ansiedad en 16.4 % y la depresión en 8 %. Estas cifras confirman que la salud mental en el estado no puede seguir siendo vista como un tema secundario. Si bien cada vez más personas buscan atención, todavía miles permanecen sin diagnóstico ni tratamiento. Actualmente, solo 42 de las 207 unidades de salud en el estado cuentan con atención psicológica, y apenas cuatro con atención psiquiátrica. Además, se cuenta con dos hospitales especializados, uno en Chihuahua capital y otro en Ciudad Juárez, con un total de 129 camas para hospitalización, así como una línea de crisis que opera 24/7.
La salud mental debe entenderse como un componente integral del bienestar. No se trata únicamente de evitar enfermedades, sino de garantizar que las personas puedan desenvolverse de manera plena en lo emocional, social y psicológico. De acuerdo con la OMS, quienes padecen trastornos mentales graves tienen entre 40 y 60 % más probabilidades de morir prematuramente por enfermedades prevenibles. En México, del 2005 al 2022, los síntomas depresivos aumentaron más del 56 %, alcanzando al 16.1 % de la población adulta. La omisión y el estigma no solo perpetúan el sufrimiento, también tienen un costo económico, social y humano inmenso. En el caso de Chihuahua, la cifra de suicidios ha aumentado de forma alarmante: de 365 casos en 2018 a 572 en 2021, con una ligera baja a 528 en 2022. Estos números son inaceptables.
Uno de los mayores obstáculos sigue siendo la estigmatización. Muchas personas aún consideran que la depresión o la ansiedad son signos de debilidad o exageración, lo que provoca que quienes padecen estas condiciones no se animen a pedir ayuda por miedo a ser juzgados o minimizados. El desconocimiento abre paso a prácticas irresponsables y peligrosas que, lejos de mejorar la situación, la agravan. Urge desmitificar y normalizar la atención psicológica, tal como se hace con cualquier otro problema de salud física. El estado ha dado pasos importantes, como la apertura de espacios como la unidad “Chidamente”, que ofrece atención gratuita y accesible a jóvenes de 12 a 29 años, pero estos esfuerzos deben escalarse a nivel estatal.
Se necesitan acciones concretas en tres niveles: prevención desde la educación y espacios comunitarios, fortalecimiento del acceso a servicios profesionales con más personal y centros especializados, y campañas constantes para eliminar el estigma y fomentar una cultura del cuidado mental. No se trata únicamente de tener más psicólogos o psiquiatras, sino de promover una sociedad que entienda, acompañe y actúe a tiempo. La salud mental debe ser política pública prioritaria. Las cifras actuales no deben verse como un logro por el aumento en la atención, sino como un llamado urgente a actuar con más recursos, voluntad política y participación ciudadana.
Como sociedad debemos cambiar el discurso, invertir en recursos, promover espacios de escucha y alejar los prejuicios. Solo así convertiremos las cifras en esperanza, comprensión y recuperación. La ansiedad, la depresión, el suicidio y otros trastornos no distinguen género, edad ni clase social.