Con interés durante los últimos días tuve oportunidad de observar con detalle los resultados de la Encuesta de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) 2024 dados a conocer el pasado 30 de julio por Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

Tales datos permitirán que los estudiosos de la evolución económica de México tengan indicadores confiables para medir el comportamiento que han tenido los ingresos en los hogares mexicanos durante el periodo 2016-2024, sobre todo porque según los expertos las cifras de las cinco encuestas que se han levantado en este periodo son confiables y estrictamente comparables, además están enteramente disponibles en el sitio del INEGI.

Hay mucho de que hablar, pero por ahora adelanto que esta información es importante porque proporciona una idea específica de la evolución y distribución de los ingresos y gastos en los hogares mexicanos; lo cual es útil para medir el impacto que sobre la pobreza y la desigualdad tuvo el primer gobierno de la Cuarta Transformación, encabezado por nuestro líder fundador, Andrés Manuel López Obrador.

En ellos podemos conocer la evolución del promedio del ingreso y los gastos realizados por todos los miembros de las familias mexicanas desde 2016 y hasta 2024 y, desde luego, la serie de datos que nos interesa que parte de 2018 y concluye en 2024; con la cual podemos comparar el ciclo completo del gobierno de AMLO con el estado en que se encontraban los fenómenos señalados a fines del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Una vez descontado el efecto de la inflación, la ENIGH nos indica que el ingreso corriente promedio trimestral de los hogares aumentó, entre 2018 y 2024, de 67 mil 319 a 77 mil 864 pesos, registrando un incremento de 10 545 pesos, que no se había observado en el pasado reciente, ni en todo el largo periodo que cubrieron los gobiernos neoliberales de 1982 al 2018.

Al respecto, tenemos un antecedente que, en parte, puede representar lo ocurrido en ese largo periodo: entre 2016 y 2018, los dos últimos años de Peña Nieto, el ingreso corriente descendió de 70 mil 247 a 67 319 pesos, mostrando una pérdida de ingresos de 2 mil 928 pesos.

Este aumento de los ingresos reales es importante, porque nos da cuenta de que las percepcione de la mayor parte de los mexicanos, a pesar de la caída registrada en la pandemia, finalmente se recuperaron y tuvieron un ascenso significativo; lo cual contradice lo publicado cotidianamente en las secciones de economía que insisten en una caída de la economía de las familias, basándose en las mediciones del PIB, las cuales no son representativas de lo que pasa en los hogares mexicanos.

Con la ENIGH ocurre lo contrario: podemos precisar cuáles fueron los orígenes del movimiento que tuvieron los ingresos durante el sexenio de AMLO y profundizar sí corresponden a la expectativa, que fue trazada tanto en el diseño de la política pública, como en el propio discurso del gobierno de la Cuarta Transformación, que siempre expuso que sus objetivos centrales eran avanzar en la erradicación de la pobreza y reducir hasta donde fuera posible la desigualdad.

Al respecto, tenemos excelentes noticias porque el origen de esos aumentos aparecen bien relacionados con la evolución que tuvieron los pagos al trabajo subordinado y en los apoyos asociados a los programas gubernamentales.

Del aumento en el ingreso, equivalente a 10 mil 545 pesos que ya mencionamos, 5 mil 323 resultaron del trabajo subordinado y un mil 523 de los subsidios atribuidos a los programas sociales, lo que en conjunto nos indica que, más de las dos terceras partes (64.9 por ciento) de la mejora experimentada por las familias mexicanas, se generó en el ejercicio del trabajo asalariado o en las transferencias que el gobierno de la Cuarta Transformación destinó a distintos miembros de las familias, mediante los programas gubernamentales.

En verdad, que este cambio está fuertemente vinculado a una política laboral que impulsó una rápida recuperación del salario y a una política de Estado orientada a mejorar significativamente la situación material de los grupos sociales más vulnerables, con base en reformas constitucionales que crearon una nueva generación de derechos sociales, inscritos en nuestra carta magna.

En relación con lo anterior conviene tener a la vista durante el gobierno de AMLO tuvimos seis revisiones salariales que en conjunto significaron un incremento del salario real de los trabajadores mexicanos equivalente al 117.9 por ciento.

Pero también conocimos la creación de nuevos programas sociales que efectivamente canalizaron una proporción significativa del gasto gubernamental para mejorar la protección de grupos vulnerables en todos los rincones de México, con los cuales se apoyó a comunidades originarias, personas en situación de discapacidad, mujeres solteras con hijos, adultos mayores y, entre otros, campesinos pobres; habiéndose alcanzado un padrón de 31 millones 551 mil personas beneficiadas.

En este último caso la inversión fue extraordinaria, elevándose por primera vez en nuestra historia a la cifra de 835 mil millones de pesos, un monto equivalente al 2.4% del PIB, nunca registrado en nuestro México.

A pesar de la evidencia, los críticos han coincidido en dos cuestionamientos, que, en parte, son contradictorios: según ellos, el ascenso de los ingresos no está sustentado en una base productiva, porque proceden de la expansión de los subsidios públicos y, en lo referente a los apoyos que realizan los programas sociales, tienen el defecto de favorecer con mayor intensidad a las familias que tienen una mejor posición económica.

Ambos son falsos, los datos de la ENIGH lo confirman: tanto los programas sociales como el cambio en la política laboral explican el aumento en los ingresos; porque es cierto, como ya lo expresé que, al menos, el 50 por ciento de la mejora procede del trabajo asalariado. En cuanto a la distribución de los apoyos sociales, también han favorecido a personas con mejor estatus social; pero el impacto combinado de mejores salarios y mayores subvenciones directas han tenido el efecto deseado de contribuir a la reducción de la pobreza y de esa manera a la desigualdad.

Una rápida mirada a la secuencia de crecimiento que muestra la distribución del ingreso ordenada según diez grupos (deciles) que comprende, en cada grupo el 10 por ciento de los hogares estudiados, nos revela, con extrema claridad, que el mayor aumento lo registra el grupo de hogares (I, primer decil) que tenía menores percepciones y el menor, el grupo que tenía las mayores (X, décimo decil).

La diferencia es notable y no deja duda de su confiabilidad, pues las entradas del primer decil, el de los ingresos más bajos, crecieron 35.9 por ciento y las del décimo, apenas 4.2 por ciento, mostrando con ello que las políticas del gobierno de López Obrador, cumplieron ampliamente su objetivo de elevar al primer plano a los pobres y de acortar la distancia entre las familias más pobres y las que gozan de mayor prosperidad.

Hablando de la desigualdad, al relacionar las entradas monetarias promedio del primer decil con los del décimo, esta conclusión alcanza el nivel de incontrovertible, pues en 2018 las percepciones del grupo de hogares en la mejor posición era 18.3 veces mayor que el de las familias ubicadas en el segmento con menores ingresos; pero, ahora en 2024, tenemos que esa relación se ha reducido, para sólo representar 14 veces el ingreso de las familias del decil más vulnerable, materialmente hablando.

La confirmación de que el perfil de la desigualdad por primera vez en nuestra historia ha tomado un rumbo más justo, nos lo ofrece el Coeficiente de Gini que los expertos aceptan como el indicador que mejor representa los niveles de desigualdad de un conglomerado, en este caso, nuestro México. Se trata de un indicador que crece cuando lo hace la desigualdad y desciende cuando ocurre lo contrario, de modo que un coeficiente más bajo nos habla de mayores niveles de igualdad.

Con orgullo les informo que la ENIGH confirma que también, hablando de la distribución del ingreso, México ya tiene otro rostro: ha empezado el camino para avanzar hacia una sociedad más igualitaria; su coeficiente de Gini ha mostrado un claro descenso, de un nivel situado en 0.426 en 2018 a otro estimado en 0.391 en 2024, mostrando una reducción de 8.2 por ciento.

En cuanto al nivel de la pobreza, los resultados que nos informarán del balance completo del periodo de AMLO, los conoceremos el 14 de agosto, pero existen claros indicios de que también se ha reducido; porque las primicias nos indicaron que entre 2018 y 2022 el número de pobres se había reducido en 5 millones 86 mil personas y la última estimación trimestral de la tasa de pobreza laboral, nos indicó que se había reducido a sólo 33.9 por ciento, el nivel más bajo alcanzado a lo largo de todo el siglo XXI.

El próximo 14 de agosto el propio INEGI, al publicar las cifras relativas a la medición de la pobreza, seguramente nos confirmará que, como nunca, también la pobreza se ha reducido más allá de lo que consideraron posible los ideólogos de los gobiernos neoliberales.

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