Uno de los juegos más populares de mi infancia fue el clásico «polis y ratas». Todavía me tocó la época en que los niños nos apoderábamos de las calles para disfrutar de largas sesiones de juegos. En este caso, las reglas eran muy sencillas, la primera y más importante es que solo se podía pertenecer a uno de los grupos, entonces, o eras «poli» (policia) y te tocaba perseguir «ratas» (delincuentes), o al revés, pero nadie en su sano juicio podía estar en los dos bandos al mismo tiempo. Esos sí, al final, el juego se reiniciaba y si ahora fuiste «poli», al rato te tocaba ser «rata”.

Con una forma lúdica se muestra una realidad que es evidente, para un segmento de la población solo hay dos opciones para ejercer un poco de poder: o se hace portando una placa o se hace transgrediendo las normas.

Esto viene a colación porque hace unos días, tras la ejecución de un líder del crimen organizado, también fueron ultimados dos policías municipales que estaban «francos» (en su día libre), que al parecer trabajaban como escoltas del hampón.

La noticia parece no sorprenderle a nadie. La gente sabe que, como en toda actividad humana, en la policía hay buenos y malos. La diferencia es que se puede ser un mal jardinero y descuidar un rosal o una palmera y no pasa nada, a lo sumo una molestia para el dueño por la cuestión estética de su jardin, pero ser policía y al mismo tiempo trabajar para el crimen organizado eso si está mal, porque la sociedad espera que el policía haga su trabajo de proteger y servir a la comunidad.

Es irónico que la sociedad le reclame a la policía que cumpla su responsabilidad y que al mismo tiempo le tenga desconfianza, es un juego perverso que provoca un círculo vicioso, en Juárez, el nivel de confianza en la polícia se mantiene en un 49%, según el INEGI, lo que significa que la mitad de la población confía y la otra mitad desconfía.

En Ciudad Juárez hay 2,461 policías municipales, somos el noveno lugar nacional en número de policías por municipio, el primer lugar se lo lleva León, Guanajuato, que tiene 3,866 y que tiene una población parecida a la de Juárez, ambas ciudades, Juárez y León, están cercanas a 1.5 millones de habitantes y son polos de desarrollo industrial, pero el número de policías contrasta entre una ciudad y la otra. Por cierto, en esa métrica, el municipio de Chihuahua tiene 2,114 policías, pero tiene medio millón de habitantes menos que Ciudad Juárez.

Entonces, según el índice de policías por cada 100 mil habitantes, Ciudad Juárez quedaría con 163, mientras que León tendría 244 y el municipio de Chihuahua 225, como siempre, Juárez sale perdiendo con Chihuahua y en comparación con otros municipios del país con similares condiciones.

Hay que aclarar que muchos policías sí hacen su trabajo y hay de todo «como en botica», buenos, malos y regulares. Las instituciones son un reflejo de nuestra sociedad. Quizá por eso nadie se sorprendió, porque lo mismo ocurre en cualquier parte. El alcance del crimen organizado persuade a cualquiera, por ejemplo, un empresario que quiere potenciar su negocio y acepta lavar dinero o un arquitecto que es contratado para construir a sabiendas de que el dinero es ilícito, cualquier giro, casas de cambio, escuelas particulares, agencias de autos, hospitales, donde le ponga la mano, ahí va a encontrar la tentación y unos caen sin saberlo o sabiéndolo, la cuestión es que lo permitimos ¿pero quién quiere meterse en problemas? Nadie toma ese riesgo, así que a veces es mejor no ver, no oír y no preguntar.

Esa condicionante permisiva de la sociedad lleva una serie de circunstancias complejas. La gente piensa que no hace nada malo si solo acepta hacer un pequeño, casi imperceptible, crimen, porque es un ilícito sin víctimas aparentemente, casi inocente. Pero un dólar lavado es una mancha de sangre, quizá no tenga rastro, pero no deja de ser dinero mal habido.

Por otro lado, sabemos cuántos policías hay, pero del lado del crimen organizado no hay un censo, es imposible conocer el total de personas que participan de las pandillas o de los cárteles, pero hay estimaciones, según los expertos una sola de las facciones puede llegar a los 5,000 miembros, si pensamos que al menos hay dos grupos grandes, entonces la cifra podría llegar al doble, 10,000 personas directamente involucradas en algún crimen y una red de apoyo que pudiera superar las 20,000 personas que indirectamente apoyan alguna actividad ilícita.

El dato que si tenemos es que en Cereso de Juárez, el número 3, hay 4,150 internos y en el municipio de Chihuahua hay una población carcelaria 2,527, si consideramos este número de Personas Privadas del a Libertad (PPL) como un indicador y que el total en el estado es de 8,810, resulta que Juárez tiene 47% de los internos del estado. Como suele suceder, la tragedia de Juárez es tener menos recursos, pero más necesidades.

En conclusión, el juego de “Polis y ratas” es una alegoría de la realidad, pero por lo menos hay una virtud que encierra: que cada quien se queda de su lado. Lo que hemos visto es la dualidad de quienes deciden ser las dos cosas al mismo tiempo y eso provoca más desconfianza, pero el problema no se acaba ahí, la filtración del crimen organizado está en todos lados.

La gran pregunta es de qué lado queremos estar.

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