El jueves de la semana pasada en la librería universitaria, a la par de los eventos del “Juangabrielísimo”, el doctor Jorge Álvarez Compeán llevó a cabo la lectura en voz alta de fragmentos de su libro “Los procesos penales de Alberto Aguilera Valadez”. Más que presentación, el autor suele preferir leer fragmentos de sus textos, contextualizarlos y compartir con los asistentes aspectos que no necesariamente el lector desprende de los libros.
Notario público por varias décadas en Ciudad Juárez, así como funcionario público en diversos periodos, Álvarez ha publicado diversos textos, entre ellos “El proceso penal de Jesús de Nazaret”, “El proceso militar y eclesiástico de Miguel Hidalgo y Costilla” y “Los procesos criminales de Oscar Wilde”. En estas fechas, al tenor de unos días que los juarenses le dedican a Juan Gabriel, Álvarez Compeán nos hizo partícipes de algunos trozos de su más reciente libro, así como de sus propios comentarios sobre los avatares de la obra y, por supuesto, de algunos pormenores de su trato con el artista.
En efecto, el libro que se comenta lo escribió un autor que conoció la vida de Alberto Aguilera. Un autor que lo apreció, y que inclusive, como llega a decirlo él mismo en el libro, buscó protegerlo, dada la esfera de vulnerabilidad en la que Juan Gabriel vivió, a pesar, podemos decir, de su fama y de su éxito.
Cabe señalar que, pese a su afecto por el artista, el doctor Álvarez Compeán no pierde esa pretensión de objetividad que quien construye un libro de tal jaez debe mantener, pues no se trata de una historia novelada, sino de una investigación histórico-jurídica, sobre una persona que se vuelve, poco a poco, una leyenda. Y en la construcción de la imagen de una leyenda, la tentación de engrandecer su imagen, en ocasiones, no es menor. En ese sentido, en la obra se muestra que su autor, quizá, hizo varios ejercicios de autocontención. Y esto se nota en la confección del libro, pues se mantiene el cuidado necesario para describir lo que realmente ocurrió en los procesos jurisdiccionales a los fue sujeto Juan Gabriel a lo largo de su vida. Procesos que, por cierto, no fueron pocos. Así, nuestro autor no cae en el cliché barato de la polarización entre “inocentes” o “culpables”. Antes bien, investiga y rastrea los procesos penales en los que se vio inmerso el famoso cantautor, pero cuidando de no llegar a conclusiones categóricas y sin sustento. En uno de ellos, quizá el más mediático de los cuatro procesos a los que fue sometido y en el que Alberto Aguilera es procesado penalmente por el delito de robo y recluido en la célebre prisión de Lecumberri, el autor da cuenta de las múltiples inconsistencias de los relatos que se tejen en torno al caso. La pretensión de objetividad del autor se evidencia, pues como hizo énfasis en la lectura pública del libro, no se sabe si Juan Gabriel fue “culpable o inocente” pese a que todas las versiones mediáticas, se empeñan siempre en mostrarlo como inocente del robo.
En torno a este proceso, luego de una exhaustiva búsqueda en el que el autor evidencia el desaseo, la opacidad y la negligencia que existe en los aparatos burocráticos, con los datos que logra reconstruir, señala: “Sin poder llegar a una conclusión firme sobre si Alberto gozó de la condena condicional o la libertad preparatoria para obtener su excarcelación de Lecumberri, creo sin temor a equivocarme que Alberto fue condenado como responsable de haber cometido el delito de robo, que sale un sábado 13 de marzo de 1971 porque gracias a que contribuyeron tantas personas de buen corazón termina su tránsito por el ‘Palacio Negro’ y se apaga el dolor y llanto que lo acompañó por meses”.
Por supuesto, como bien lo señaló Álvarez Compeán en la lectura pública del libro, recibir una condena formal no significa que, Alberto Aguilera haya, en efecto, cometido ese ilícito, en términos de una verdad material, máxime cuando eran los tiempos en que la confesión era considerada la reina da las pruebas y no existían los parámetros derechohumanistas que hoy se toman en cuenta en la prosecución judicial.
Su estancia en Lecumberri, ese “palacio negro” del que tanto se sigue hablando, es solo una muestra de que el Divo de Juárez la sufrió, desde su infancia. En esas etapas de incertidumbre y aflicción, el libro también alude, por ejemplo, al paso de Alberto Aguilera por la Escuela de Mejoramiento Social para Menores de Ciudad Juárez, ese lugar al que Juan Gabriel llamaba el “internado” en algunas entrevistas. Tenía apenas cinco años cuando ingresa, gracias a que la maestra Micaela Alvarado Elizalde, en ese entonces directora de ese lugar, se lo encuentra en la avenida 16 de septiembre vendiendo periódicos. Una vida nada fácil, pues, la de quien hoy recibe las muestras de cariño de todos los juarenses. Y un libro, el del maestro Álvarez Compeán que, con acuciosidad, nos pone en primera fila para conocer los procesos penales de Alberto Aguilera Valdez, pero no sólo eso, ya que nos coloca en sede privilegiada para reconstruir aspectos de la vida del artista a quien los juarenses rinden homenaje en estos días.