López Obrador dijo durante años una serie de disparates que deberían haber alarmado a cualquier sociedad. En su momento, dijo que el COVID no hacía daño y que la gente debería abrazarse. Anteriormente había dicho que extraer petróleo no tenía ciencia, que era como meter un popote en la tierra, nada más. Después, al defender a muchos de sus funcionarios por su evidente incapacidad para los distintos cargos que los había postulado, sostuvo que para ser funcionario se requería 90% honestidad y 10% de experiencia.
El tiempo terminó por demostrar que dichos funcionarios no tenían 90% de honestidad, sino quizá, en todo caso, 90% de lealtad hacia el régimen más corrupto del que se tenga memoria. Ejemplos de ese 90% de ‘honestidad’ son Mario Delgado, con apartamentos que superan sus ingresos, los directivos de SEGALMEX, que evidentemente no eran honestos, el caso de Delfina Gómez (exsecretaria de Educación de su sexenio), el asunto de la vinculación de Adán Augusto López con el crimen organizado, la gobernadora de Veracruz Rocío Nahle con todas sus propiedades, entre otros.
Es decir, el gobierno de López Obrador tuvo funcionarios que eran todo menos honestos. La diferencia con sus antecesores es que todo el día pregonaba que eran honestos, y el pueblo decidió creerle esa mentira. Como dijo Carlos Menem en alguna entrevista siendo Presidente de Argentina: “cuando alguien va a la mesa de uno, y entra a hablar de honestidad, y entra a hablar de moral y de ética, cuando se va, hay que contar los cubiertos”.
El gobierno de López Obrador fue, sin el menor resquicio de dudas, el gobierno más corrupto del que se tenga memoria en México. No basta con decir que se es honesto si no se es. Ahora resulta que el hombre que solamente cargaba doscientos pesos en su cartera tiene un hijo que vive en Houston (en la empresa de un contratista de PEMEX), mientras el otro viaja a Japón y se hospeda en hoteles de lujo, al mismo tiempo que su esposa se va a vivir a un lujoso barrio en Madrid mientras su hijo menor estudia en la Universidad Complutense de Madrid.
Por años López Obrador arremetió contra la tecnocracia, esa corriente de funcionarios formados en las mejores universidades del mundo, que se hacían cargo de distintas responsabilidades públicas en México. Se pudiera decir que la tecnocracia inició en el gobierno de Miguel de la Madrid y concluyó en 2018 con la llegada de López Obrador.
Si algo se le criticaba a los tecnócratas es que no tenían sensibilidad política (electoral) y que tomaban decisiones solamente en función de indicadores económicos. Sin embargo, una cosa es tener a un experto insensible a la cuestión política, y otro tener a un político ideologizado, sin conocimiento básico de lo que hará en su cargo.
El daño que causó López Obrador a las instituciones (esas que alguna vez mandó al diablo) es extremo, casi permanente.
Para empezar, tenía en su gobierno a Hugo López Gatell, quien dejó de lado el ser un médico reconocido para convertirse en aplaudidor del Presidente. Durante la pandemia de COVID en 2020, Gatell llegó a decir que el Presidente no era una fuerza de contagio, sino una “fuerza moral”.
En este sentido, López Obrador dio muchas muestras de su enorme desprecio por las instituciones. Así como Calígula nombró a su caballo Incitatus como cónsul, López Obrador nombró a Rosa Icela Rodríguez como Secretaria de Seguridad Pública. Rodríguez es licenciada en periodismo. Entonces, no era el perfil idóneo para el cargo.
Posteriormente nombró a Tatiana Clouthier como Secretaria de Economía. Clouthier es Licenciada en Lengua Inglesa, por tanto, su perfil no tiene nada que ver con las actividades que se desarrollan en la Secretaría de Economía.
Nombró a Octavio Romero Oropeza, ingeniero agrónomo, como Director de PEMEX y a Delfina Gómez como Secretaria de Educación.
En este sentido, los excesos no se limitaron a su gabinete, sino al aspecto político. Impulsó a Layda Elena Sansores como Gobernadora de Campeche. Quiso hacer lo mismo con Félix Salgado Macedonio en Guerrero pero la autoridad electoral (en ese momento, todavía independiente) se resistió.
Nombró directamente a Lenia Batres como Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a pesar de haber quedado demostrado en todas las sesiones de la Corte su falta de conocimiento en la materia constitucional. Insisto, el daño institucional es enorme, pues como dice el dicho “el primer acto de corrupción de un funcionario es aceptar un cargo para el que no está preparado”.
Ahora, en el “segundo piso de la cuarta transformación” muchos hubiéramos esperado que las cosas cambiaran. Si bien el perfil de Sheinbaum es más mesurado (quizá por su formación académica) nos ha dado sorpresas que hablan de una continuidad en la forma de hacer política.
Por ejemplo, a Rosa Icela Rodríguez, la periodista, la nombró como Secretaria de Gobernación. Sin embargo, el ejemplo de esta semana es el nombramiento del periodista Genaro Lozano como Embajador de México en Italia.
En México existe el Servicio Exterior Mexicano que es una cantera de diplomáticos al servicio del país, con una formación sólida y robusta en la conducción de la política exterior en México. Muchos Presidentes han hecho uso de los diplomáticos de carrera para enviar misiones o embajadores a distintos países. Así lo dispone la ley. Si bien algunos Presidentes en el pasado enviaban a políticos a ocupar estos cargos, regularmente ponderaban a los diplomáticos de carrera para llenar estas posiciones.
Desde López Obrador fue una constante el enviar a políticos emanados del PRI a diversas embajadas en el mundo. Omar Fayad en Noruega, Quirino Ordaz en España, Carlos Aysa en República Dominicana, o Claudia Pavlovich como Cónsul en Barcelona son tan solo unos ejemplos de lo que estoy expresando.
Ahora, Sheinbaum envía a Lozano como Embajador en Italia. Lozano siempre fue un periodista parcial y poco crítico. Una pluma vendida en pocas palabras. Sin embargo, su sumisión y lambisconería al régimen le sirvió para que lo enviaran como Embajador a Italia, ante un gobierno que es muy distinto (ideológicamente) a lo que Lozano defiende. ¿Qué necesidad de tensar la relación con Italia? ¿No había otras embajadas a donde pudiera haberlo enviado?
Ahora, si hablamos de las delegaciones federales en Chihuahua, las cosas están igual. Creo que la única que cumple con el perfil adecuado para su cargo es Mayra Chávez, Delegada del Bienestar en Chihuahua. De ahí en fuera, hay muchísimos
improvisados que desconocen la materia que están encargados de administrar.
Desafortunadamente, la constante sigue siendo la misma. El nombramiento de perfiles no solo no idóneos, sino abiertamente contrarios a lo que debería de ser un funcionario público. Muchos de ellos no conocen la materia, no son honestos, y tampoco serán leales a quien los puso.
Durante la mayor parte del siglo XX y lo que va del XXI, México ha transitado de ser un país que salió de su proceso revolucionario, para convertirse en una democracia, posteriormente una tecnocracia, y ahora, una analfabetocracia. Es triste reconocerlo, pero alguien tiene que decirlo.