¿Hacer ejercicio cuando estás agripado?

Cuando no te sientes bien, es normal preguntarte si forzarte a hacer ejercicio podría ayudarte a recuperarte más rápido o si solo empeorará tu malestar. Aunque el ejercicio regular fortalece el sistema inmunológico, durante una infección como la gripe o un resfriado, la respuesta no siempre es tan simple.

La clave está en saber escuchar al cuerpo y actuar con prudencia

¿Cuándo puede ser seguro ejercitarse?

Una regla útil, respaldada por el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM), es la llamada regla del cuello.

Síntomas por encima del cuello.

Como congestión nasal, escurrimiento, estornudos, dolor de garganta leve o dolor de oído leve podrían permitir actividad física ligera o moderada, como caminar, yoga suave o ejercicios de bajo impacto.

Síntomas por debajo del cuello.

Como fiebre, tos persistente, dolores musculares, náuseas, vómitos o diarrea, indican que debes descansar y evitar cualquier esfuerzo.

El Dr. Donald Brown, del Hospital Houston Methodist, lo resume así:

«Si tus síntomas están por encima del cuello y te sientes con energía, podrías ejercitarte suavemente. Pero si empeoran con el ejercicio o si hay síntomas más serios, lo mejor es parar y descansar».

Cuidado con los medicamentos

Incluso si tus síntomas parecen leves, los medicamentos para el resfriado pueden alterar tu capacidad para ejercitarte. Fármacos con fenilefrina pueden elevar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, haciendo que el entrenamiento se sienta más extenuante.

Otros, como los antihistamínicos, causan somnolencia y reducen los reflejos.

Revisa siempre los efectos secundarios antes de entrenar y, ante la duda, el descanso es la opción más segura.

¿Cuándo debes evitar por completo el ejercicio?

Los especialistas coinciden en que si presentas cualquiera de los siguientes síntomas, lo mejor es hacer una pausa completa:

* Fiebre.
* Dolores corporales intensos o escalofríos.
* Congestión en el pecho o dificultad para respirar.
* Náuseas, vómito o diarrea.
* Fatiga extrema.

En estos casos, forzar al cuerpo puede no solo empeorar los síntomas, sino también prolongar la recuperación y aumentar el riesgo de complicaciones, como infecciones respiratorias más severas o problemas cardíacos temporales.

Si decides moverte un poco

Si optas por hacer algo de actividad, los expertos recomiendan:

Reducir la intensidad del ejercicio.
Acortar la duración de la rutina.
Priorizar la hidratación y el descanso.
Evitar entrenamientos exigentes o que eleven mucho el ritmo cardíaco.
Escuchar constantemente a tu cuerpo.
Incluso si no haces ejercicio formal, puedes optar por movimientos suaves como estiramientos dinámicos, caminar en casa o practicar respiración profunda.

Volver con calma

Una vez que los síntomas desaparezcan, no es recomendable volver de golpe a tu rutina habitual.

La Organización Mundial de la Salud dice que lo ideal es retomar de forma progresiva, prestando atención a signos de fatiga, mareo o falta de aire.

Incluso es válido agregar un día extra de descanso entre sesiones mientras el cuerpo se adapta nuevamente.

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