Chicago— En comunidades de inmigrantes desde Massachusetts hasta California, familias enteras se preparan para lo inevitable: redadas masivas que podrían separar a padres de hijos ciudadanos estadounidenses, interrumpir décadas de vida construida en este país y desmantelar el tejido social de barrios enteros, publicó The Washington Post.
Tom Homan, el zar fronterizo del presidente Donald Trump, no dejó lugar a dudas el domingo: “Pueden esperar acción en ciudades santuario en todo el país”, dijo a CNN, refiriéndose a municipios que han adoptado políticas para proteger a residentes indocumentados.
La advertencia de Homan llega mientras Chicago —hogar de más de 200,000 inmigrantes indocumentados según estimaciones— se convierte en el laboratorio de pruebas para la estrategia de deportación más agresiva en décadas.
Para María González, madre soltera de tres hijos ciudadanos estadounidenses que vive en el barrio de Pilsen en Chicago, las amenazas presidenciales no son retórica política sino una realidad que la mantiene despierta por las noches. Como miles de familias mixtas en la ciudad, enfrenta la posibilidad de que agentes federales toquen a su puerta en cualquier momento.
“Mis hijos me preguntan si los van a separar de mí”, relata una trabajadora doméstica salvadoreña de 38 años que pidió usar un seudónimo por temor a represalias. “¿Qué les digo? ¿Que el país donde nacieron ya no nos quiere?”
La Escalada Federal
La retórica se ha intensificado dramáticamente. El sábado, Trump compartió en Truth Social una imagen de sí mismo como el personaje militar de “Apocalipsis Ahora”, escribiendo: “Amo el olor de las deportaciones en la mañana”. El mensaje, que muchos interpretaron como una declaración de guerra contra ciudades dirigidas por demócratas, fue acompañado de la advertencia: “Chicago está a punto de descubrir por qué se llama Departamento de GUERRA”.
Homan explicó que la Guardia Nacional servirá como “multiplicador de fuerza”, proporcionando logística y protección mientras agentes de ICE y la Patrulla Fronteriza realizan los arrestos. Es una distinción técnica que ofrece poco consuelo a las comunidades en el objetivo.
Resistencia Local
El alcalde Brandon Johnson ha convertido a Chicago en símbolo de resistencia, declarando que Trump “quiere ocupar nuestra ciudad y romper nuestra Constitución”. El sábado, miles marcharon por Michigan Avenue en una demostración de solidaridad que recordó las protestas contra las políticas migratorias de la primera administración Trump.
Pero mientras los políticos intercambian declaraciones, los preparativos federales avanzan silenciosamente. El Pentágono ya aprobó usar la Estación Naval Great Lakes como centro de operaciones. Barreras temporales han aparecido alrededor de edificios federales en el centro de Chicago. Son señales que las comunidades inmigrantes conocen demasiado bien.
El precedente incierto
Un juez federal dictaminó la semana pasada que el despliegue de tropas para operaciones de aplicación migratoria en California violó la ley federal, aunque permitió que 300 efectivos permanezcan con restricciones. La decisión ilustra el terreno legal pantanoso que Trump navega al militarizar la política migratoria.
La senadora Tammy Duckworth de Illinois, quien visitó la base naval, reportó que funcionarios del DHS se negaron a reunirse con legisladores o explicar sus planes. “Si realmente estuvieran interesados en combatir el crimen, trabajarían con la policía local”, observó.
Más allá de la retórica
Los números cuentan una historia diferente a la narrativa presidencial. Chicago ha visto una reducción del 23% en crímenes violentos comparado con el año anterior. Pero para Trump, estas ciudades representan algo más profundo: la resistencia a su visión de una nación donde la aplicación migratoria no conoce límites.
Ya hay señales de lo que viene. En Massachusetts, ICE lanzó operaciones contra “los peores criminales extranjeros ilegales”, construyendo sobre redadas de mayo que resultaron en casi 1,500 arrestos, incluyendo trabajadores migrantes en Martha's Vineyard.
El costo humano
Para organizaciones que sirven a inmigrantes, cada amenaza presidencial significa más llamadas desesperadas a líneas de ayuda, más niños que faltan a la escuela por miedo, más trabajadores que no se atreven a salir de casa.
“Estamos viendo el mismo patrón de 2017”, dice un abogado de inmigración en Chicago que pidió anonimato. “Familias durmiendo vestidas, niños llevando números de teléfono de emergencia a la escuela, pequeños negocios cerrando porque los propietarios tienen miedo”.
Las encuestas muestran una nación dividida: 57% de los estadounidenses se opone al despliegue militar en ciudades, pero 85% de los republicanos lo apoya. Para las familias inmigrantes, estas no son estadísticas sino la diferencia entre mantenerse unidos o ser separados.
Mientras Chicago aguarda, el mensaje de Homan resuena en comunidades inmigrantes de costa a costa: la era de las ciudades santuario como refugio seguro podría estar llegando a su fin.