Quinientos soldados de la Guardia Nacional de Texas arribaron este fin de semana a El Paso para reforzar las operaciones de seguridad en apoyo a la Patrulla Fronteriza. El despliegue marca un nuevo capítulo en la creciente militarización de la frontera.

El jefe interino de la Patrulla Fronteriza Sector El Paso, Walter N. Slosar, confirmó que los efectivos llegaron el sábado 13 de septiembre a bordo de aeronaves de la Guardia Aérea Nacional de Texas, como parte de la Operación Lone Star, el plan de seguridad fronteriza impulsado por el gobernador Greg Abbott.

De acuerdo con la Patrulla Fronteriza, los soldados no solo patrullarán y darán apoyo logístico, sino que también tendrán un papel más activo: trabajarán en infraestructura, utilizarán nueva tecnología y equipos, y un número significativo de ellos será juramentado bajo el Título 8 de la ley federal, lo que les otorga autoridad para detener a personas que crucen la frontera de manera ilegal.

“Los valientes hombres y mujeres de la Guardia Nacional levantaron sus manos hoy y juraron defender las fronteras de esta nación”, declaró Slosar. “Ahora están junto a nuestros agentes para hacer cumplir las leyes de inmigración y asegurar la frontera. Juntos protegen nuestras fronteras con la fuerza y el compromiso que el pueblo estadounidense merece”.

El refuerzo se produce en un momento paradójico: las detenciones de migrantes en la región de El Paso se encuentran en niveles históricamente bajos, según estadísticas recientes. Sin embargo, Abbott ha sostenido que su programa fronterizo multimillonario es esencial para contener el tráfico de drogas y personas. Críticos del despliegue lo ven como un uso excesivo de recursos y una señal preocupante de que la frontera se trata cada vez más como una zona militarizada en lugar de un espacio civil.

No es la primera vez que la Guardia Nacional recibe facultades ampliadas en esta frontera. En febrero, 60 soldados tomaron juramento en una ceremonia simbólica en el Barrio Chihuahua, a un costado del muro fronterizo. Esa designación ya les había otorgado poder de aprehensión bajo supervisión de agentes federales. Ahora, con 500 nuevos efectivos, la medida adquiere una dimensión mucho mayor.

Autoridades federales advirtieron además a las redes de traficantes que la información de inteligencia se está compartiendo en tiempo real para actuar no solo en la frontera, sino en distintos puntos a nivel global. “El brazo de la justicia estadounidense nunca es demasiado corto para alcanzar a alguien”, advirtió Slosar.

La llegada de los elementos también refleja la creciente coordinación entre Estados Unidos y México en materia de seguridad. Mientras Texas despliega más tropas y vehículos blindados Stryker, el gobierno mexicano lanzó en febrero la Operación Frontera Norte, con el envío de miles de militares a Ciudad Juárez y otras ciudades fronterizas para combatir el tráfico de drogas.

El contexto se extiende más allá de Texas. El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) solicitó este año hasta 20,000 soldados de la Guardia Nacional para tareas de apoyo a la aplicación de leyes migratorias y deportaciones en el interior del país. Aunque esa petición sigue bajo revisión del Pentágono, la propuesta marca un giro en el uso de la Guardia Nacional, tradicionalmente enfocada en apoyo fronterizo y no en arrestos o traslados dentro del territorio estadounidense.

El anuncio ha despertado inquietudes entre defensores de derechos humanos, quienes señalan que la expansión del papel de la Guardia Nacional podría erosionar los límites entre seguridad militar y funciones civiles de inmigración. Aun así, el gobierno de Texas y la Patrulla Fronteriza sostienen que los soldados representan un refuerzo indispensable para los agentes fronterizos, que en los últimos años han lidiado con flujos migratorios fluctuantes, contrabando y un creciente escrutinio público.

La llegada de estos 500 elementos marca uno de los despliegues más grandes en la frontera de El Paso en los últimos años y subraya cómo, incluso en tiempos de bajos cruces, el tema migratorio continúa siendo un campo de batalla político y operativo en Texas.

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