-La historia trágica en Juárez de “Puma”; un héroe poblano
El Diablo pegado al cuello del delincuente de unos 20 años de edad, la Santa Muerte adherida al brazo de su cómplice en apariencia menor de edad, y el corte de cabello en hongo del tercer malvado sicario, dejaron sin padre a una familia, pero lo convirtieron en héroe monumental civil al ofrendar su vida por proteger a su esposa, a su hija… y a varios más que solo fueron unidos por el infortunio.
Los desalmados individuos no fueron aconsejados ni por la prudencia que debiera acompañar al acto delictivo que solo suponía obtener lucro por el secuestro al que los tenían sometidos.
Fueron más lejos y perdieron el negocio. Hoy son buscados por secuestro y homicidio, delitos que los llevarán a prisión de por vida. También es buscada una mujer joven que entraba y salía con cautivos cambiándolos de casas o bodegas de seguridad.
Durante casi 15 días, los malhechores mantuvieron sujetas a sus víctimas a cachetadas, tablazos, golpes con cachas de pistola y alimentados con arroz y frijol solo una vez al día apenas para sobrevivir.
Estuvieron encerrados sin aseo de ningún tipo en una casucha ubicada en la calle Río Napevachic sin número, del Fraccionamiento Papigochi, al sur de la ciudad.
Eran agredidos sin descanso en todo momento y vejadas con la toma de videos para ser enviados a sus familiares y obligarlos a que pagaran los 300 mil pesos cada uno no para ser liberados, sino “para estar mejor en otro lugar”, para ser asesinados rápidamente. A las golpizas le sumaron sin descanso el terror psicológico.
Ante semejante panorama de desaliento no había gota que derramara el vaso. El vaso estaba colmado. Eran las torturas víspera de un destino fatal para los ocho secuestrados, hasta que los tatuados con el Diablo, la Santa Muerte y el del corte de pelo en hongo, moreno, llevaron más lejos su conducta perturbada, irracional. Cruzaron la raya. Pretendieron abusar de la muchacha de 19 años.
Impulsado más por el instinto sobrenatural de la dignidad que por las nulas fuerzas en su cuerpo maltratado, golpeado, hambriento, el padre de la joven logró incorporarse, y aún amarrado de las manos por el frente de su cuerpo desnudo de la cintura hacia arriba, llegó descalzo hasta los tres delincuentes que intentaban colocar un cigarro de mariguana en la boca de su hija aterrada y abusar de ella.
Hubo un remedo de pelea. No podía haber pelea real en esas condiciones frente a tres malvivientes drogados y armados; muy jóvenes, entre 16 y 25 años de edad. La desventaja material y física era suicida para el papá, pero el objetivo no era salvarse él, sino intentar alejar de los dementes a su hija y a su esposa.
El “enfrentamiento”, entre comillas, cumplió con un objetivo de riesgo mortal, pero visto como única tabla de salvación, la distracción.
En unos segundos la esposa logró desatar a otro secuestrado que se sumó a la “pelea” contra los victimarios; fue conseguida la distracción mientras mamá, hija y los otros cautivos lograban salir corriendo de la casucha y gritando por auxilio a los vecinos del lugar.
Menos de dos minutos después arribó una patrulla de la Policía Municipal, cuyos policías fueron llevados a la “casa de seguridad”. Habían huido los malvivientes pero dejaron inerte, acuchillado y baleado al que cambió su vida por la de su esposa, su hija y de cinco más a los que conoció ahí mismo y en las mismas condiciones.
Todo ocurrió aproximadamente a las 12 de la noche del 21 de junio. Los detalles narrados a la policía municipal y a los investigadores de la Fiscalía de distrito zona norte fueron coincidentes entre las dos familiares del héroe asesinado, originarias de Puebla; dos ciudadanos de la India, uno de Bangladesh y dos del Estado de México.
Todos fueron llevados por separado a la casucha utilizada como cárcel-casa de seguridad. Ahí los tuvieron cautivos durante unos 15 días, pero sus travesías para llegar a Juárez duraron meses.
Vale la pena ahondar en la historia del héroe poblano revelada en los expedientes policiacos tanto para hacer énfasis en su inmolación trascendente por muchas generaciones como para no perder de vista que el peligro potencial de los secuestros en la ciudad sigue latente como nunca, y siempre más sanguinarios.
Son raptados indocumentados, migrantes connacionales, y a partir de este año también han sido incluidos entre las víctimas pobladores de Juárez y hasta ciudadanos estadunidenses que han sido objeto de agresiones infinitas con bolsas plásticas en la cabeza, sopletes aplicados por todo el cuerpo, patadas, tablazos, culatazos, cachazos…Varios han sido asesinados.
En el 2023 fueron contabilizadas oficialmente 160 víctimas de secuestro; en el 2024, fueron sumadas otras 181, este año van 87. Esto nos habla sobre la dimensión del grave problema, cada vez más presente como acción prioritaria entre las instituciones de seguridad municipales y estatales, pero peligrosamente vigente.
Debe reconocerse en justicia el trabajo desarrollado para liberar a raptados y detener a secuestradores de la Fiscalía Especializada en Operaciones Estratégicas y Antisecuestros, y su virtual extitular, Arturo Velasco Ponce; sin embargo, es el momento de ir definitivamente contra los delincuentes, contra sus líderes ya ubicados en el Cereso estatal 3.
Apenas días después del sacrificio de Alberto C., otros ciudadanos de la India, Estado de México y Chiapas fueron abandonados afuera de centros comerciales justo tras la amenaza gubernamental de transferir del Cereso estatal 3 a centros carcelarios federales de alta seguridad del interior del país a los tres o cuatro orquestadores del mortal “negocio”, con decenas de operadores en la calle.
La desventura de “Puma”, clave que le impusieron a Alberto sus captores en la casa “de seguridad” empezó con un engaño desde su lugar de origen, el estado de Puebla. Un vecino le recomendó a una “empresa” (casualmente el nombre del grupo delictivo en Juárez), que ofrecía el “servicio” de traslado a los Estados Unidos. Pagarían 100 mil pesos hasta ingresar al país vecino.
“Puma” se trasladó de algún lugar de su estado a Tehuacán, también de Puebla, donde hicieron contacto con “Nancy”, la representante de “empresa”. Lograron acuerdo.
De Puebla volaron a Tijuana los primeros días de mayo. Allá no pudieron cruzar. Los trajeron a Juárez. Una vez en esta frontera fueron ubicados en varias casas de seguridad durante varios días hasta que alcanzaron El Paso por el rumbo de Santa Teresa. Hasta ese momento sentían que llegaba el sueño americano.
No escaparon a los intensos operativos caza migrantes impuestos por Donald Trump. Fueron detenidos, llevados a corte y deportadas a Juárez la madre y la hija en automático. Dos o tres días después los alcanzó “Puma” en el alberge instalado por el gobierno federal en esta frontera justo para la recepción de migrantes.
Desde el albergue hicieron contacto nuevamente con un “uber” apodado “Blue”, quien fue y los puso directamente en manos de los delincuentes; así que una de las piezas clave para conocer el pequeñísimo momento en que los “clientes” de los coyotes pasaron a ser víctimas de los secuestradores es ese chofer de plataforma.
Todo lo demás ha quedado muy claro. Los traficantes de personas se siguen moviendo a nivel nacional e internacional a pesar de todos los obstáculos policiacos y militares impuestos por los Estados Unidos, y los secuestradores (que también suelen ser coyotes) aprovechan las circunstancias para hacerse de víctimas y exprimir a sus familiares grandes cantidades de dinero bajo prácticas de tortura que incluyen con frecuencia el desenlace en la muerte.
El caso de “Puma”, su familia; de los cautivos connacionales y extranjeros que estuvieron con ellos, debe obligar al gobierno federal a reforzar su trabajo contra el crimen organizado en materia de tráfico humano (la corrupción es imparable en aeropuertos y centrales camioneras) y debe generar mayor conciencia entre las autoridades municipales y estatales sobre el indispensable reforzamiento contra el delito del secuestro.
Ni modo que pasen desapercibidos los movimientos de tres, cuatro o hasta 20 personas custodiadas y/o torturadas por los delincuentes armados.
Es hora de honrar con acciones la memoria de héroes que ofrendan su vida por su familia, como el poblano Alberto; llamado en cautiverio, “Puma”.