El miércoles pasado, durante la sesión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, tuvo lugar un suceso que debe analizarse desde una perspectiva más amplia que lo que se vio en las cámaras. Me refiero a la provocación realizada por Gerardo Fernández Noroña, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República hacia el Senador Alejandro Moreno Cárdenas, Presidente Nacional del PRI.
Noroña cumple hoy, después de un año, su último día al frente de la Mesa Directiva del Senado. De ser un porro, agitador, alborotador y pendenciero, la mayoría legislativa que hoy gobierna lo convirtió en el Presidente del Senado, una función que requiere ecuanimidad, objetividad, temple, y, especialmente, imparcialidad. Es decir, puras características de las cuales carece Fernández Noroña.
Ese día, como en todas las sesiones, existía un orden del día aprobado por el órgano legislativo con el aval de todos los partidos políticos ahí representados. Sin embargo, Fernández Noroña no permitió que el PRI participara en la última intervención (como había sido previamente acordado) y decidió clausurar la sesión.
Después de ello, vino el reclamo respetuoso pero firme de Moreno hacia Noroña, quien decidió empujarlo, mostrando la intolerancia con que se conducen Noroña y sus correligionarios. Lo demás ya lo vieron ustedes en televisión y redes sociales.
Es importante manifestar que lo del miércoles pasado no fue consecuencia únicamente de lo que pasó ese mismo día, sino que solamente fue la gota que derramó el vaso. Durante todo un año, Noroña se ha dedicado a vilipendiar, injuriar, e insultar a toda la oposición. ¿Qué esperaba? ¿Qué todos callaran y obedecieran? Noroña es un Senador, al igual que los ciento veintisiete compañeros que tiene. El hecho de fungir como Presidente del Senado no lo hace más o menos legislador, pues todos son pares.
Los días en los cuales Noroña reclamaba airadamente al gobierno y al oficialismo, llevando a cabo actos por demás bochornosos, quedaron atrás. Se le olvida a Noroña todos los desfiguros que realizaba siendo Diputado del PT en 2009-2012, o en su rol como vocero del extinto Partido de la Revolución Democrática.
Noroña es un tipo lleno de contradicciones. Durante décadas, se dedicó a predicar que la austeridad era el camino digno en el ejercicio del poder, a decir que donaba la mitad de su dieta como Diputado, y presumir un modo de vida austero. Ahora, Noroña viaja en clase business a Europa, anda en un vehículo europeo, y vive en una casa de doce millones en Tepoztlán, Morelos cuyo origen no puede explicar de forma lícita y coherente.
Por lo que veo, lo de la austeridad era solamente un discurso hueco y vacío para ganar adeptos. Me recuerda a Snowball, Napoleón, y Squealer, los marranos de la fábula orwelliana de “Rebelión en la Granja”. En esta obra, los cerdos antes mencionados se hacen del poder de una granja prometiendo austeridad, igualdad, y erradicar los privilegios de unos cuantos. Solamente que cuando asumieron el poder se olvidaron de estas promesas para después empezar a vivir como a los que tanto criticaban.
El miércoles pasado, Noroña agredió a la Senadora Lilly Téllez, y le impidió el uso de la palabra al PRI. Pero como les decía líneas anteriores, esto es solo lo que sucedió el miércoles. Durante un año fue dejando una estela de excesos y arbitrariedades que terminaron por colmar a la oposición.
En tiempos de los gobiernos del PAN (2000-2012) y del PRI (2012-2018) Noroña hacía berrinches todo el tiempo: se negaba a pagar los impuestos en los productos que adquiría en Wal-Mart, o en la gasolina que cargaba en cualquier estación. Decía él que lo hacía como “resistencia” al régimen que lo “oprimía”. Nunca se le impidió hacer uso de la voz, ni tampoco de que se manifestara como mejor le pareciera. Le encantaba irse a parar afuera de Palacio Nacional para que le impidieran el paso y hacerse la víctima. Ahora, como Presidente del Senado, le pretende impedir a la oposición que se exprese en lo que es justamente un espacio de libre expresión.
Lo que resulta más absurdo de todo es que, a partir de una serie de empujones recíprocos, Noroña sugiera que se les deba retirar el fuero a los legisladores que, con firmeza, no se dejaron amilanar por la soberbia del Presidente del Senado. Es decir, en el Senado se encuentra Adán Augusto López Hernández, acusado de encabezar una banda del crimen organizado en su Estado. Sin embargo, ese tema no lo tocan porque les duele. Igualmente, en las gubernaturas de Sinaloa y de Tamaulipas se encuentran dos personajes que estarían igualmente vinculados con organizaciones criminales. El Secretario de Educación también es acusado en el mismo sentido de colaborar con las bandas de huachicol. Pero eso no le parece grave al oficialismo. Prefieren atacar y señalar a la oposición por hacer el trabajo que tiene que hacer justamente como oposición e incluso criminalizarla, mientras dejan impunes a los que están destruyendo la República.
Me resulta completamente absurdo que, en un país donde matan casi cien personas al día como consecuencia del pacto del crimen organizado con el gobierno, donde hay descabezados todos los días en prácticamente todo los rincones de México, donde encuentran un campo de exterminio en Teuchitlán, y donde decapitan a un alcalde en Guerrero para dejar su cabeza en una calle pública, Morena y sus cómplices digan que lo del miércoles es “violencia”. Es decir, les preocupan más unos empujones que cien ejecutados al día. Parece que sus prioridades son simplemente cuidarse a ellos y descuidar al pueblo.
Las reacciones en redes no se hicieron esperar y la opinión pública se inclinó claramente hacia un lado. Sin el menor resquicio de dudas, el foro mediático lo ganó Alito Moreno. Es un tema de Moreno, pero también la ciudadanía está cansada de ver los excesos en que incurren los morenistas.
Noroña se ha dedicado a repartir insultos a mansalva. No es lo correcto, pero es su forma de actuar. Además de eso, quiere que los opositores solamente se sienten a esperar ser injuriados, sin que exista una reacción firme. En esta ocasión le falló el cálculo.
Noroña y en general la mayor parte de Morena estiman que les escrituraron el país a su nombre y que pueden hacer lo que les venga en gana. En tiempos de Carlos Salinas, el expresidente fue criticado por la prensa porque refirió que a la oposición “ni los veo, ni los oigo”. En este caso, Noroña los ve, los oye, pero luego los injuria, los calumnia, y los insulta.
El hecho de que Noroña presida el Senado de la República nos refleja el enorme grado de degradación institucional en que se encuentra México. No digo que no deba ser legislador, pues es polemista y eso es útil a los partidos políticos. Lo que digo es que no es la persona idónea para presidir el Senado. Sin embargo esa es la marca de la 4T; esto se refleja en personajes políticos como Noroña, Layda Sansores, Adán Augusto López, entre otros muchos impresentables. Simplemente llegaron los más resentidos y voraces al poder.
Alejandro Moreno le demostró a Noroña y al oficialismo que no se va a dejar amedrentar con el petate del muerto. México no soporta más el caos. Se necesita que la oposición (toda) alce la voz como lo está haciendo Moreno y que la ciudadanía acompañe esa protesta, antes de que el gobierno acabe con lo que queda de México.